«No debe haber sido fácil para Juanjo», imaginaban ministros y legisladores cercanos a Mauricio Macri en una de las últimas reuniones sociales en Olivos. «Juanjo» Aranguren jamás asistía a la quinta presidencial cuando era ministro de Energía y prefería sostener su relación directa con Mauricio Macri y el coordinador Gustavo Lopetegui, encargado de auditarlo.
Fue Lopetegui quien, según su propio relato, le avisó de su salida por teléfono. «Quería que nos juntemos personalmente, pero no hizo falta. Si bien algo me esperaba, sentí sorpresa y decepción», confesó en su entrevista a La Nación, donde dijo sin vueltas que Macri lo decepcionó.
Fue un mensaje al Presidente. «Macri sabe que Juanjo tuvo problemas personales por ser ministro y esperaba otra salida. Que lo reemplace Javier Iguacel, no le debe causar gracia», interpretó uno de los asistentes a los partidos de fútbol de la quinta presidencial, donde se habla bastante de él.
Es que para Aranguren que fue CEO de Shell en Argentina, Iguacel era un jugador menor en las ligas del mundo petrolero.
Quienes lo siguen frecuentando lo encontraron deprimido y asustado por las novedades que se pueden derivar de las denuncias judiciales que le presentó la oposición. «Cree que puede ser el primer preso del gobierno de Macri, porque no es parte del sistema político y nadie lo va a defender como suyo», agregaron las fuentes consultadas.
Incluso creen que salió a hablar para enviar un mensaje a Macri.
Aranguren adjudica su salida a presiones internas, básicamente de la UCR, a la que jamás se cuidó de tratar bien, ni intentó contener ante las crecientes críticas que desplegaba el Instituto Mosconi que lidera el ex secretario de Energía, Jorge Lapeña, que renunció al directorio de Enarsa en rechazo a la privatización de Transener.
El presidente de la UCR y gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, fue uno de sus críticos más intensos. Aranguren hizo del ninguneo a esos planteos su única respuesta política. En el radicalismo todavía recuerdan con rencor cuando ignoró sus pedidos de moderar los tarifazos y fue al Senado a anunciar nuevos incrementos.
En la UCR siempre lo odiaron y hasta algunos referentes del interior del país recordaban que era habitual que en su paso como CEO de Shell, Aranguren no dudaba en cerrar estaciones de servicio sin mayor consideración por sus empleados.
Nada de esta tensión parecía impactar en Aranguren. «Se creyó blindado por la relación directa que tenía con Macri y así le fue», recuerdan en el PRO. De hecho, esa arrogancia se multiplicó varios cuerpos en su relación con la prensa. Su vocero, Alejandro Bianchi, llegó al extremo de propiciar la renuncia del subsecretario de Combustibles, José Luis Sureda, porque aceptó tomar un café con el entonces corresponsal del Wall Street Journal, sin pedirle autorización.
«Mi estilo de conducción dentro del Ministerio de Energía y Minería a lo mejor no dejó muy contentos a los allegados del Gobierno porque el Presidente siempre nos pidió decir la verdad y yo cumplo con eso», se justificó en su entrevista.
En las estructuras históricas del PRO tienen otra lectura: «Tenemos que dejar de traer gente del mundo privado sin experiencia política al Gobierno, al final nos terminan saliendo carísimos».