La presidencial que De la Rúa le ganó a Duhalde fue la última que se asemejaría al escenario actual. Cómo varió un fenómeno que tuvo su pico en 1983 y su piso en 2003.
En otros países, es un fenómeno natural. Dos partidos fuertes, de izquierda y de derecha, más liberal o más populista, que elección tras elección dirimen sus fuerzas en un mano a mano. Pero en Argentina, desde la crisis política de 2001, la implosión de las fuerzas tradicionales y las alianzas de ocasión fueron configurando disputas más dispersas. Hasta hoy, cuando, por circunstancias particulares, reaparece el fantasma de la polarización extrema entre Alberto Fernández y Mauricio Macri. Veinte años después.
En otros países, es un fenómeno natural. Dos partidos fuertes, de izquierda y de derecha, más liberal o más populista, que elección tras elección dirimen sus fuerzas en un mano a mano. Pero en Argentina, desde la crisis política de 2001, la implosión de las fuerzas tradicionales y las alianzas de ocasión fueron configurando disputas más dispersas. Hasta hoy, cuando, por circunstancias particulares, reaparece el fantasma de la polarización extrema entre Alberto Fernández y Mauricio Macri. Veinte años después.
Desde la vuelta de la democracia, en 1983, hubo ocho elecciones presidenciales. El pico de la polarización lo marcó justamente ese comicio histórico, luego de siete años de la dictadura más violenta. Con las emblemáticas listas 2 y 3, el PJ y la UCR sumaron casi 92 puntos: 51,75% Raúl Alfonsín contra 40,16% de Italo Luder.
Seis años más tarde, también por una diferencia mayor al 10%, el peronismo y el radicalismo monopolizarían la elección, pero ya un poco menos. No llegaron a los 85 puntos. Los roles se invirtieron: ahora Carlos Menem (47,49%) del PJ vencía a Eduardo Angeloz (37,10%) de la UCR. Curioso: en ese momento, lo del gobernador cordobés parecía entre regular y malo. Hoy el partido le haría un monumento a cualquier precandidato con esos números.
En 1995, para la reelección de Menem, se daría una particularidad: la polarización la concentró el PJ, con casi los 50 puntos del riojano y 29,30% del disidente José Bordón. El radical Horacio Massaccesi quedó tercero, lejos, con 16,99%.
Luego llegaría la mencionada pelea De la Rúa-Duhalde de 1999 y, desde entonces, cada comicio presidencial configuró un escenario especial, único. El colmo fue 2003: la «polarización» de los dos primeros apenas sumó 46,70 puntos, menos de lo que habían sacado los ganadores del 83 al 95.
Fue la recordada elección del 27 de abril, en la que Néstor Kirchner ganó perdiendo: 22,25% contra los 24,45% de Menem, que se bajó del balotaje. Hasta último momento, se pensó más bien en una pelea de cinco: completaron el tablero Ricardo López Murphy (16,37%), Adolfo Rodríguez Saá (14,11%) y Elisa Carrió (14,05%).
En el 2007 creció un poco la polarización, arriba de los 68 puntos, pero en otra elección en un punto parecida al 95. Un favorito claro (Cristina Kirchner) y dos rivales intermedios (en este caso, Carrió y Lavagna).
En el 2011 se acentuó este fenómeno, con una Cristina imparable (54,11%) y el resto, lejísimos. Para los registros, Hermes Binner quedó segundo pero a casi 40 puntos.
El 2015 fue otro caso particular, porque si bien ya estaba conformada la grieta, para la elección general Sergio Massa logró sostenerse y se convirtió en un tercero récord, con más de 21%. Así, la polarización entre Daniel Scioli y Mauricio Macri quedó en 71,23% (37,08% del entonces gobernador contra 34,15% del líder de Cambiemos).
Para este año, se espera también una puja especial, marcada más por el rechazo que por la esperanza: antikirchnerismo vs. antimacrismo. Que no vuelvan vs. que no sigan. Las encuestas, de cara a las PASO, ya prevén que entre Alberto y Macri sumen cerca de 80 puntos; y para la general, se vaticina una profundización de la pelea. Tanto, que no se descarta un triunfo en primera vuelta de alguno de los dos polos de la grieta.