La devaluación es uno de los procesos más dramáticos que puede vivir una economía, debido a que viene aparejada de licuación de ingresos y aumento de pobreza. La contrapartida es que se incrementa la competitividad cambiaria frente a las monedas con las que comercia el país.
En ese contexto, algunos economistas empiezan a señalar –según publica El Cronista– que Argentina puede perder la competitividad ganada, de manera dolorosa, con las devaluaciones de 2018 y de 2019. Actualmente, el tipo de cambio real multilateral que calcula el Banco Central (BCRA) marca un valor de 104,44, una cifra cercana a la que se observaba en Junio de 2018, previo a que se desate la segunda corrida de aquel año.
Cuando asumió Alberto Fernández el índice se ubicaba en 124,11, lo que marca una apreciación real casi el 16% durante su mandato, que en gran parte se dio debido a lo lento que se movió el dólar oficial durante este año, en contraste con una inflación que viaja al 52% anual.
«Si el Banco Central (BCRA) sigue pisando el tipo de cambio, para fines de marzo estará -en términos reales- en niveles similares a la precrisis de balance de pagos de 2018», aseguró Francisco Ballester, director en MindY-Economics y exasesor del Ministerio de Economía entre 2017 y 2019.
Por otro lado, Ballester alertó que si el dólar oficial sigue aumentando apenas 1% nominal por mes «el campo va a retrasar las exportaciones de soja lo máximo posible a la espera de una devaluación, que probablemente terminaría siendo más fuerte, porque el BCRA llegaría con pocas reservas».
Ballester aclaró que la alternativa de acelerar el crawling peg también puede ser riesgosa, ya que los exportadores podrían postergar ventas sabiendo que va a haber un incremento nominal. «En ese caso, el BCRA podría intentar encarecer dicha estrategia subiendo la tasa de interés. Pero eso es peligroso porqué el stock de leliqs y pases ya es elevado».
Por último, Ballester consideró que el escenario que ve más probable es el de un salto discreto del tipo de cambio, aunque indicó que «si se hace como último recurso y sin un programa con el FMI la dinámica podría volverse difícil de controlar».
Con una mirada distinta, el economista de PxQ Pedro Martínez Gerber señaló que, si bien es cierto que el tipo de cambio real se apreció durante 2021, «dados los precios internacionales actuales y con este nivel de actividad no hay un problema de balanza comercial».
En cuanto a esto último, Martínez Gerber subrayó que en los primeros 9 meses del año el superávit comercial acumulado es el más alto desde 2008.
Sin embargo, el analista de PxQ sostuvo: «El problema es que, aun así, el BCRA no logra engrosar de forma significativa las reservas y esto pasa porque el resto de los renglones del balance cambiario son negativos. Las divisas que entran por superávit comercial se utilizan para pagar servicios de deuda pública y privada, intervenir en el mercado de dólar financiero y cubrir el déficit creciente de la cuenta de servicios».
A modo de resumen, Martínez Gerber consignó: «En el frente cambiario no hay un problema asociado a la competitividad del tipo de cambio real, sino que el desequilibrio es financiero. La solución, por lo tanto, debería venir asociada a promover el ingreso de inversión extranjera, recuperar el financiamiento externo e incrementar la oferta en el mercado de dólar financiero para reducir la brecha por arriba, es decir acercando la cotización del tipo de cambio paralelo a la del oficial».
Por su parte, el economista de la consultora LCG Matías de Luca mencionó que el peso argentino «ha perdido competitividad contra el resto de las monedas».
Y añadió: «Nuestra capacidad de compra, en comparación con fines de 2019, es un 15% mayor respecto de los principales socios comerciales. Pero esto no se debe a una mayor productividad o crecimiento de la economía, sino a una manipulación arbitraria del tipo de cambio por parte del BCRA. Ello genera ciertos desequilibrios que día a día se van acumulando y derivan en escasez de divisas, de reservas y de productos e insumos importados».
De cara a futuro, De Luca indicó que se torna necesario un «programa económico integral, que conjugue el equilibrio fiscal con una mayor prudencia monetaria».
Básicamente, de no resolverse los problemas fiscales, que generan problemas monetarios, los cuales implican presiones cambiarias e inflacionarias, no se terminará con este círculo vicioso de inestabilidad.