Vernon Wayne Howell eligió llamarse David Koresh, disponer de 140 esposas, violar a menores de edad, engendrar al menos a quince hijos e invertir 250 mil dólares en armas para combatir al “mal”.
Nació de una pareja de adolescentes que se ocuparon nada de él, el padre huyó pronto y jamás volvió a verlo; la madre lo dejó en custodia con algún familiar. A los ocho años fue abusado sexualmente por una banda de chicos más grandes, -según publica Infobae-.
Creyó ser la encarnación de Dios en la Tierra, dijo que había recibido de Él, el don de la profecía. Mezcló el poder de la fe con el de la sexualidad. Se unió a una secta, capitaneó una de sus divisiones, armó un fortín inexpugnable y llevó a todos sus fieles a la muerte. Ese era David Koresh y así transcurrió su corta vida. Murió a los treinta y tres años, junto a todos sus fieles.
Cómo nadie lo frenó a tiempo, es un misterio encerrado en el fenómeno cultural de las sectas, entre los años 70 y 90 del pasado siglo.
Cuando intentaron poner fin al delirio de los davidianos, después de decenas de denuncias sobre abuso sexual de menores en el interior de la secta, sobre el harén que rodeaba a Koresh que se había arrogado el derecho de tener ciento cuarenta esposas, y después de más denuncias sobre posesión ilegal de armas en manos de los miembros de la secta, la policía de Texas, el FBI y el departamento de Drogas, Alcohol y Tabaco sitió el rancho de Koresh, llamado Centro Monte Carmelo en honor al Monte Carmelo bíblico, la colina israelí donde apareció la Virgen del Carmen.
El sitio empezó el 28 de febrero de 1993, hace veintinueve años, y un poco tarde, las fuerzas policiales, un pequeño ejército con cierta falta de coordinación, se dieron cuenta de que enfrentaban a otro ejército, el de los seguidores de Koresh, que tenían un arsenal. El tiroteo inicial dejó a cuatro agentes federales y cinco davidianos muertos.
Todo duró cincuenta y un días: cuando por fin se decidió el ataque final, un enorme incendio consumió el Monte Carmelo con todos los davidianos dentro. Murieron setenta y seis personas: diecinueve hombres, treinta y cuatro mujeres y veintitrés chicos, uno de ellos, de una puñalada en el pecho.
En 1983 Koresh dijo haber recibido el don de la profecía, que como ambición y en los postulados, no está nada mal. Pero en verdad había iniciado una relación sexual con la líder de la secta, y profetisa, Lois Roden, que tenía setenta y seis años. Para justificar esa relación, que en apariencia necesitaba ser justificada, Koresh dijo que Dios lo había elegido para engendrar un hijo con ella: el chico sería el Elegido.
Para entonces Koresh ya había establecido el sexo, y el sexo con menores, como uno de los pilares de su movimiento. Tras la muerte de Lois Roden, en 1986 y mientras proclamaba que él era “hijo de Dios, el Cordero que abriría los siete sellos”, inició una relación sexual con Karen Doyle, de catorce años, a quien tomó como segunda esposa, se había casado, con Rachel Jones, también de catorce años, hija de un dirigente de la secta.
En noviembre de 1987 Koresh regresó a Monte Carmelo con siete seguidores armados hasta los dientes y vestidos con ropas de camuflaje, recuperó el rancho a balazos, hirió a Roden en pecho y las manos, fue llevado a juicio por intento de asesinato, el juicio fue declarado nulo, Roden ya fuera de Monte Carmelo, asesinó a hachazos dos años más tarde a un compañero de habitación porque lo creyó un enviado de Koresh, fue declarado insano y encerrado en un psiquiátrico. Koresh quedó como amo del rancho de Waco.
Pensó también que su “semilla” era pura y engendró al menos quince hijos, con diferentes “esposas” muchas de ellas menores, porque esos chicos estarían destinados a “manejar el mundo”. También invirtió doscientos cincuenta mil dólares en armas para combatir al “mal”, cuando se presentara.
Para la secta, el “mal” llegó el domingo 28 de febrero de 1993, cuando arreciaban las denuncias contra los davidianos por abuso de menores, tenencia ilegal de armas y por impedir a quien quisiera abandonar la secta.
Después del tiroteo inicial, de las muertes de los agentes federales y de cinco davidianos, el sitio se prolongó con varios intentos, todos fallidos, de una salida negociada. No Koresh ni sus seguidores tenían intención de negociar. Amenazaron con la destrucción total si el FBI pretendía entrar a Monte Carmelo.
El 19 de abril, después de cincuenta y un días de asedio, las fuerzas federales intentaron tomar por asalto Monte Carmelo. Estalló entonces un incendio que alcanzó todos los rincones del rancho. Las autoridades informaron después del desastre que el fuego había sido iniciado por los davidianos en tres focos diferentes.
Escucharon a los miembros de la secta decir “empiecen el fuego”, o “derramen el combustible” porque habían ocultado micrófonos en los cartones de leche enviados para alimentar a los chicos durante el sitio.
Entre los cuerpos calcinados que pudieron ser identificados, estaba el de David Koresh: tenía un disparo de arma corta en el cráneo. No se determinó si se disparó, o fue asesinado.