Para superar esas desventajas, proponen la creación de “una modalidad de enseñanza en la que se combine la educación con la formación laboral”.
Los jóvenes de los hogares de menores ingresos son los más perjudicados en el mercado laboral, ya que muestran los desempeños más altos en cuanto a desocupación, informalidad y falta de capacitación.
Así lo señaló el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA), en un informe de la economista Lucía Vinciguerra, en el que se propone “una modalidad de enseñanza en la que se combine la educación con la formación laboral” a fin de eliminar o al menos reducir la brecha con los deciles de la población con más recursos.
“En la Argentina, la secundaria prepara para la universidad y se desatiende a aquellos jóvenes cuyo proyecto es empezar a trabajar” sin recurrir al nivel superior de enseñanza, indicó Vinciguerra, que señaló al respecto que quienes buscan la salida laboral inmediata “generalmente son aquellos que provienen de hogares de más bajos ingresos”.
Si bien en líneas generales el país muestra altas tasas de desempleo y precariedad laboral, el informe de IDESA muestra una “heterogeneidad según el ingreso de las familias”.
En ese sentido, precisó que “la desocupación en el segmento más joven de la población, entre 18 y 24 años, es del 13%, mientras que la tasa de asalariados informales asciende a 64%”.
Sin embargo, un análisis más detallado permite comprobar que ese 13% de desempleo juvenil llega al 19,9% en el caso de los jóvenes provenientes de hogares de menores ingresos, dos veces y media más que el 7,8% del otro extremo.
Una brecha de similares características se evidencia en el caso de los trabajos informales: el 64% general para la franja etaria de 18 a 14 años cae a un 48,8% para los de hogares de mayores ingresos y se eleva al 88% en los de los deciles inferiores.
Para Vinciguerra, “informalidad en el primer empleo es el inicio de un círculo vicioso” compuesto por “ingresos insuficientes, menos probabilidad de adquirir calificaciones y de acceder a trabajos decentes” en el futuro.
“La informalidad se traduce en que a menudo se gana el salario mínimo o menos, se trabaja por jornadas laborales extendidas en condiciones insalubres y sin protección social”, puntualizó a N.A.
La economista destacó que “esa situación no es sólo consecuencia de la baja inversión productiva y la existencia de leyes laborales que desalienta la creación de puestos de trabajo, sino también de la baja formación en los jóvenes y más en los provenientes de hogares de bajos ingresos”.
Al respecto, informó que “mientras que el 37,4% de los jóvenes de los deciles de más bajos ingresos no terminó la escuela secundaria, tan solo un 15,4% inicia estudios universitarios”, en tanto “en el caso de los jóvenes provenientes de los hogares de mayores ingresos, la situación es distinta: si bien un 82,7% termina la escuela secundaria, menos de la mitad de ellos continúa con estudios universitarios”.
Para Vinciguerra, una forma de acercarse a una solución al problema pasa por modernizar tanto las leyes laborales como la educación.
En el caso de las leyes, propuso “formularlas de manera que promuevan la creación de empleo registrado y que permitan combinar educación con prácticas laborales que estimulen el empleo joven”.
En cuanto a la educación, postuló que “tanto escuelas como universidades implementen modalidades de enseñanza más tecnológicas, que permitan mejorar la calidad y la continuidad de los jóvenes en sus estudios, de manera de mejorar su empleabilidad futura”.
Por tal razón, remarcó la necesidad de establecer “un secundario orientado al mercado laboral” y no solamente como un paso previo al nivel terciario o universitario.