El COVID-19 ha sido el caldo de cultivo ideal para la retórica demagoga, puesto que han sido meses donde los políticos – y también los medios – han presentado un falso dilema desde el inicio del brote que ponía en vilo al planeta: salud o economía. El intendente no ha sido la excepción a este laberinto que la pandemia puso a la política.
Este martes, con la presencia del viceministro de Salud de Nación en Comodoro, se definirá finalmente si Comodoro retrocede a fase 1 de la cuarentena, lo que mantiene alertas a los comerciantes y dueños de negocios que soportaron más de 2 meses de confinamiento estricto, comprometiendo severamente sus arcas y muchos de ellos, cerrando definitivamente.
En las últimas semanas, el intendente Juan Pablo Luque aclaró que no dudaría en retroceder de fase si el sistema sanitario colapsara y demandara esta medida.
Sin embargo, con los números actuales de la situación epidemiológica en Comodoro, que reflejan 2.740 casos acumulados, con un sistema sanitario colapsado y 42 muertes, la mayoría de ellas en un lapso de 3 semanas, aún no ha habido definiciones por parte del Ejecutivo local.
Más allá de las declaraciones públicas, Luque ha sido reticente con la idea de volver a un aislamiento estricto con máximas restricciones. La semana pasada le acercaron una encuesta al intendente, donde números reflejan un 35% de imagen positiva de su gestión, comparada con más del 70% que ostentaba en mayo.
Rápido de reflejos Luque salió a intentar despegarse del gobernador Mariano Arcioni -el político de pésima imagen en la opinión pública- y mandó a correr algunos funcionarios de la escena pública y poner en la cancha al hasta hora ausente secretario de Salud, Carlos Catalá.
La evaluación de los comodorenses sobre las acciones del intendente en la pandemia se cayó a pedazos. Con cierres en momentos donde el virus no circulaba, como también en momentos donde la economía para algunos rubros comenzaba a reacomodarse, esas restricciones no fueron bien recibidas e incluso debió dar marcha atrás. El cambio de humor social lo empujó hacia abajo nuevamente, en una caída libre constante, aunque cada vez más suave.
El desgaste en la gestión comienza a sentirse, y la indefinición sobre qué medidas tomar con la pandemia, lo pone a Luque en el peor de los laberintos.