La ansiedad del gobierno de conseguir el aval opositor al presupuesto 2019, que formalizará el ajuste fiscal pactado con el FMI, está motorizada en algo que en la city no es secreto: pese a los 15 mil millones de dólares desembolsados por el Fondo Monetario a fines de junio y los 3000 millones que realizaron en cada uno de los siguientes trimestres, el plan financiero oficial para cubrir los vencimiento de deuda es insuficiente.
Según publica Página 12, con cada vez más dificultad para refinanciar las Letes en dólares, y sin posibilidad de utilizar ni un dólar del FMI para atender esas cancelaciones, según el compromiso del equipo económico con el organismo internacional, el disciplinamiento fiscal es lo único que le queda para mostrar a la dupla Dujovne-Caputo para conseguir que le abran el grifo de dólares de Wall Street. Es una condición necesaria en la lógica ortodoxa de las finanzas globales, aunque ni eso puede llegar a alcanzar por las dudas políticas que se han abierto acerca del destino electoral de la Alianza Cambiemos en 2019.
Las necesidades de financiamiento del año próximo en el mercado local e internacional van de 15.300 millones de dólares, la versión optimista brindada por Dujovne a fondos del exterior a principios de julio, hasta 25.000 millones de dólares, estimada por consultoras de la city. Sin apertura del mercado externo, la refinanciación será muy complicada, en un escenario de suba de la tasa de interés internacional con la economía estadounidense creciendo y en un contexto electoral de muchísima tensión para el oficialismo.
El voluntarismo de economistas oficialistas publicita que el año próximo habrá alivio cambiario con un Banco Central comprando dólares por la cosecha récord y el consiguiente incremento en la liquidación de divisas. La captación de parte de esos billetes verdes facilitaría a Hacienda y Finanzas la tarea de completar el programa financiero. Esa apuesta ignora o disimula que en un año de elecciones presidenciales se incrementa la demanda especulativa de dólares y se retrae la liquidación de divisas de exportadores. Así fue en 2007, 2011 y 2015. Si a ese previsible escenario en 2019 se le agrega la incertidumbre política respecto a la reelección de Macri, el factor más dólares del campo será insignificante y seguirá estando presente el riesgo de la insolvencia.
JP Morgan
Uno de los grandes bancos internacionales que ha sido una pieza clave de apoyo en los dos primeros años del gobierno de Macri distribuyó a sus clientes, el 23 de julio pasado, un informe advirtiendo acerca de la sustentabilidad de la deuda argentina. Elaborado por Diego W. Pereira y Lucila Barbeito, el documento del JP Morgan señala que los técnicos del FMI han evaluado que la deuda es sostenible, aunque no con una alta probabilidad, “lo que ha planteado una serie de preguntas por parte de los inversores”. Ellos decidieron contestarlas arribando a la siguiente conclusión: con sus propias estimaciones, los datos son un poco más negativos que los del Fondo, al calcular que en los próximos años la relación deuda/PIB se ubicará en niveles elevados.
El FMI estima que en un escenario favorable rondará el 65 por ciento en este año, para bajar al 53 por ciento en 2023, porcentajes que suben a 69 y 58 por ciento, respectivamente, en un contexto negativo. En cambio, los economistas del JP Morgan incluyen toda la deuda (nacional, provincial y del Banco Central), lo que eleva ese ratio de (in)solvencia al 80 y 66 por ciento para esos años, con supuestos favorables de continuidad del programa del FMI y leve crecimiento de la economía.
El dato político del informe trasmitido a sus clientes refiere a las restricciones del gobierno de Macri para llevar a cabo el ajuste fiscal comprometido con el FMI, en un marco de debilidad económica y en un año electoral. Reconocen esa dificultad hasta señalar que debe igual hacerlo para recuperar la confianza del mercado, pero mencionan que si lo hace sería una “autoinmolación política que solo aumentaría la probabilidad de que el populismo volviera a la presidencia, provocando salidas de capital y un entorno recesivo más profundo”.
Explican que la economía argentina tiene requisititos de financiamiento externo elevados, que gran parte de la deuda nominada en dólares en manos de inversores extranjeros, lo que determina que sea vulnerable a otra corrección del tipo de cambio real, lo que “puede poner en duda la sustentabilidad de la deuda”.