La fuerte devaluación a partir de mayo cambió la tendencia, pero no alcanzó a provocar un impacto positivo en el comercio exterior que revirtiera el déficit acumulado en los meses previos. Este año volvería el superávit, por la recesión interna.
El resultado del comercio exterior anotó un déficit de 3820 millones de dólares durante 2018, por debajo del rojo de 8309 registrado en 2017, informó ayer el Indec. Esa mejora en la comparación interanual se explica sobre todo por una fuerte caída de las importaciones en los últimos meses del 2018, en línea con la crisis económica local, mientras que las exportaciones mostraron una leve suba. También contribuyó a la mejora del resultado comercial una mejora en los términos del intercambio por una caída de los precios de importaciones.
Autos, petróleo, carnes, cereales y productos lácteos dieron impulso a las exportaciones, mientras que en las importaciones hubo fuerte caída de autos, camiones, computadoras y teléfonos y autopartes, entre otros. La relación comercial más deficitaria para la economía argentina se dio con China, con un déficit de 7597 millones de dólares a lo largo del año pasado. En diciembre último, las exportaciones superaron a las importaciones en 1369 millones de dólares –según publica Página 12-.
Según la consultora Ecolatina, en el año en curso la balanza comercial volvería a mostrar superávit, por un monto que se estima en 7 mil millones de dólares. Esa previsión se configura asumiendo que la economía se comportará de manera similar a lo que fue el cuarto trimestre del año pasado. “Un escenario pesimista para el resto de las variables, actuaría de manera favorable en el frente externo”, dice el informe.
La economía nacional presenta un cuadro de ajuste recesivo clásico, en donde la fuerte devaluación del peso dispara la inflación y la caída del poder adquisitivo y la consiguiente depresión operan a la baja sobre las importaciones, que básicamente dependen del nivel de actividad interno y de la marcha de los salarios reales. En cambio, en el corto plazo la devaluación mejora algunas exportaciones, antes de que la inflación impacte en los costos y “se coma” la mejora de la competitividad cambiaria.
El desempeño del comercio exterior del año pasado tiene un antes y un después en la explosión cambiaria y modificó todo el escenario macroeconómico. Entre enero y mayo, antes del estallido, la balanza comercial registraba un déficit de 4542 millones de dólares, superior al rojo de 1860 millones de dólares que se registraba en el mismo período de 2017. Hasta ese momento, las exportaciones subían a un ritmo del 7,7 por ciento, mientras que las importaciones lo hacían al 17,9 por ciento. A partir de allí, las importaciones bajaron 7,5 por ciento interanual en junio, tuvieron un leve repunte de 2,3 en julio, se mantuvieron en agosto y luego bajaron 21,2; 18,2; 29,2 y 27,1 por ciento en septiembre, octubre, noviembre y diciembre, respectivamente. En consecuencia, entre junio y diciembre del año pasado el resultado comercial tuvo un superávit de 721 millones de dólares, frente a un déficit de 6449 millones en los mismos meses de 2017.
Junto a la caída de la inversión privada, ante las malas perspectivas del mercado interno y las jugosas tasas de interés que invitan a la colocación financiera, la importación de bienes de capital cayó el año pasado un 17,9 por ciento por la baja en el ingreso de equipos de transporte industrial, mientras que piezas y accesorios para bienes de capital se redujo en un 5,8 por ciento. Por su parte, la caída del poder adquisitivo impactó a la baja en las importaciones de bienes de consumo (-5,2 por ciento) y en la compra externa de autos –uno de los principales rubros de las importaciones– que mostró una caída de unos mil millones de dólares. Uno de los capítulos de las importaciones que tuvo una suba fue porotos de soja, para suplir la falta de insumo dada por la sequía.
A lo largo del año pasado, las exportaciones tuvieron una suba del 5,1 por ciento motivada por el avance de los precios internacionales, mientras que las cantidades vendidas al exterior bajaron en un 0,5 por ciento. En el informe del centro de estadística oficial se detalló la composición por sectores de estas exportaciones. El 22,7 por ciento se explicaron por ventas de productos primarios, mientras que el 37,2 por ciento fueron manufacturas de origen agropecuario. A su vez, el 33,2 por ciento fueron manufacturas de origen industrial y 6,8 por ciento combustibles. Esta radiografía del Indec indica que las exportaciones locales continúan reprimarizándose. Las actividades de menor valor agregado tienen el mayor peso sobre las ventas del país.