El temporal del 1968 en dos historias: Las ráfagas de 240km/h que volaron casas y ‘deshacían’ al Chenque

Sergio brindó su testimonio sobre el fatídico día donde perdió su casa, arrancada de cuajo por el viento, y cómo salvó su vida por haber salido a tiempo. Por su parte, Graciela llevaba menos de…

jueves 28/10/2021 - 20:24
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Sergio brindó su testimonio sobre el fatídico día donde perdió su casa, arrancada de cuajo por el viento, y cómo salvó su vida por haber salido a tiempo. Por su parte, Graciela llevaba menos de un año viviendo en Comodoro cuando el temporal la tomó por sorpresa al salir del colegio Perito Moreno: “Nos tomamos quince alumnos de las manos y al llegar al centro no podíamos caminar más. Era impensado ver las piedras que caían del Chenque. Es algo que le conté a mis nietos y el domingo me toco revivirlo”.

El pasado domingo Comodoro vivió un temporal de viento que dejó un registro oficial de ráfagas de 150km/h en el ejido urbano y hasta 230km/h en yacimientos petroleros en alrededores de la ciudad.

Al menos 165 techos fueron dañados y volados por el intenso viento, y hasta 3 viviendas fueron arrasadas totalmente por las ráfagas, de acuerdo a las voces oficiales de la Municipalidad.

Pese a lo crudo del temporal, no fue éste el más intenso y peligroso de la historia de la ciudad. Quienes habitan hace décadas el suelo comodorense pueden dar cuenta de lo ocurrido en el año 1968, donde el viento llegó a velocidades impensadas y generó un caos sin precedentes en la pujante Capital del Petróleo.

El Comodorense se contactó con dos vecinos que vivieron el terrible temporal de aquella época que dejó secuelas en muchos que lo vivieron, quienes hoy tienen un respeto especial al viento y hasta, en sus palabras, temor.

LA CADENA HUMANA Y UNA AMBULANCIA SALVADORA

Graciela Soneyra transitaba sus primeros meses en la ciudad de Comodoro. Había venido a radicarse al sur en el 1968, que estaba llegando a su fin. Junto a su familia, se instalaron en una casa al lado del Hospital Alvear del barrio General Mosconi.

Aquel 11 de diciembre, junto a su hermana tomaron la línea 2 hacia el Colegio Perito Moreno. “No había mucho viento a esa hora. Cuando pasamos por El Infiernillo se movió mucho el micro, pero llegamos”, relata Graciela a este medio.

Ya en el colegio se percibía que afuera había mucho viento, hasta incluso más que el habitual al que están acostumbrados los comodorenses. “Veíamos sobre el mediodía mucha tierra y piedras pequeñas golpeando las ventanas”, detalla.

Al salir de la institución educativa supieron que lo que estaba sucediendo era algo extraordinariamente aterrador. Lo que no imaginaban es que estaban ante ráfagas de 240km/h, algo sin precedentes en la ciudad desde su fundación. Los alumnos que estaban allí juntos decidieron tomarse de las manos formando una cadena humana, y caminar hacia el centro.

Una vez allí presenciaron algo que Graciela no pudo olvidar hasta el día de hoy. “Llegamos a la entrada del Comodoro Hotel y era impensado ver las piedras que caían del Chenque”. La escasa presencia de edificios altos permitía ver cómo el icónico cerro comodorense se deshacía con el viento.

Imágenes de la edición del Diario Crónica del 12 de diciembre de 1968.

El implacable viento levantaba todo lo que estaba a su paso, aunque el grupo de jóvenes de 15 años aún no sabía lo que sucedía en otros puntos de la ciudad, puesto que en la época los medios de comunicación eran limitados. Claro, no había internet en esa época y el servicio de telefonía estaba gravemente afectado.

“Cortaron la Ruta, por lo que al Km3 no podíamos pasar. Éramos varios de allí. El resto los padres fueron a buscar en auto”, recuerda la vecina, hija del administrador del Hospital Alvear en ese entonces, quien “mandó una ambulancia que como pudo nos llevó” no sin atravesar momentos de angustia por estar constantemente “salvándonos de volcar varias veces”.

Afortunadamente lograron pasar para el barrio General Mosconi y volver cada uno a sus casas. “Es algo que le conté a mis nietos alguna vez, y el domingo me tocó revivirla. Con casi 70 años ya te aseguro que al viento no lo resisto”, confiesa Graciela, que ante cada temporal la retrotrae a aquella niña de 15 años y la odisea que vivió en el día que más fuerte sopló el viento en la ciudad desde que existen registros.

SALVARSE LA VIDA POR SALIR DEL REFUGIO

El caso de Sergio Mariman es distinto. El temporal lo dejó sin hogar a él y la señora que lo criaba. Ese día el viento empezó a soplar fuerte desde temprano, y de un momento a otro todo se descontroló.

“Era una mañana cuando la señora que me criaba, me despertó asustada por el fuerte viento, poniendo en resguardo lo poco que teníamos”, recuerda el hombre, que en ese instante no sabía que la decisión de salir del hogar que les daba refugio de las ráfagas les terminaría salvando la vida.

En su patio tenían tambores de metal en los que juntaban agua. Con la intención de salvar sus pertenencias, los vaciaron y comenzaron a colocar allí algo de ropa y elementos de cocina. “Los tapamos con piedras para que no se los llevara el viento”, describe Sergio.

“En ese preciso momento pude ver una ráfaga de viento que levantó de cuajo por el aire el pequeño rancho donde vivíamos, no dejando nada en el lugar”, cuenta reviviendo el angustiante momento en que su hogar se desvaneció por completo.

«Pude ver una ráfaga de viento que levantó de cuajo por el aire el pequeño rancho donde vivíamos, no dejando nada en el lugar»

Pese a su corta edad aún están en su retina las imágenes de los momentos donde “muchas personas que habitaban en la zona corrían para resguardar sus precarias viviendas para que no fueran arrasadas”.

El viento mermó por la noche, cuando fueron socorridos por personal del Ejército Argentino que salió a las calles para ayudar a los comodorenses que quedaron con lo puesto tras perder sus casas. Ellos “nos armaron una carpa y nos dejaron una caja con alimentos y agua”.

Como Graciela, Sergio también revive esos instantes cada vez que las ráfagas golpean su ventana. El temporal del pasado domingo fue una muestra del poder del viento que suele castigar seguido a Comodoro, su hogar, y cada tanto recuerda lo que es capaz de generar incluso en una ciudad preparada para estos eventos climáticos.

Quienes lo vivieron, en cada temporal, al mismo tiempo que incrementa la velocidad del viento, también lo hacen sus deseos y oraciones para que no sea otro 11 de diciembre del 1968.

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