La paralización obligatoria es una medida “extrema”, pero el Presidente no dudaría en tomarla si la cantidad de infectados pega un salto como en los países más afectados. Debate por la figura del Estado de Sitio.
«Estamos analizando la posibilidad de hacer un corte para darle la posibilidad a la gente de quedarse en su casa. Una serie de días donde digamos: ‘Durante este plazo todos se quedan en su casa’. Está avanzado, estamos buscando el momento”. Aunque por el momento no se concretó, la confesión que hizo el domingo Alberto Fernández, en una entrevista radial, mantiene especial vigencia en horas en las que los casos confirmados de coronavirus siguen creciendo. Es que, pese a mostrarse conformes con el impacto de las medidas adoptadas en las últimas 72 horas para desalentar la circulación de personas, en el Gobierno no sólo no descartan que el Presidente pueda disponer una cuarentena «obligatoria» ó paralización a la italiana: por el contrario, admiten que es una posibilidad que está «en análisis» y que todo dependerá de la evolución de la curva de contagios.
Según altas fuentes oficiales de Casa Rosada, esa medida «no está descartada» pese a que finalmente el fin de semana Fernández se inclinó por un paso «intermedio» -aunque no menor- con el cierre de escuelas y las licencias obligatorias en el sector público y la ampliación para los empleados privados contemplados en los grupos de riesgo. «Esto es minuto a minuto», describen, casi a modo de justificación por aquel amague y resguardándose de un eventual decisión posterior del jefe de Estado.
Más: aseguran que la cuarentena «obligatoria» ó paralización a la italiana es una de las medidas que el jefe de Estado empezó a evaluar la semana pasada, cuando se produjo un fuerte aumento de los casos confirmados y ante el temor de que crezcan los contagios y haya circulación local del virus. «El quería cerrar todo», exponen. Se refieren no sólo a las escuelas y a las fronteras, sino también al sector comercial y a la obligación de las personas a permanecer en sus casas y circular sólo para hacer compras en supermercados y farmacias ó dirigirse a centros de salud.
De hecho, como publicó Clarín días atrás, esa era la intención que Alberto F. planteó en la reunión del viernes ante especialistas e infectólogos. Y así lo deslizó el propio mandatario en Radio 10, cuando sostuvo: «Si logramos que en una semana entera la gente se quede en su casa el virus no circularía, pero eso tiene consecuencias económicas». Pero algunos de sus funcionarios pusieron reparos y lograron convencerlo de postergar una decisión «extrema».
«El tema es cuándo y cómo», razona un encumbrado funcionario con despacho en Balcarce 50, al referirse al seguimiento que se hace de la curva de crecimiento de casos y a sabiendas de que se trata de una herramienta a la que se puede recurrir sólo como último recurso, por el impacto que tendrá en la economía y al dar por descontado que en los próximos días habrá una escalada de la cantidad de casos confirmados. De ahí, por ejemplo, que el Gobierno apunte a que hacia fin de marzo ya haya 35 laboratorios en todo el país que puedan hacer las pruebas de coronavirus, hoy potestad exclusiva del Instituto Malbran, según recupera Diario Clarin.
La duda atraviesa al entorno presidencial y al grueso del Gabinete, cuando analizan las medidas que implementaron países considerados «zonas de transmisión». En esa línea, hay quienes creen que Italia demoró «demasiado» en restringir la circulación.
Obsesionado por seguir de cerca el tema, además de la recorrida que realizó este miércoles en su propio auto, para verificar en persona si había disminuido el caudal de tránsito luego de las medidas adoptadas, el jefe de Estado y su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; mantienen contacto continuo con el ministro de Salud, Ginés González García; y consultan los informes del Malbran.
Cerca del Presidente admiten que es probable que en caso de haber un súbito crecimiento de la curva de casos se endurezcan las condiciones. Y niegan que sólo se pueda llevar a cabo mediante un Estado de Sitio, previsto en el artículo 23 de la Constitución Nacional y cuya última vez fue decretado en 2001, con el impacto simbólico negativo que eso genera. «Ya lo hicimos con la cuarentena obligatoria para los que viajaron. Y se pueden ampliar las restricciones sin necesidad de recurrir a esa figura. Puede hacerse frenando más sectores, cerrando la actividad comercial y dejando abiertos sólo los comercios de productos de primera necesidad», aseguran.
Pero la preocupación en el Gobierno también se extiende a las «historias mínimas» de los funcionarios, por fuera de la gestión. Dirigentes de primera línea empezaron a tomar recaudos puertas adentro de sus casas. En reserva, varios admiten «preocupación» por contraer el coronavirus y propagarlo a sus familias. La mayoría tiene hijos que están en plena cuarentena escolar y permanecen en sus casas durante todo el día.
Un ministro, por ejemplo, confesó a Clarín que al llegar a su casa evita besar a su esposa y a sus hijos y que se «baña» en alcohol en gel antes de cualquier contacto. Otro alto funcionario fue más allá y reveló que esta semana implementó un ritual: «Cuando llego, me meto en el baño, me lavo las manos y me cambio la ropa. Y después saludo».
El temor, incluso, se advierte hasta en los detalles más extremos: este diario pudo saber de dos importantes funcionarios que, al ser invitados a programas de televisión, decidieron maquillarse en sus casas para evitar compartir las brochas y no exponerse a eventuales contagios.