La desinformación se contagia aún más en tiempo de confinamiento obligatorio. La importancia de confiar en los medios profesionales.
Más de 300 iraníes murieron como consecuencia de la mala información. No del coronavirus que se expande por todo el mundo. Consumieron metanol creyendo que así podrían eliminar los males que causa el COVID-19 y curarse definitivamente. Lo habían leído en algunas redes sociales y cadenas de mensajería instantánea. Desesperados, lo ingirieron. Ese tipo de creencias no es exclusiva de aquel país y, similares, se extienden por todo el mundo. Café, té, sopas y demás infusiones serían ideales para combatir la cepa maligna que muere a cierta cantidad de grados centígrados. También se promocionan brebajes milenarios, alguna que otra pócima y hasta nadar por alcantarillas.
El virus mata, pero las fake news también. Mucho más cuando emerge de la boca de mandatarios como Nicolás Maduro o Jair Bolsonaro. El dictador venezolano promueve un mejunje de malhojillo, jengibre, saúco, pimienta negra, limones amarillos y miel. Se lo dictó y recomendó un “científico” que tampoco es médico. Sirio Quintero -de él se trata- asegura que el coronavirus es un arma de bioterrorismo y que puede ser curada con el remedio natural que él receta. “Yo confío en el médico, el que quiere que lo haga y el que no que me respete. Ya yo hice nueve botellas de preparado con Cilia (Flores, su esposa) y como dice el médico cada cierto tiempo me lo tomo”, promovió el pasado 24 de marzo el hombre del Palacio de Miraflores.
Por su parte, Bolsonaro dijo confiar en la genética que desarrolló el ciudadano de su país a lo largo de los tiempos para no contagiarse. «El brasileño tiene que ser estudiado. Él no se contagia. Puede verlo saltar a una alcantarilla, bucear, ¿verdad? Y nunca le pasa nada. Yo creo que hay mucha gente que ya se ha contagiado en Brasil y ya tienen los anticuerpos que ayudan a que no siga proliferando”.
A cada minuto, los teléfonos celulares -el dispositivo que conecta a miles de millones extramuros en tiempos de cuarentena- explotan con todo tipo de material: memes, audios apocalípticos, videos, falsos profetas, hipótesis sobre la cepa mortal y supuestas teorías en torno a lo que ocurre en todo el mundo con la pandemia nacida en Wuhan, China en noviembre pasado y que ya cuenta más de 35 mil muertos en todo el mundo.
Una gran porción del espacio que serviría para la comunicación responsable es ocupado en la divulgación de información falsa, como el brebaje de Maduro, la fortaleza inmortal de los brasileños o los sanadores cafés calientes, que circulan peligrosamente y sin ningún fundamento por las redes sociales. ¿No es momento de utilizar las vías de comunicación en lo que realmente importa y lo imprescindible y con la seriedad que los tiempos demandan? Reenviar datos y consejos sin confirmar también contagia.
Las publicaciones que pueden encontrarse en sitios de noticias suelen estar respaldados por el profesionalismo de quien la escribe o emite y con la seriedad que la precede. En los medios profesionales no escapamos a la lógica que vive el mundo. Nuestra responsabilidad, sin embargo, nos empuja a continuar informando como hasta ahora, llevando al extremo la rigurosidad que nos caracteriza desde siempre.
Las historias y los consejos de médicos y enfermeros -los verdaderos héroes de esta era-, científicos, universidades y organismos internacionales -desvelados en encontrar una cura-, las vidas de los pacientes y las víctimas que no deberán ser olvidadas detrás de una estadística y las decisiones políticas, económicas, estarán siempre primero publicadas en un medio de comunicación de renombre, con la exactitud que exige el momento y en cualquiera de los formatos: texto, foto, video, audio. Ninguna cura, tratamiento o vacuna -por más reciente que éstas sean- se conocerá primero por un mensaje reenviado.
Para ello es de vital importancia mantener un vinculo fluido que permita una interacción permanente entre el medio y sus diferentes audiencias para no caer en falsas esperanzas o en exagerados pronósticos. El desafío es, pues, tratar de apartarse de la tentación de cadenas o audios que circulan sin certeza alguna. Esto es, menos WhatsApp para informarse en tiempos de cuarentena y mucho más periodismo.
Fuente: Infobae