Hasta el día de hoy es un misterio que no se logró resolver.
El supuesto paso de un meteorito en Alaska con la fuerza de 300 bombas atómicas que no dejó rastro, terminó siendo llamada “el misterio de Tunguska”.
La razón es que nunca se pudo encontrar rastro del cuerpo que provocó la caída de 80 millones de árboles en el bosque debido a la energía que liberó en el presunto impacto.
Ocurrió en 1908 y más de 110 años después, aún no se pudo revelar la incógnita de qué fue lo que generó semejante desastre en la zona.
Un área de 2 mil 100 kilómetros cuadrados de bosque quedó afectada con la caída de los árboles e incluso la incineración de los más cercanos al impacto.
La onda expansiva de la explosión con la energía de 300 bombas atómicas se llegó a registrar en Europa.
Recién en 1921 una persona intentó llegar al sitio del impacto, que era prácticamente inaccesible en la época. Fue Leonid Kulik, científico del Museo de Mineralogía de San Petersburgo y experto en meteoritos quien intentó acercarse a la zona, sin éxito.
Seis años después, en 1927, encabezó una expedición que si logró llegar al lugar del impacto y se llevaron una sorpresa enorme: el evento no dejó ningún cráter de impacto, sólo un área de 4 kilómetros de diámetro donde los árboles se mantenían aún en pie, pero sin ramas ni corteza. A su alrededor, miles de kilómetros más de árboles derribados marcaban el epicentro, pero increíblemente, no había evidencia alguna de un cráter o restos de meteorito en la zona.
LA EXPLICACIÓN DEL EVENTO TANGUSKA
La NASA considera que el evento de Tunguska es el único registro de la entrada de un meteoroide de gran magnitud a la Tierra en tiempos modernos; sin embargo, desde hace más de un siglo, las explicaciones sobre la inexistencia de un cráter o material del meteorito en el sitio del supuesto impacto han inspirado cientos de artículos científicos y teorías de lo que sucedió exactamente en Tunguska, expone NatGeo.
La versión más aceptada en la actualidad asegura que la mañana del 30 de junio de 1908, una roca espacial de aproximadamente 37 metros de ancho penetró la atmósfera terrestre a una velocidad de 53 mil kilómetros por hora, suficiente para alcanzar una temperatura de 24 mil grados celsius.
Esta explicación asegura que el bólido de fuego que iluminó el cielo no hizo contacto con la superficie terrestre, sino que explotó a ocho kilómetros de altura, provocando la onda expansiva que explica el desastre y los millones de árboles caídos en el área de Tunguska.
Y aunque otras teorías más disparatadas sin sustento científico consideran que el evento de Tunguska pudo haber sido el resultado de una explosión de antimateria o la formación de un mini agujero negro, una nueva hipótesis formulada en 2020 apunta explicaciones más contundentes:
Según un estudio publicado en la Royal Astronomical Society, el evento de Tunguska efectivamente fue provocado por un meteorito; sin embargo, se trató de una roca formada por hierro que alcanzó los 200 metros de ancho y rozó la Tierra a una distancia mínima de 10 kilómetros antes de seguir su órbita, dejando a su paso una onda de choque de tal magnitud, que provocó que el cielo ardiera y los millones de árboles quedaran derribados.