Elisa Lam era una estudiante de 21 años que vacacionaba en Los Ángeles y se alojaba en el Hotel Cecil, de fama siniestra. Su última imagen con vida fue subiendo a un elevador. Luego de eso, no dejó huella hasta 19 días después, donde encontraron su cuerpo dentro del taque de agua del edificio.
El reloj marca 1:31 de la madrugada del 1° de febrero de 2013 cuando, Elisa Lam, de 21 años, entra rápido al ascensor del Hotel Cecil, donde se hospeda en la ciudad de Los Ángeles. Está nerviosa. Se ve en sus gestos. Se agacha y toca el panel de los botones mirando bien de cerca. Es miope y no tiene sus anteojos. El ascensor no se mueve, según publica Infobae.
Ella da un paso hacia el frente, saca la cabeza, mira alrededor y vuelve con rapidez a entrar al ascensor. Pega su espalda para no ser vista contra un lateral del mismo.
Espera un poco y vuelve a espiar con nerviosismo. Da un pequeño saltito en la puerta del elevador y reingresa de espaldas para volver a salir y apoyarse sobre la pared, al lado de la puerta automática abierta. Solo queda a la vista su pollera pantalón negra.
Elisa parece desesperada, perseguida. Cuando reingresa al ascensor, lo hace con los brazos levantados a media altura, como con miedo y, otra vez, oprime los botones de los pisos con obsesión. Nada. El ascensor no se mueve.
Sale una vez más y parada en el hall, empieza a hacer movimientos sumamente raros con sus manos. Las mueve de una manera muy particular, casi tenebrosa.
Elisa, con su buzo bordó, se evapora en el minuto 2.28 del video.
Pero el pallier que se ve iluminado, inocente, está vacío. O lo parece. El ascensor, a pesar de los manotazos a la botonera que ha dado Elisa, se ha quedado quieto.
Una vez que ella ya no se divisa, las puertas se cierran tres veces y se abren dos más, en diferentes pisos. A Elisa Lam nunca nadie volverá a verla viva.
Elisa emprende un viaje
Elisa Lam (su nombre original era Lam Ho Yi) era hija de una pareja de emigrantes chinos con problemas de depresión. Ellos habían llegado a Vancouver, Canadá, desde Hong Kong. Abrieron un restaurante en North Burnaby para ganarse el sustento. Después de sortear unos tiempos complejos de adaptación, terminaron por asentarse y acostumbrarse a su nueva vida.
Elisa nació allí, el 30 de abril de 1991, y tuvo una infancia tranquila. Cuando llegó la edad de hacer una carrera, eligió la pública Universidad de Columbia Británica. Fue por esa época que sus padres notaron que su ánimo había cambiado. No se la veía feliz. No comía, ni dormía. Consultaron a especialistas y el diagnóstico fue trastorno bipolar y depresión. A pesar de ello, se graduó en 2012.
Cuando se recibió, parecía contenta y con planes. Pensaba mudarse a vivir con sus amigos. Pero antes de encarar ese cambio, quería viajar sola. Soñaba con conocer Estados Unidos y la meca del cine: Los Ángeles. Sus padres no estaban de acuerdo, enfrentaban algunos temores por su enfermedad.
Pero ella no les permitió elegir, y ajustó las vacaciones a su presupuesto. Se lanzó a la aventura. Les concedió algo: llamaría a casa, cada día, para reportar cómo iba el viaje.
El último día
El 26 de enero de 2013, Elisa llegó a Los Ángeles, California, luego de visitar San Diego. Ese mismo día se registró en el Hotel Cecil, un edificio del año 1924 con más de 700 habitaciones. Lo había seleccionado enamorada de su estilo art déco. En su red social Tumblr, calificó al hotel como “el lugar perfecto para que Baz Luhrmann ruede El gran Gatsby”.
Se alojó en el noveno piso. Estaría unos días y luego se iría más al norte, a la ciudad de Santa Cruz.
La noche en que desapareció era la última que pasaría Los Ángeles. La tarde del 31 de enero, horas antes de esfumarse, compró libros y discos. La vendedora dio su testimonio a los investigadores. Contó que la había visto bien: “Extrovertida, amable y alegre”, y que solo estaba preocupada por el peso de los libros y sobre cómo incidiría eso en su equipaje de viajera.
La última foto que Lisa se sacó fue frente al espejo del baño de su habitación: no se le ve la cara, lleva puesto un buzo negro con capucha y empuña una cámara celeste.
Extraña foto para una noche que será misteriosa por siempre.
Cuando el 1 de febrero, los padres de Elisa no tuvieron noticias de ella se alarmaron. Pasadas unas horas decidieron llamar a la policía.
Dos días después, aterrizaron en Los Ángeles para colaborar en la búsqueda de su hija.
Un video aterrador
La búsqueda de Elisa comenzó en el hotel. Su habitación, los lugares comunes. La ley no permite revisar los cuartos de otros pasajeros si no hay suficientes pruebas para hacerlo, así que eso no se hizo. No encontraron nada. Su celular tampoco fue hallado y Elisa no lo ha usado desde el día 31.
El 14 de febrero, cuando ya habían transcurrido dos semanas sin noticias sobre la joven canadiense, la policía de los Ángeles dio a conocer un video escalofriante de las cámaras de seguridad del hotel. Allí se veía a Elisa Lam, en uno de los ascensores, actuando de forma extraña. A ella se la ve durante dos minutos y veintiocho segundos.
El video se vuelve viral en la web tanto en Estados Unidos como en China. Todo es tan misterioso que en las redes afloran miles de detectives aficionados dispuestos a ayudar a dilucidar el caso.
Muchos hablan de la oscura historia del hotel. En los primeros diez días el video es visto por más de 3 millones de personas que escriben unos 40 mil comentarios.
Un hallazgo concreto
A diecinueve días después de su desaparición y a tres de la publicación del video, Elisa aparece. Muerta.
Los pasajeros del Hotel Cecil venían quejándose del sabor y del color del agua que llegaba a las habitaciones desde hacía días. La mañana del 19 de febrero se sorprendieron: el agua que salía de las canillas de los baños no tenía presión, era muy oscura y tenía un horripilante sabor dulzón. Eso dijeron los clientes.
Los tanques de agua que abastecían al hotel eran cuatro (cada uno tenía capacidad para 3.785 litros) y estaban situados en la azotea del edificio. Para llegar a ellos se necesitaban varias cosas: llaves, conocer los códigos de seguridad (solo los empleados tenían esos accesos), trepar con altas escaleras y mover unas tapas pesadas.
Para mirar dentro, los técnicos que llamaron para resolver el tema del agua, tuvieron que poner escaleras especiales y asomarse.
Entonces lo vieron. Un cuerpo hinchado y verdoso, en pleno estado de descomposición flotaba dentro. Estaba desnudo y había algunos efectos personales nadando a su alrededor. Era Elisa.
Sobre su ropa nadie se puso de acuerdo, y las versiones que trascendieron eran contrapuestas: que flotaba también dentro del tanque; que había sido dejada fuera de él; que nunca fue hallada.
Los bomberos para sacar el cadáver debieron romper un lateral del tanque. Los policías no podían creerlo. Ya habían revisado la terraza, pero los perros que detectan cadáveres no se habían acercado a los tanques de agua.
La autopsia no encontró señales de agresión sexual ni de violencia física. En las pruebas toxicológicas tampoco hallaron demasiado: restos de un medicamento que Elisa consumía en forma habitual y un poco de alcohol. Los psiquiatras forenses descartaron un suicidio.
El extraño Hotel Cecil
Fundado en los años ’20 en el centro de la ciudad de Los Ángeles, el hotel pasó por distintos períodos. Cuando fue “la gran depresión”, a dos años de haber sido inaugurado, los dueños decidieron que para sobrevivir debían alquilar las habitaciones a largo plazo y a bajo precio. Fue entonces que aparecieron en sus pasillos personajes oscuros y polémicos.
Entre los años ‘40 y ‘50, el hotel se convirtió en un antro de prostitución y drogas. Los crímenes se volvieron frecuentes intramuros y empezaron a construir su imagen de hotel maldito.
Fue uno de los últimos lugares en los que se vio viva, en 1947, a Elizabeth Short de 22 años. La joven fue brutalmente mutilada y descuartizada luego de salir de allí y su caso se convirtió en uno de los asesinatos sin resolver más mediáticos de la historia policial de los Estados Unidos.
Richard Ramírez, convicto por asesinar a 14 mujeres en Los Ángeles, vivió allí entre 1984 y 1985. Se autoproclamaba admirador de Satanás y varios de sus crímenes los cometió mientras vivía en el Hotel Cecil. Dicen que el número 14 era muy significativo para él: pagaba 14 dólares por cada noche, su habitación estaba en el piso 14 y había matado a 14 personas.
Aprovechando la tétrica fama del lugar, otro asesino serial de origen austríaco llamado Jack Unterwerger, se mudó al Hotel Cecil seis años después. Quería homenajear a Ramírez. Se mezcló con la policía de Los Ángeles con la excusa de escribir un artículo donde compararía la prostitución de Europa con la de los Estados Unidos.
Unterwerger, no logró superar a su siniestro líder, y apuntó en su currícula nada menos que 12 muertes.
Pero en la historia del edificio no había solo crímenes, sino también repetidos suicidios. En 1931, W.K Norton se envenenó en una habitación; en 1954, Helen Gurnee se tiró de una de sus ventanas; en 1962, Julia Moore tras pasar la noche en el hotel se suicidó ahí mismo; Pauline Otten, de 27 años, después de discutir con su marido saltó de la ventana del noveno piso (el mismo piso de nuestra protagonista Elisa Lam), con la mala fortuna que mató un peatón en su caída.
Años después, Goldie Osgood fue encontrada violada y asesinada en el cuarto del conmutador del hotel.
A todos estos incidentes, por llamarlos de alguna manera, habría que sumarle los casos de gente que, estando alojada entre sus paredes, empezó a actuar de manera extraña o tuvo episodios de temer. Esos relatos los hay por decenas.
A pesar de que el hotel fue vendido y pretendieron cambiarle la fama, los circuitos de turismo suelen incluirlo en sus paradas. Los guías saben que el morbo atrae a los turistas.
El edificio diseñado por Loy Lester bajo la consigna del estilo arquitectónico Beaux Arts, fue votado en 2017 como monumento histórico cultural por el Concejo Municipal de Los Ángeles.
Causas para una extraña muerte
La Oficina Forense de Los Ángeles determinó, el 21 de febrero de 2013, que la muerte de Elisa había sido producto de un ahogamiento por accidente debido a su trastorno bipolar. Pero eso no respondía una pregunta: ¿cómo había llegado Elisa hasta allí?
Por empezar, no encontraron en ninguna otra videocámara del lugar indicios de ella yendo hacia su destino final.
Además, se determinó que justo esa noche la puerta de la azotea estaba abierta, pero la alarma estaba conectada. Por ende, si ella hubiera pasado, debería haberse disparado. Y aunque no se hubiese disparado, el camino era complejo porque la joven tendría que haber trepado los tres metros de altura del tanque, desnuda y con algunos objetos personales en la mano; debería haber abierto la tapa superior del tanque y saltar adentro.
Desde el interior no podría haber acomodado la tapa, los tanques no estaban llenos. Entonces, ¿quién la habría acomodado? O, como luego se dijo, podía ser que un tanque estuviera destapado esa madrugada permitiéndole a Elisa introducirse sin tantas complicaciones. Vaya uno a saber. Pero era de noche y ella era miope.
La otra hipótesis era que alguien la hubiera asesinado, llevado hasta la azotea, escalado el tanque con el cuerpo y hubiera abierto la escotilla para tirarla dentro.
Cuando el caso se hizo popular, alguien subió un video a la web mostrando que también se podía acceder a la tarraza a través de una escalera de incendios evitando las alarmas. También se dijo que dos de los cuatro tanques estaban abiertos esa fatal noche.
Con la autopsia hubo alguna duda. Se pensó que como había acumulación de sangre en la zona anal, eso podría ser un indicio de abuso sexual. Aunque también pudo deberse al proceso natural de descomposición del cuerpo. Su celular jamás apareció.
Sin embargo, su red social Tumblr se actualizó en varias ocasiones. ¿Fue porque alguien robó su celular o ella lo dejó programado así antes de morir?
Pero eso no es todo. Al video dado a conocer por los agentes policiales le faltarían unos segundos. Para la mayoría eso no es importante ni prueba de nada, pero también hay quien dice que algún empleado del lugar podría haber editado el video para evitar ser descubierto.
En 2019, perros rastreadores descubrieron rastros de Elisa Lam en una ventana que daba a las escaleras exteriores para incendios. Pero no se supo más porque de allí en adelante los perros perdieron el rastro.
Misterios en la web
Las teorías que surgieron sobre el comportamiento de Elisa lo contemplaron todo: desde que ella pudiera haber consumido drogas hasta la existencia de fantasmas.
Hay quienes piensan que la víctima fue atormentada por el espíritu de Richard Ramírez, el asesino serial que vivió en el hotel.
Otras, hablan del Juego Coreano del Elevador, cuyas reglas dicen que tenés que subir sola y presionar los botones en cierto orden para llegar a una dimensión alterna… También hay hipótesis que acusan al gobierno de Canadá porque Elisa “sabía demasiado” sobre una capa que volvería a la gente invisible y que iba a ser utilizada para para fines militares.
Una increíble versión sostiene que Elisa nunca existió, que el gobierno habría estado experimentando con un brote de tuberculosis llamado Lam-Elisa y que inventaron el caso para que se hiciera viral y ocultar su fracaso. De hecho, esos tests de orina llamados Lam-Elisa existen.
En otro ámbito de las cosas, se menciona el paralelismo entre el comportamiento de Elisa en el ascensor con la película Dark Water (Aguas turbias), de Hideo Nakata, de 2002. En el film japonés, hay suspenso, tanques de agua, una chica oriental, agua pestilente y ascensores. De alguna manera muchos detalles del caso recuerdan a la película.
En 2015, el periodista Josh Dean, convencido de que Elisa había sido asesinada fue hasta el hotel Cecil, pero no logró nada que reforzara su tesis.
Su conclusión fue bastante parecida a la que arribó la policía de homicidios. Cree que escapando de una amenaza inexistente habría logrado meterse en el tanque y ya no pudo salir de allí. “Es la única respuesta que tiene sentido”, dijo Dean.
True crime, un género en alza
En febrero de 2021 Netflix estrenó una miniserie documental, de cuatro episodios, sobre su desaparición: Escena del Crimen: desaparición en el hotel Cecil. Dirigida por Joe Berlinger, pionero del True Crime, ganador de varios Emmy y autor también de El paraíso perdido: los asesinatos de niños en Robin Hood Hills, la serie promete asustar con realidad y calidad.
En su último video con vida, las manos de Elisa remiten al más genuino creepy pasta, término acuñado en los años 2000 para identificar a esas breves historias de terror donde se pierden los límites entre la ficción y la realidad.
Pero, lejos de cualquier set, Elisa protagonizó su propio horror film dentro de ese ascensor. ¿Qué pasó realmente?, ¿Alguien la perseguía?, ¿O sus victimarios estaban solo en su mente y para escapar de ellos se zambulló en la oscuridad dentro de un gigante tanque para ahogar sus medios?