En Rumania existen las Trovants, formaciones rocosas vivas y únicas gracias a su capacidad de multiplicarse. Tienen secretos que las convierten en un tesoro.
En un pequeño pueblo de Rumania llamado Costeşti, existen unas enigmáticas piedras llamadas «Trovants» (piedras que crecen) que son formaciones rocosas vivas y únicas gracias a su capacidad de multiplicarse. Aunque a simple vista pueden parecer piedras normales, los minerólogos descubrieron los secretos que las convierten en un tesoro sin igual, consigna Clarín.
Están formadas por un núcleo de piedra dura, y el resto está compuesto de arena, dispuesta a modo de caparazón. Los científicos determinaron que tienen una antigüedad de 6 millones de años y en su principio habrían sido unos pequeños guijarros hasta alcanzar en la actualidad los 10 metros. Pero no crecen rápido: pueden tardar 1.000 años en aumentar entre 4 y 5 centímetros.
El secreto para el crecimiento de estas piedras se esconde en el agua, concretamente en aquella que es rica en carbonato de calcio, esencial para hacer que la roca crezca en presencia de agua de lluvia, pero los científicos no pueden explicar como crean materia nueva.
Cuando los científicos cortaron las piedras a la mitad, pudieron comprobar que están formadas por arena cementada y sales minerales, pero además, observaron extraños anillos, semejantes a los que se ven al cortar un árbol, lo que permite averiguar su edad. Por esta razón muchos investigadores y expertos creen que se trata de una «forma de vida inorgánica».
Los trovants presentan extrañas formas a medida que crecen, pueden ser cilíndricos, nodulares o esféricos, pero siempre tienen una superficie lisa y sin bordes.
Pero lo más enigmático de estas piedras, además de aumentar su tamaño, es que son capaces de desplazarse a través del terreno. Para dar una explicación a este increíble movimiento, han surgido algunas teorías como la existencia de un extraño magnetismo o que en esta región hay desconocidos vórtices de energía.
Las trovants fueron descubiertas a principios de los años ’40, cuando observaron que cientos de rocas esparcidas por el valle dejaban unas misteriosas huellas, como si se hubieran desplazado. Algunas son pequeñas, pero otras pueden llegar a pesar hasta 320 kg.
La rocas fueron declaradas monumento de la humanidad por la Unesco y siguen encerrando misterios por ahora inexplicables. Para verlas hay que ir a Costeşti a lo largo del río en Gresarea Brook, aproximadamente a 15 km de Horezu.