Descontado el dato de alta inflación durante Julio, que el INDEC confirmó ayer en 7,4%, la sorpresa económica del día fue la fuerte suba de tasas aplicada por el Banco Central. El incremento de 9,5 puntos porcentuales, mucho mayor al previsto, se inscribe en el giro a la ortodoxia del ministro de Economía, Sergio Massa, quien el martes logró postergar un alto volumen de vencimientos con una propuesta de canje a medida de la incertidumbre de los inversores y el miércoles anunció un aumento de jubilaciones que, aún con bonos extra incluidos, crecerán por debajo de la inflación, lo que implica un ajuste del gasto real en la mayor partida de gasto del Presupuesto.
Con este conjunto de decisiones, que se completaría con una suba de tarifas mayor a la anunciada inicialmente, Massa apunta -según publica Infobae– a un reordenamiento macroeconómico que estabilice las variables financieras, particularmente la brecha cambiaria. Lo cierto es que, aun cuando lo logre, no será a bajo costo.
Más allá del impacto económico concreto que tendrá para el Banco Central el pago de tan alta tasa de interés -equivalente a 1,4% del PBI según cálculos privados entre los intereses de los $6 billones en Leliqs y otro billón en Pases-, la suba de tasas aporta al enfriamiento del crecimiento económico, ya afectado por el férreo cepo a las importaciones que traba la producción en aquellos sectores que estaban, durante el primer semestre, en plena expansión. El encarecimiento del crédito para las empresas por un lado, aportará un nuevo obstáculo a la producción pero también tendría efecto sobre el nivel de consumo, ya que el costo de financiar cuotas o saldos impagos de la tarjeta de crédito acusará el impacto de la decisión del BCRA.
Por ahora, el consenso del mercado proyecta una pauta de 3% de avance del PBI hacia fin de año, este crecimiento se trata en gran medida de una cuestión estadística debido al efecto arrastre de la reactivación post pandemia del año pasado, cuyo efecto fue decayendo durante la primera parte del año hasta empezar a retroceder en los primeros meses del segundo semestre.
“La actividad económica es la variable de ajuste. En la medida que la economía no pueda generar los dólares suficientes y el Gobierno no quiere modificar el tipo de cambio por el temor a la inflación, todos los controles que se van imponiendo, particularmente aquellos a las importaciones, frenan la actividad. El crecimiento ya era variable de ajuste por esas restricciones, ahora se le suma la suba de tasas”, apuntó Camilo Tiscornia, socio de Castiglione &Tiscornia y Asoc. El economista agregó que “en la medida que las tasas se van acercando a la inflación esperada, tienen un efecto depresivo, la actividad no va a tener una buena performance de acá hasta fin de año”.
Trimestre por trimestre, los números van indicando el deterioro. Aunque la economía cerró 2021 con un avance punta a punta de 10,4%, en el primer trimestre de este año el crecimiento fue de apenas 0,9% respecto de los últimos tres meses del año anterior, lo que empezó a marcar los primeros síntomas de agotamiento de la recuperación. El segundo trimestre, en tanto, ya habría registrado signo negativo contra el primero, con una leve caída de 0,2% según el consenso de LatinFocus. De acuerdo a las proyecciones de este relevamiento, durante el tercer trimestre se acentuará la contracción a 1% mientras que podría moderarse entre octubre y diciembre a un retroceso de 0,4%, siempre contra el período anterior.
“Antes de la suba de la tasa, ya veíamos que la actividad del año había tenido su máximo en el segundo trimestre. Por falta de insumos importados, por escasez de energía, por menor inversión y por la mayor inflación que afecta al consumo, la segunda mitad del año no pintaba bien. La tasa se suma a ese panorama. Aunque el efecto de la tasa no es tan fuerte en Argentina porque el crédito es escaso, la suba aporta a los malos pronósticos que ya teníamos para el resto del año”, apuntó Francisco Gismondi, economista de la consultora Empiria.