El técnico viajó más de 48 horas para salvar a un equipo del descenso en el fútbol de Ruanda.
Rodolfo Zapata estuvo tres meses alimentándose a huevos fritos y omelette hasta que se acostumbró a la comida africana. Vive en Kigali y trabajó en Nigeria, Kenia, Botsuana y Sudáfrica. Habló con TN Deportivo sobre su experiencia actual y la brujería: “Vi cómo levantaban excremento de elefante en la ruta y lo guardaban en el baúl”.
Rodolfo Zapata llegó Ruanda tras un extenuante viaje, que incluyó mas de 36 horas de vuelo, dos escalas en San Pablo y Etiopía y un viaje en micro hasta Kigali (más de 48 horas en total). Su objetivo: salvar del descenso al Mukura Victory Sports et Loisirs. Un equipo histórico de la primera división ruandesa que estaba teniendo una mala temporada. Pero todavía faltaba un paso más antes de firmar contrato. “Al llegar un robot te toma la temperatura y te testean. Luego te derivan a un hotel, donde te tenés que hacer cargo de la estadía, y recién cuando esa prueba da negativo te dejan salir a las 24 horas”, le cuenta a TN Deportivo desde Kigali.
Ruanda puede ser un destino exótico para muchos entrenadores o futbolistas, pero cuando le surgió la posibilidad de volver a trabajar tras la primera parte de la pandemia no lo dudó. Arquero durante su etapa como futbolista en la década del 80, con pasos por Huracán, Sportivo Italiano y Cipolleti de Río Negro, Zapata es un emblema en el fútbol africano. Dirigió en Nigeria, Kenia, Botsuana, Sudáfrica y ahora Ruanda, con pasos exitosos por siete clubes en una década. Su adaptabilidad y los buenos resultados que ha logrado lo han hecho una figura conocida en un fútbol tan misterioso y lejano para nosotros. Y ahora se le abrió una nueva oportunidad, que no dudó en aprovechar.
Su llegada a Ruanda
“Sabía con lo que me iba a encontrar futbolísticamente. Antes de la pandemia, el equipo iba último en la liga hasta que se suspendió la misma. Ya conocía a los jugadores y había visto varios partidos por Youtube. El presidente me fue claro, el objetivo era evitar el descenso en este nuevo torneo”, explicó Zapata, que logró su objetivo. Se aseguró la permanencia faltando dos fechas. Se sorprendió con la organización del torneo: “Me encontré con un fútbol competitivo, con una organización muy buena”.
Testeaban dos veces por semana a los jugadores, que estuvieron aislados durante los cinco meses que duró el torneo en un convento de monjas alejado de la ciudad. “Era imposible escaparse. Estuvieron alejados de sus familias por cinco meses”, agrega. El futbolista promedio en Ruanda cobra unos trescientos dólares al mes. Pero con ese dinero le alcanza para tener un muy buen nivel de vida en uno de los países que mas crecimiento ha mostrado en las últimas décadas.
Conocida globalmente quizás por el genocidio tutsi, de la cual el presidente de Francia, Emmanuel Macrón, reconoció recientemente el involucramiento francés, Zapata cuenta que ese trágico hecho marcó a la población: “Los dirigentes me decían que siendo jóvenes recuerdan ver el tendal de cadáveres en las calles. Fue una verdadera matanza”.
Sin embargo, los cambios políticos que se dieron con la llegada al poder del Frente Patriótico Ruandés son notorios: “Hubo un cambio de mentalidad, hoy están todos unidos y Ruanda es un país muy pacífico y seguro”.
Quedó también encantado con Kigali, una ciudad que según él no tiene nada que envidiarle a las mejores ciudades africanas o de América, con un muy buen nivel de vida. Destaca también el cumplimiento de las medidas sanitarias dispuestas ante el avance de los casos de COVID-19: “Si te encuentran circulando fuera del horario permitido, te hacen dormir a la intemperie en el estadio municipal, y la pena por circular sin tapabocas es pasar 24hs detenido”.