Blake Leibel nació rico y poderoso el 8 de mayo de 1981 en Toronto, Canadá. Su padre Lorne Leibel era un magnate de la construcción y formaba parte de una de las familias más influyentes del país. Había sido, además, un héroe deportivo (regatista olímpico), caído en desgracia al ser el primero en dar positivo en una prueba antidoping en los Juegos Olímpicos, según publica Infobae.
Su madre Eleanor era también una heredera de millones: sus padres Paul y Leona Chitel, habían fundado en 1957 una importante compañía de plásticos de Toronto hoy llamada Polytarp Products. Leona había sido diagnosticada con un grave desorden bipolar y presentaba un historial de fragilidad mental. Paul había sido un hombre intenso y bravo. Esos eran los genes que le venían a Blake por sus abuelos maternos. Al morir sus padres, Eleanor y su hermana, compartieron la herencia. A ella le tocaron más de 12 millones de dólares en propiedades y una gran cantidad de efectivo.
Blake creció con su hermano Cody en la opulencia. Su infancia transcurrió en el exclusivo barrio Forest Hill sin saber qué era una necesidad insatisfecha. Todo fue felicidad hasta que sus padres se separaron. Cody partió a vivir con su padre Lorne; él se quedó con su madre Eleanor. La relación de la familia dividida se volvió casi nula. ¿Qué había pasado? De eso no se sabe.
Lastimar “cosas”
Al cumplir la mayoría de edad, la familia le asignó a Blake una mensualidad de 18 mil dólares. Podía disponer de esa suma libremente. A pesar de no tener el incentivo de la necesidad para trabajar, tenía la ilusión de ser creador de cómics, guionista cinematográfico y director de animación. En 2004, con 23 años, decidió probar suerte y trasladarse temporalmente a la ciudad de Los Ángeles, en Estados Unidos, en busca de un futuro en ese mundo. Se fue con dos amigos y socios, otros hijos de millonarios canadienses: Jack Latner y Lawrence Longo.
Dinero no les faltaba. Eran los hijos de la clase alta de Toronto. Fundó con ellos su propia compañía Fantasy Prone con la que encararon trabajos. Blake se definía a sí mismo como un artista “creador de nuevos mundos”. En 2008 participó como director y consultor creativo en la serie de dibujos animados Spaceballs, basada en la película homónima de Mel Brooks.
Un año después, escribió y dirigió su propia comedia, Bald, que nunca llegó a los cines y salió directamente en DVD. Lo siguió intentando y, en 2010, publicó su novela gráfica de terror Syndrome con la que obtuvo algún reconocimiento. También publicó con su empresa una serie de ciencia ficción llamada United Free Worlds y un libro para chicos llamado Gold Medal Rabbit.
La novela cuenta el intento de un doctor llamado Dr. Wolfe Chitel -un neuropatólogo loco al que le puso su propio apellido materno- de probar una teoría para aislar la raíz del mal en el cerebro humano. Con ese objetivo el personaje hacía horribles experimentos con un asesino en serie, su conejillo de Indias, y así buscaba curar las enfermedades que llevaban a esos hombres a hacer cosas terribles. En algunas de las truculentas escenas dibujadas por Blake se ve a una pareja que cuelga de los tobillos con los cuellos cortados para que les drene toda la sangre de sus cuerpos. En el prólogo del libro de viñetas Blake Leibel se anima a interpelar al lector: “Si te encantara lastimar cosas, ¿qué harías?”.
Años después este libro sería objeto de una “autopsia literaria” para resolver un crimen.
Cuando perder es mejor que encontrar
En 2010 el escritor de cómics millonario conoció a quien sería su mujer: Amanda Braun, una bellísima ex modelo. Pisando los 30 años, y cuando su esposa esperaba a su primer hijo, a su madre le diagnosticaron cáncer cerebral. Murió a comienzos de 2011. Tan importante había sido Leonor en su vida que Blake no pudo asistir a su funeral. Como si no ser testigo de la despedida de su madre impidiera, de alguna manera, la tremenda pérdida.
Blake se empeñó en pelear por el millonario patrimonio materno. Heredó gran parte: la casona de Forest Hills de Canadá, una gran colección de arte, un condominio de lujo en Los Ángeles y varios millones de dólares en cash. Desaparecida su madre decidió poner en venta la mansión canadiense e instalarse ya definitivamente en Los Ángeles. La propiedad se vendió en 5,5 millones de dólares. La pérdida aceleró las cosas. Blake le propuso a Amanda casamiento y lo concretaron en marzo de 2011, justo un mes antes de que naciera el primer hijo de la pareja. Se instalaron en la casona estilo Tudor, construida en 1926, en Beverly Hills que tenía Blake. Ahora eran una familia constituída. Tenían un limonero en el porche y él asistía con regularidad al club privado llamado Soho House, en Sunset Boulevard, a pocos minutos de su casa.
A dos años de la muerte de su madre, en 2013, Blake llevó a juicio a su padre por no haberlo mantenido durante su adolescencia. No era por el dinero en sí porque no lo necesitaba, era por resentimiento.
El demandado le dijo a la corte que tanto él como la madre de Blake le habían dado casi dos millones de dólares en siete años para su manutención y pudo demostrarlo. Blake perdió el juicio y sus abogados le reclamaron 400 mil dólares por honorarios.
A principios de 2015 Blake comenzó a tener un comportamiento distinto al habitual. Se lo veía paranoico y errático. Para julio, en pleno verano, y cuando Amanda estaba embarazada de ocho meses de su segundo hijo, Blake le pidió el divorcio y se marchó. También se alejó de sus amigos de siempre. Nadie entendió ese cambio tan repentino como radical. Incluso su abogado, Ronald Richards, sostuvo que la separación no era algo esperable porque Blake era muy cercano con su hijo mayor. Amanda estaba desconcertada.
Hoy Amanda debería estar muy agradecida de haberlo perdido justo antes de su brutal transformación en asesino.
Una nueva vida y una amante
Semanas más tarde Blake, el recién separado, conoció a la joven Iana Kasian. Ella tenía 30 años, había nacido en Kiev, Ucrania, en 1986, era abogada y había trabajado como fiscal en su país. Había llegado a los Estados Unidos en 2014 cargada de sueños: su deseo era hablar perfecto inglés y formar una familia en este nuevo país. Cuando conoció a Blake pensó que había encontrado al verdadero Príncipe Azul de los cuentos. Era atractivo, joven, creativo, con dinero de sobra, educado.
Hubo pasión, comidas a la luz de las velas en restaurantes descaradamente caros, viajes sorpresa, regalos impactantes. Él estaba viviendo en un buen departamento en West Hollywood y, enseguida, Iana se mudó con él. Blake estaba tan contento con su nueva y lindísima novia que le regaló un Mercedes descapotable.
A finales de agosto nació el segundo hijo de Blake con Amanda. Y semanas después Iana también quedó embarazada. Blake no conforme con nada, se buscó una amante: Constance Buccafurri. Ellos se habían conocido trabajando y tenían ganas de empezar una productora de contenidos. La instaló en una de sus propiedades a pocos kilómetros de West Hollywood. Blake mantenía varias vidas paralelas y estaba lleno de deseos muy oscuros.
Fue en marzo de 2016 que Olga, la madre de Iana, viajó de Kiev a Los Ángeles. Su hija la había invitado para que la acompañara en la etapa final de su embarazo y en los primeros meses de vida de la bebé que venía. Olga estaba feliz con la llegada de su nieta y su yerno parecía un hombre amable y normal.
El 3 de mayo de 2016 nació Diana Leibel. Y todo cambió. Luego del parto Blake manifestó un cambio abrupto de actitud. Se lo veía muy molesto y fastidiado con la atención que Iana le daba a la bebé.
Olga se alarmó inmediatamente. Empezó a sospechar que algo no estaba del todo bien, la actitud de su yerno no era normal.
Concretar la ficción
Unos días después del nacimiento de Diana, ocurrió algo que marcó un antes y un después en la relación de Iana y Blake.
Blake fue a visitar a su amante clandestina y habría abusado sexualmente de ella. La mujer, quien tenía algunos desórdenes mentales, lo denunció por agresión sexual. La policía fue directamente al departamento donde la pareja convivía con su hija recién nacida. Era la medianoche del 20 de mayo de 2016 cuando lo arrestaron. La acusación dejó perpleja a Iana: sospecha de abuso sexual contra esa tal Constance quien era la amante.
Cuando 15 horas después Blake pagó la fianza de 100 mil dólares y volvió a su casa, Iana ya se había llevado a Diana y se había instalado con su madre Olga en el departamento, a unas cuadras de ahí, que ella había alquilado para su visita. Le dijo horrorizada a Blake que no quería volver a verlo. Enloqueció. Ser abandonado no era una opción. Se vengaría. Fingió sincero arrepentimiento e insistió con obsesión poder hablar con ella a solas. Al fin, Iana cedió: dejó a Diana con su madre en el hotel y fue al departamento donde habían convivido para verlo.
Habían pasado solamente 21 días del nacimiento de su hija cuando ella fue inocentemente al encuentro con su terrorífica muerte.
El plan de Blake era emular aquel inquietante libro Syndrome del año 2010. Ese psicópata obsesionado con mujeres decapitadas y sangrantes.
El 24 de mayo de 2016 Iana llegó al departamento de West Hollywood que habían compartido para tener una breve charla con Blake. Él, en cambio, estaba preparado para llevar a la realidad lo que antes había imaginado para su cómic de horror.
La tortura comenzó apenas él tuvo dominada la situación. Iana estuvo viva durante la mayor parte del ataque. Blake la golpeó, la mordió y la torturó con su cuchillo. Desolló su cabeza, quitó todo su cuero cabelludo hasta dejar el hueso a la vida (que jamás fue encontrado salvo por unos mechones de pelo); le seccionó la oreja derecha con parte de su rostro y de su cuello. Luego la arrastró hasta la bañadera llena de agua dónde intentó drenar toda la sangre de su cuerpo.
Luego de un calvario, que los especialistas calculan en ocho horas, Iana habría dejado de respirar.
El presentimiento de una madre
Olga tenía un mal presentimiento. Estaba inquieta y atenta. Quiso ponerse en contacto con su hija, pero no lo logró. La llamó por celular en seis ocasiones y le mandó decenas de mensajes. Nada. Histérica esa misma noche fue hasta el departamento, golpeó la puerta y gritó. Nadie respondió.
Curiosamente, a la una de la mañana, alguien llamó desde el celular de Iana a su hermana, Evegenia, en Ucrania, pero colgó antes que pudiese responder. Evegenia intentó devolver la llamada, pero Iana no contestó. ¿Podía haber sido un desesperado llamado de Iana para pedir ayuda? Nunca lo sabremos.
A la mañana siguiente y sin dormir Olga fue directo a la policía de la zona. La mujer dijo que temía por la vida de su hija Iana, de la que no sabía nada desde el día anterior. Estaba convencida de que su novio la retenía contra su voluntad y les anunció que tenía un pésimo presentimiento. Convenció a una patrulla de ir con ella hasta el complejo de departamentos de West Hollywood. Golpearon varias veces y nada. Olga quería que tiraran abajo la puerta, pero ellos dijeron que no tenían motivo suficiente para hacerlo.
Es horrible pensar que en ese momento quizá Iana todavía estuviera con vida.
A la mañana siguiente, 26 de mayo, Olga volvió histérica a la policía. Esta vez consiguió que actuaran. Irrumpieron por la fuerza por la puerta de la cocina. No estaban preparados para la escalofriante escena que vieron. Había sangre regando todo el pasillo hasta la puerta de la suite principal la que se encontraba bloqueada con colchones y muebles. Pidieron refuerzos para avanzar. Cuando lo lograron ahí estaba lo que quedaba de Iana. Un cadáver seccionado, pedazos de ella tirados en el piso, charcos de sangre y Blake sentado a su lado con el rostro enteramente arañado.
La ventana de la master suite estaba abierta. Asqueados los agentes lo detuvieron y continuaron revisando la propiedad. En el living estaban el pasaporte de Blake, 4000 dólares en cash y su ropa. En la basura encontraron bolsas de plástico blancas con restos del cuerpo, un cuchillo con mechones de pelo, la oreja derecha de Iana, toallas y sábanas ensangrentadas y una remera que Blake había usado el día anterior. En esas sábanas había huellas de una mano ensangrentada a la que le faltaba el dedo meñique derecho. A Blake le falta el dedo meñique derecho.
“Al final todos nos convertimos en monstruos”
Ninguno de los compañeros de trabajo y los amigos de Blake pensó que él podría hacer algo de una crueldad semejante. Era un tipo raro, un tanto excéntrico, pero bueno y tranquilo. Incapaz de matar una mosca. Eso dijeron. Hubo solo uno que, bajo condición de anonimato, reconoció que Blake estaba demasiado obsesionado con temas de violencia. Al momento del crimen el asesino estaba trabajando en una nueva novela gráfica con el ilustrador de Hollywood Trevor Goring. Pero en las últimas semanas Blake había cortado el contacto y hoy Goring dice sentirse “agradecido por no haber terminado nunca ese trabajo”. Goring había conocido a Amanda, a los dos hijos varones de Blake y a su novia asesinada. Y todo le había parecido siempre muy normal.
En el juicio que se llevó a cabo el 8 de junio de 2018 se demostró cuán errados estaban. Dentro de Blake habitaba ese monstruo perverso. La muerte de Iana, según los peritos médicos forenses, había ocurrido cuando él drenó toda su sangre en la bañadera. Eso era lo peor: había estado viva gran parte del tiempo en el que fue torturada.
Blake negó las acusaciones y dijo ser inocente. El escritor de terror negaba los hechos a pesar de haber sido agarrado con las manos en el crimen.
El fiscal adjunto, Tannaz Mokayef, lo señaló con la mayor crudeza posible. Relató las similitudes halladas por los peritos entre la ficción que el acusado había escrito seis años antes y el sádico homicidio de su novia. Dijo luego que “la evidencia les mostrará que no es solo un asesinato”, es algo mucho peor y que fue un “prolongado ataque donde ella estuvo viva la mayor parte del tiempo que duró su mutilación y calvario”. Acto seguido mostró las fotografías tomadas en la escena donde se veía el cuerpo desollado de Iana.
Olga se tapó la cara, el jurado miró espantado y Blake no se inmutó.
Otra de las fiscales, Beth Silverman, agregó: “Es un depravado (…) Ms. Kasian tuvo una lenta y dolorosa muerte. (…) Blake tiró trozos del cuerpo de su novia como si se tratase de basura (…) Su hija nunca tendrá la oportunidad de conocerla (…)¿Cómo alguien puede hacerle a otro ser humano que supuestamente ama algo así?”. Exhibieron varios de los dibujos del acusado para su libro Syndrome: una mujer decapitada en su cama y una pareja a la que les cortaron la garganta para drenar la sangre. Había un perturbador parecido. Además, mostraron otra de sus ilustraciones sangrientas donde Blake había escrito una algo más que elocuente: “Ellos matan. Nosotros matamos. Al final todos nos convertimos en monstruos”.
La frase de Blake había sido como una confesión anticipada.
Marcianos y control salvaje
Por su parte, la defensa de Blake, el doctor Takasugi, señaló un detalle: increíblemente en las muestras que se tomaron de los nudos hechos en esas once bolsas plásticas hallaron ADN masculino, pero ese ADN no coincidía con el de Blake Leibel. ¿Podrían haber sido cerradas por alguien más?
Silberman rebatió el argumento: “El argumento es para tratar de confundirlos y hacerlos creer que hay otro asesino… Bueno, ¿quién es entonces el verdadero homicida? ¿Cómo explican esa enorme cantidad de evidencia que apunta a una sola persona? (…) ¿Es posible que una nave espacial aterrizara en su departamento y algunos marcianos cometieran este crimen? Yeah, es posible. Pero ¿es razonable? No.” ¿Y cuál había sido el móvil? El control absoluto que quería ejercer el acusado sobre Iana: “Él estaba celoso porque había aparecido en sus vidas la bebé que le robaba toda su atención (…) ¿Cuál es el último acto de control y poder? ¿No es quitarle a alguien la vida?”
Olga Kasian declaró y señaló que Blake Leibel era el “monstruo que arruinó nuestras vidas…” y, cuando el jurado se retiró para deliberar sobre el destino del acusado, ella no pudo evitar explotar en llanto y gritar enloquecida: “Lo siento Iana, lo siento, ¡no pude salvarte!”.
Cuatro horas después el jurado volvió con el veredicto: culpable de asesinato en primer grado, mutilación agravada y tortura.
El juez dictaminó que el crimen había sido de un “inusual salvajismo y de una crueldad inconcebible” y lo condenó a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Y en marzo de 2019 se lo condenó también a pagar 41,6 millones de dólares a la familia de Iana. Ese dinero le servirá a Olga, quien se convirtió en tutora legal de su nieta Diana (hoy de 7 años), para educarla. Luego del juicio Olga volvió a vivir a Ucrania con su nieta. Lo más lejos posible del horror.