Hay otra Argentina posible, con mayor igualdad, con mayores oportunidades de desarrollo para todos. Por Alberto Fernández*.
Los argentinos y las argentinas no somos responsables del país que nos dejó el gobierno de Mauricio Macri. Hay otra Argentina posible, donde cada uno se sienta digno de ser argentino. Ese otro país, que añoramos, queremos y merecemos, debe ser el fruto de un amplio debate de ideas entre todos y todas. Una apuesta por el pensamiento, el intercambio de pareceres, la puesta en marcha de una gran inteligencia colectiva.
Tenemos la suerte de contar hoy con una nueva generación intelectual, científica y académica que no solo piensa la política, sino que además tiene la voluntad de practicarla y, lo más significativo, de transformarla. Rodolfo Walsh señalaba que “un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante”. Afortunadamente, hoy encontramos cientos de hombres y de mujeres interesados en comprender los tiempos que corren y en comprometerse con la práctica política necesaria para cambiar la realidad.
Por eso, para mí es un gusto prologar este libro de Agenda Argentina, que reúne muchas de las voces de esa generación y muchas de sus preocupaciones. A lo largo de los capítulos se puede vislumbrar por dónde pasan los dilemas recurrentes y los recursos de ese otro país que debemos construir con trabajo, educación, salud, ciencia, tecnología y, sobre todo, con ideas.
Nunca creí en la obediencia. Obedecer no es la forma propia de la política. Obedecen los ejércitos. Para nosotros, que llegamos a la política de la mano del pensamiento, la reflexión crítica, los valores y las convicciones, el método es discutir. Discutir, discutir y discutir. Poner sobre la mesa los problemas que nos preocupan y luego encontrar la síntesis que nos lleve a la mejor solución. Sin duda, esto configura un desafío para quienes nos dedicamos hace tiempo a la política. Los que nos autodefinimos como dirigentes políticos hemos comprendido, no sin dificultad, que si un intelectual o una intelectual decide, no ya solamente pensar o escribir sobre la realidad sino intervenir con la acción necesaria para transformarla, su aporte será infinitamente mejor a cualquier otro que podamos encontrar entre los tecnócratas del mundo empresarial o de los organismos de crédito internacional.
Por este motivo, nuestro propósito como dirigentes es darles cada vez mayor protagonismo, abrirles las puertas a nuevas oportunidades y ayudarlos a crecer en responsabilidades. No debemos tenerles miedo a los que se dedican a pensar. Quienes así lo hacen en verdad se asustan del debate, de la discusión entre distintos puntos de vista y perspectivas. Muy por el contrario, en este camino de transformación que la Argentina necesita imperiosamente, el debate de ideas debe ser nuestro método de trabajo.
Para comenzar a transitar esta senda es necesario convocar a quienes quieran discutir e involucrarse en la construcción de un país distinto al que nos deja Macri. Pensar, organizar y llevar adelante un proyecto de nación es responsabilidad de todos. Nadie al que la realidad le resulte injusta o angustiante puede quedar al margen.
La Argentina que viene es muy difícil. Estará llena de dificultades. Uno de cada dos chicos ya es pobre. Si no garantizamos que cada niño o niña tenga un lugar donde estudiar, si no hacemos los esfuerzos necesarios para que cada adulto tenga dónde trabajar, si no logramos que nuestros jubilados tengan los ingresos y la cobertura de salud que merecen, difícilmente podremos apostar a la construcción de conocimiento, a activar la gran capacidad intelectual de que disponemos.
El gobierno de Macri solo ha sabido distribuir penas. No es verdad que estemos condenados a esta triste realidad ni mucho menos que la merezcamos. No hay ninguna fiesta que pagar, ni sacrificios que realizar que nunca serán reconocidos. Debemos poner en marcha la esperanza ahora.
Como argentino me avergüenzo de que haya compatriotas que
deban buscar en la basura su sustento diario o que mueran de frío en las calles
de nuestras ciudades. La Argentina está en default, no solo económico sino
también social, y es nuestra responsabilidad como gobierno ejecutar las
políticas necesarias para salir de esta situación. Sabemos cómo hacerlo. Lo
hicimos con Néstor en 2003, lo volveremos a hacer ahora con Cristina.
Terminar con la pobreza es para nosotros un mandato moral. Nadie debería dormir
tranquilo sabiendo que hay un compatriota o una compatriota padeciendo
indigencia. Para terminar con esta inmoralidad, están por supuesto las
políticas públicas y la decisión de establecer prioridades. Pero además se
trata de abrazar a todos los argentinos de buena voluntad que quieran construir
un país mejor.
También a los que fueron estafados por el gobierno de Macri, engañados por sus promesas de campaña. A ellos les tendemos nuestra mano fraterna para comenzar a trabajar juntos nuevamente. Ya hemos pasado mucho tiempo separados y eso ha sido un error. No debemos volver a cometerlo. La verdadera disputa, política e intelectual, es y será con aquellos que creen que podemos tener futuro como país con los niveles de pobreza y desesperación que hoy existen.
Hay otra Argentina posible, con mayor igualdad, con mayores oportunidades de desarrollo para todos y todas. Donde cada argentino de Salta, Jujuy, Formosa y Misiones pueda avanzar con sus proyectos sin necesidad de mudarse a grandes ciudades. Donde cada habitante de las frías zonas de Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego, islas Malvinas e islas del Atlántico Sur pueda encontrar en su lugar de origen las condiciones para concretar sus sueños.
Este es sin dudas el verdadero problema que debemos debatir: qué destino queremos para nuestro país. La experiencia internacional nos ha enseñado que las sociedades ricas son las que apuestan a la ciencia, la tecnología y el conocimiento. A la inteligencia, a la imaginación y a la investigación. Y para eso resulta crucial poner a circular las ideas y los debates democráticos y plurales que de ellas resulten.
Por eso convocamos a pensar el futuro, a debatirlo, a construir la Argentina que viene, donde todos nos sintamos dignos de ser parte de nuestro país, y llamados a apropiarnos de este sueño colectivo.
*Prólogo del libro Hablemos de ideas, Siglo XXI Editores.