Cuando falleció la madre de Jorge Luis Borges, a los 99 años, una vecina comentó que era una pena que doña Leonor no hubiera llegado a los 100 años. Borges, que estaba allí, le contestó: “Me parece que exagera usted el prestigio del sistema decimal”. Habría que ver si opinaría lo mismo si se tratase del nivel de inflación, publicó La Nación.
Lo más probable es que el martes el Indec muestre que la inflación sobrepasó el 100% interanual en febrero, nivel que no se alcanza desde octubre de 1991. Se requiere que sea 5,4% o más ese mes para marcar este récord en el siglo XXI. La mayoría de las estimaciones privadas apuntan a una inflación del 6%.
Sin querer exagerar el prestigio del sistema decimal, lo cierto es que la aceleración de la inflación por encima del 100% tiene consecuencias muy importantes en muchas dimensiones. La primera es que, con tasas de inflación elevadas, el sistema de precios deja de servir de referencia. Los precios son señales que marcan a productores y consumidores si un bien o servicio está caro o barato, y, por lo tanto, si conviene producir más o menos, en el caso de los productores, y si conviene comprarlo o no, en el caso de los consumidores. Cuando la inflación supera ciertos niveles, el sistema de precios deja de tener valor. No se sabe si algo está barato o caro hoy, y mucho menos dentro de unas semanas o unos meses
Que la inflación llegue a niveles en los que el sistema de precios deja de funcionar trae dos secuelas. La primera es que es contractiva para la economía. No hay inversión posible en este entorno. Llega un punto en el que a los productores no les conviene producir, y a los comerciantes no les conviene vender, dado que no conocen el costo de reposición de lo que vendieron. La segunda secuela, ligada a la primera, es que, para manejarse en un entorno como este, la economía se dolariza. El 3 de marzo, Melisa Reinhold reportó en LA NACION que en algunos comercios del país los precios de las zapatillas y otros productos de indumentaria ya se publicitan en dólares. Este es solo el comienzo. Los pesos, que ya hace rato perdieron su rol como reserva de valor, a partir de un cierto nivel de inflación dejarán de cumplir su rol como unidad de cuenta de la economía. Y la economía necesita una vara de medida relativamente estable para poder operar y, dado el aumento de la inflación, el peso está dejando de proveer ese rol. Para simpatizar con Borges, no sé si ese nivel es exactamente el 100%, pero seguramente se le parece mucho.
La otra consecuencia de la aceleración de la inflación por encima del 100% es que probablemente la pobreza vuelva a exceder el triste récord del 40%. La inflación afecta especialmente a quienes tienen ingresos fijos y no tienen ahorros, y, por lo tanto, la tasa de pobreza sube en períodos de aceleración inflacionaria, y viceversa. La caída de la inflación en 2017 permitió llevar la tasa de pobreza a un mínimo reciente de 25,7% en el segundo semestre de ese año. Su aceleración posterior, y la crisis de empleo y la pandemia, la llevaron al 42% en el primer semestre de 2020. El crecimiento de la economía pospandemia permitió que caiga al 36,5% durante el primer semestre de 2022. En pocos días el Indec publicará los datos de pobreza e indigencia del segundo semestre del año pasado. Martín González Rozada, investigador de la Universidad Torcuato Di Tella y experto en estos temas, espera que sea del 39,6%. Si le pega en el poste al 40%, casi seguramente lo supere en el primer semestre de 2023, en el que a la aceleración de la inflación se le sumará la contracción de la actividad económica.
Uno de los principales problemas para el Gobierno es justamente que la base de la pirámide social es la que más está sintiendo el rigor del ajuste. En 2022, por ejemplo, el salario de los empleados no registrados cayó 15% contra la inflación. Según un artículo de Guillermo Oliveto, publicado el 6 de marzo en LA NACION, la venta de productos básicos –alimentos, bebidas, cosmética y limpieza– cayó 1,6% interanual en enero, pero en los autoservicios de barrio la caída fue de 9%. Ni que hablar cuando los efectos de la desaceleración de la construcción se hagan sentir en el empleo en ese sector. La producción de cemento cayó en cuatro de los últimos cinco meses.
Esta tendencia, lamentablemente, se va a acentuar en los próximos meses. Las últimas estimaciones agrícolas muestran que la producción de los cuatro principales cultivos –soja, maíz, trigo y girasol– va a caer, como mucho, a 82 millones de toneladas, un 32% menos que la cosecha anterior. Esto implicará entre US$16.000 y US$20.000 millones menos de exportaciones en 2023.
Esto nos lleva al tercer récord que la economía argentina va a romper en las próximas semanas. Dejando de lado el desembolso de los compañeros del FMI, las reservas internacionales caerán en más de US$7000 millones durante el trimestre cerrado en marzo. Este nivel marcará un récord para períodos donde tanto las importaciones como la compra de divisas están encepadas.
Las reservas internacionales netas (es decir, restándoles los pasivos como los encajes de los bancos por los depósitos que tienen en dólares) terminaron 2022 cerca de los US$6800 millones, pero a esta altura deben estar cerca de los US$2500 millones. Según el programa original con el FMI, el Banco Central (BCRA) debía llegar a contar con reservas netas por US$11.375 millones a fin de año. Pero es obvio que, con este nivel de exportaciones, lo más probable es que este gobierno casi no le deje reservas netas al próximo.
Para evitar perder muchas más reservas internacionales, el ajuste de las importaciones en los próximos meses va a ser brutal. El Gobierno quiere evitar un ajuste de compras externas por precios, dejando la devaluación del tipo de cambio oficial a la próxima gestión. Pero, en su lugar, deberá apretar aún más las restricciones cuantitativas, lo que terminará impactando más en la producción y en el consumo.
Entre los efectos directos e indirectos de la cosecha, la aceleración de la inflación y el impacto de las restricciones a las importaciones, la economía se encamina a una caída de cerca del 3% en 2023, y el consumo a un descenso cercano al 5%. Estos números hacen un hazmerreír al mentado éxito del Gobierno de patear los costos del ajuste al próximo presidente. El ajuste está con nosotros, y lo siente más la base electoral del peronismo.
La otra pata de este supuesto éxito está dada por el canje de deuda que se implementó la semana pasada. El equipo económico le ofreció el oro y el moro a los bancos para que entren al canje, incluyendo la posibilidad hasta ahora prohibida de pagar algo de dividendos a sus accionistas, facilidades para cumplir con los encajes de los depósitos y una opción de vender los nuevos bonos al BCRA. Los títulos, en parte, están indexados a la inflación, y, en parte, al tipo de cambio oficial, que seguramente tendrá una fuerte suba antes que venzan los nuevos papeles ofrecidos por el Gobierno. Es decir, un regalo a cargo de los contribuyentes, a pagar por el próximo gobierno.
Pero las cosas no son tan simples. El mercado, los empresarios, los comerciantes y los ahorristas miran lo que pasará mañana para tomar decisiones hoy. La perspectiva de que la siguiente administración reciba un Banco Central sin reservas, una deuda que probablemente tenga que ser reestructurada y un tipo de cambio atrasadísimo no van a ser inocuas para lo que pase en los meses previos a la elección.
Ni que hablar si el mercado logra hacer “2+2″ con las implicancias electorales de lo que está ocurriendo en la economía. Si miraran con detenimiento los resultados de las elecciones de la ciudad de Buenos Aires de 2021, se darían cuenta de que a Javier Milei le fue mejor en las comunas de menor nivel de ingreso, como Villa Lugano (la 8), Mataderos (la 9) y Retiro (por la Villa 31). El peor resultado lo obtuvo en Recoleta. Es decir, si el golpe a los sectores de menores ingresos se profundiza de aquí a las elecciones (lo que creo que va a ocurrir), la posibilidad de que Milei dé un batacazo en las PASO de agosto –más a costa del Frente de Todos que de Juntos por el Cambio– no es menor.
La principal propuesta de Milei es dolarizar la economía. Si hacen la cuenta de los activos en dólares que tendrá el BCRA a fin de año y todos los activos en pesos que hay que dolarizar, se darán cuenta de que solo se podrá implementar con una hiperinflación y/o con un plan Bonex previo. Ante esta perspectiva, la demanda de pesos y de activos en pesos se desplomaría si a Milei le va a bien en las PASO. Nadie se querrá quedar con activos que van a ser licuados o reestructurados. El mercado querrá usar la opción de venta de los bonos que otorgó el BCRA y, por lo tanto, seguirá monetizando los bonos del gobierno, como viene haciendo desde junio de 2022 por varios billones de pesos.
Y, así, el trabajo conjunto del FMI y del Gobierno podría lograr un récord nunca visto en la historia: entrar en hiperinflación estando dentro de un programa con el Fondo.