La Argentina oscila entre la extensión de la cuarentena por cuarta vez y la oferta para evitar un default que agravaría el pantano económico en el que la dejaron el coronavirus y la recesión anterior. Ninguno de los dos movimientos augura un futuro cómodo para el país. Sin embargo, desde otras dos naciones, bien diferentes del país llegan señales que traen algo de alivio, manifiesta La Nación.
Angela Merkel se caracteriza por su pragmatismo y por su moderación, pero no por su apego al riesgo. No toma una decisión sin haber evaluado todas las variables involucradas y sin haber procesado la determinación una y otra vez hasta descartar cualquier ingrediente de peligro.
Por eso, el anuncio de hace dos semanas de su gobierno de que había controlado la pandemia y que de allí en más el país se desconfinaría gradualmente pese al alto número de contagios de coronavirus sorprendió a muchos alemanes. Inquietos, algunos gobernadores y científicos se preguntaban si la canciller se había convertido súbitamente en una dirigente temeraria y había abierto el país prematuramente ante la presión de los sectores económicos y las pésimas proyecciones de recesión.
Pero quince días después del anuncio y diez días después de que Alemania empezara a levantar las restricciones, la canciller mostró que, al momento de su decisión, lejos estaba de estar tomando riesgos. El miércoles pasado, se permitió incluso cantar una victoria parcial. «Creo que hoy podemos decir que hemos dejado atrás la primera fase de la pandemia», declaró ante el Parlamento.
Alemania parece tener, por ahora, al coronavirus bajo control: hace dos semanas su número de reproducción -la tasa que indica a cuánta gente contagia una persona infectada- era de 0,7. Hoy, después de haber subido a 1 en los primeros días de la flexibilización, está nuevamente en 0,71. La cifra diaria de contagios incluso bajó, de 2067 el 25 de abril, a 948 hoy, pese a que la circulación y el uso del transporte público, uno de los mayores aliados de la propagación del virus, aumentaron considerablemente, de acuerdo con los datos de movilidad de Google .
Para envidia y asombro de sus vecinos europeos, Alemania transcurrió el inicio del brote con menos trauma y muertos que otros países. Y ahora es el centro de las miradas del resto del mundo, que busca en ese país una hoja de ruta para salir de las cuarentenas sin despertar otra vez al virus.
Alemania no es el único caso de éxito de combate al brote y de flexibilización sin descontrol. Desde Dinamarca a Australia , son varias las naciones que lo hicieron y, de hecho, son 12 los países que empezaron su desconfinamiento esta semana. Pero sí es el país más grande y denso de los que se animaron a dejar atrás la cuarentena.
¿Cómo lo hizo? Merkel dijo hoy que fue gracias a un rasgo al que cada vez apelan más otros dirigentes para levantar el encierro: la responsabilidad individual de los ciudadanos para mantener las reglas estrictas de distanciamiento social y cuidado. «Yo confío en nuestros ciudadanos. La confianza es nuestro principio», advirtió. La canciller contó con varios socios también, los gobernadores, sobre quienes delegó la decisión final de cómo y cuándo salir de la cuarentena.
Los planes fueron minuciosos y graduales, primero algunos comercios e industrias y visitas a familiares, pero solo de dos personas. El rastreo de infectados y de sus contactos es tan esencial a ese plan como los testeos masivos lo fueron al combate inicial de la pandemia. Sin embargo, el gobierno de la canciller, inclinada ella por defender la libertad ante todo, el uso de la app personal de coronavirus será voluntario, a diferencia de lo que sucede en las naciones de Asia que también controlaron con éxito al Covid-19 .
Hasta Bavaria, el estado que concentra un cuarto de los contagios y de las muertes del país, ya se dispone a liberar todos los comercios a partir del lunes y hasta a abrir hoteles y restaurantes y habilitar protestas a fines de este mes.
Una sola condición tienen todas las regiones: en el mismo momento en que la tasa de contagio de los últimos siete días sobrepase las 50 infecciones cada 100.000 habitantes, se restablecen las restricciones. Hoy solo tres distritos superan ese número.
¿Puede servir esa hoja de ruta para la Argentina? Los funcionarios locales suelen cubrirse ante la pregunta y se apresuran a advertir que los argentinos no tienen ni la disciplina ni el comportamiento de los alemanes y que el país tampoco cuenta con un sistema de salud tan robusto como el alemán, que alberga, entre otras cosas, 40.000 camas de terapia intensiva.
Confinada ya durante más tiempo que la potencia europea, la Argentina con un poco más de la mitad de población que Alemania, tiene muchos menos muertos que la nación europea y una tasa de contagio por habitante también inferior. Sin embargo, su número R es mayor y fluctúa de manera inestable entre 1,2/1,3 en el Área Metropolitana de Buenos Aires y menos de 1 en algunas provincias que hace días dejaron de tener contagios.
Por eso, las autoridades locales dicen que llevará más tiempo conducir el R por debajo de 1 -nivel en el que la pandemia está controlada- y dan dos razones: la población susceptible en la Argentina es mayor que en Alemania, ya que la proporción de contagiados es significativamente menor aquí, y el pico aún no llegó. Pero la cuarentena temprana y larga tiene una contraprestación: cuando arribe, a fines de mayo o en junio, «no será un pico europeo ni brasileño», será más benigno.
Ante la presión de una economía que no es la alemana, la lección del país europeo está sí en el gradualismo, la disciplina y el cuidado, ejes centrales de la estrategia de control de la pandemia, pero también de la reanimación del empleo, el consumo y la producción.
Desde China, despega el «consumo revancha»
La economía no es solo el desvelo de la Argentina; no hay país del mundo hoy que no esté agobiado por sus datos de desempleo, recesión, pobreza y hambre.
En Estados Unidos, por ejemplo, el pánico por el desplome económico llevó a varios estados a desconfinarse ya desde la semana pasada, a pesar de que los números norteamericanos de muerte y contagio son dramáticos y bajan con mucho esfuerzo. Pero hay allí otro miedo, y es el temor a volver a la calle y contagiarse. Entre esa sensación y los bolsillos vacíos, el consumo no regresa rápidamente aunque los negocios abran. Sin embargo, desde China llegan señales para el optimismo.
Funcionarios y empresarios chinos empiezan a descubrir, hasta con sorpresa, que el consumo tarda en recuperarse tanto como los ciudadanos pierden el miedo al virus y a la catástrofe económica pero, eventualmente, rebota y con fuerza.
Datos publicados por el gobierno indican que el consumo se cuadruplicó este último fin de semana, largo por el día del trabajo, respecto del primer fin de semana abril, feriado también por el Festival de QingMing.
Los gastos fueron fundamentalmente en turismo de cercanía, ya que las restricciones aún rigen para los viajes de largo alcance. Esa revitalización del consumo y del entretenimiento condujo además a la compañía Disney a anunciar que el lunes reabrirá su parque en Shanghai, uno de los que más ganancias le da. Los analistas incluso empiezan a detectar una tendencia que habían descartado en marzo pasado, el «consumo revancha» poscuarentena se despierta, en especial en electrónicos y, para sorpresa de los especialistas, en bienes inmuebles.
La incipiente recuperación china es dispar, se siente más en el sector manufacturero que en el de servicios y más en las empresas estatales que en las privadas. Tampoco está exentas de desafíos, sobre todo, porque este año será el primero sin crecimiento en 40 años. Sin embargo, los expertos estiman que en tres meses la economía podría recuperar cierta normalidad. Esa visión, excesivamente optimista a juzgar por las proyecciones para otros países, esta semana recibió un muy sorpresivo sustento.
El gobernador del Banco de China , Yi Gang, dijo que la recuperación es mejor de lo esperado.
«Un apoyo financiero muy fuerte ha respaldado la recuperación de la economía», advirtió Yi en un seminario organizado por la prestigiosa revista de negocios Caixin. Y agregó que China continuará la senda de crecimiento, aunque también depende cómo se restablezcan otras economías globales.
La Argentina no tiene ni la energía, ni los recursos, ni la resiliencia económica de China; tampoco puede esperar un shock de demanda como tal vez se insinúe en la potencia asiática. Pero la reanimación y el crecimiento de uno de los tres mayores socios comerciales del país es un dato para ilusionar a los sectores productivos que ayudarán a resucitar a la economía local.