El coronavirus modificó la forma de trabajar y producir de las empresas. Ciertos cambios ya verificados a consecuencia de la emergencia serán permanentes. Por ejemplo, de manera total o parcial, difícilmente se vuelva atrás en materia de teletrabajo.
Un importante concepto en el sector empresarial es el del “Equilibrio Financiero”. En términos sencillos, la empresa se encuentra estable cuando el número de unidades vendidas es igual a su Costo Fijo Total dividido por la correspondiente Contribución Unitaria (es decir, la diferencia entre el precio del producto y su costo variable unitario). En otras palabras, dicha cantidad vendida es la mínima necesaria para que la empresa se encuentre en “indiferencia”, sin registrar beneficios ni pérdidas. Una cantidad mayor generará beneficios y, por el contario, una menor a la indicada producirá pérdidas.
Esto implica que ante una caída en la Cantidad Vendida de producto, y dado que podemos suponer que la Contribución Unitaria es constante en el corto plazo, sostener el equilibrio requerirá que se reduzca el Costo Fijo Total. Conceptualmente, dicho Costo se halla compuesto por un conjunto de gastos que no varían, a pesar de que se modifique la cantidad producida y vendida: los ejemplos clásicos comprenden alquileres, amortizaciones de bienes de uso y servicios diversos. Los salarios se categorizan, en general, como un costo variable pero, sin embargo, puede considerarse como un costo fijo en el corto plazo aún frente a disminuciones de la cantidad producida y las ventas. Esto es así no sólo porque hay siempre cierto personal imprescindible para asegurar la continuidad de las operaciones, sino debido a que existen factores económicos que desaconsejan despedir personal (primero los costos de indemnización, y luego los de selección y capacitación asociados en caso de nuevas contrataciones), más allá incluso de los obstáculos de orden legal. Como es obvio, la decisión sobre el sostenimiento o no de la cantidad de personal dependerá, en última instancia, de si se trata de una situación transitoria o permanente.
La actual coyuntura, consecuencia de la pandemia generada por el COVID-19, nos pone frente a una disyuntiva de magnitud. Los pronósticos provenientes de fuentes confiables señalan caídas significativas de la actividad económica por varios trimestres y un incierto restablecimiento del nivel pre crisis en 2021. La “inmovilidad” bajo el supuesto de una pronta recuperación resulta una opción altamente riesgosa: muchas empresas pequeñas y medianas pueden no contar con las reservas suficientes para soportar una reducción de ventas medianamente prolongada. Sin siquiera considerar la situación de sectores severamente afectados tales como el transporte aerocomercial, el turismo, la hotelería y sus respectivas cadenas de valor.
Descartada entonces la “inmovilidad” nos queda la alternativa de introducir cambios en nuestra operatoria para enfrentar la crisis. Esos cambios pueden tomar forma a partir de tres vectores básicos:
- proseguir con las actividades usuales bajo otra modalidad productiva
- incorporar nuevas actividades
- poner en práctica una combinación de las dos anteriores.
Queda en claro que ciertos cambios ya verificados a consecuencia de la emergencia serán permanentes. Por ejemplo, de manera total o parcial, difícilmente se vuelva atrás en materia de teletrabajo. Muchas empresas que no habían adoptado esta modalidad ya la han incorporado a sus tareas y, por distintos motivos, es poco probable que luego regresen a la situación pre crisis. No sólo por una cuestión de costos, sino además por la posibilidad de la repetición de emergencias similares en el futuro.
El trabajo a distancia, que resulta idóneo para cumplimentar un gran número de tareas (en áreas tales como planificación, administración y finanzas, comercialización, capacitación, etcétera), pasará ahora a formar parte del ecosistema laboral habitual. La adopción de este cambio tendrá impacto en diversos mercados: desde el de compra venta y alquiler de oficinas hasta el de servicios informáticos. Cabe acotar, por otro lado, que incluso sectores industriales que no pueden hacer un uso intensivo del teletrabajo dada la naturaleza de su actividades también incorporarán ciertos cambios en sus operatorias tanto en el corto plazo (tales como nuevas medidas de higiene, distanciamiento entre trabajadores, monitoreo sanitario, etcétera) como en el mediano y largo plazo (automatización y operación remota).
Otro cambio posible radica en modificar la combinación de los bienes/servicios que producimos para responder más adecuadamente a la demanda y evitar o atenuar la caída de las ventas. Una empresa del rubro cosmética, por ejemplo, redujo durante la emergencia su producción de perfumes y maquillajes e incrementó la de jabones sin efectuar mayores inversiones. Incluso, es probable que este tipo de cambios coyunturales en el consumo se transformen en tendencias más duraderas.
En otros casos, las circunstancias impondrán nuevas realidades. Por ejemplo, la demanda en aumento de libros electrónicos y audiolibros es difícil que sea satisfecha por las librerías tradicionales con atención al público, cuya supervivencia se halla hoy amenazada por la emergencia.
Sabemos que para una empresa dada su “función de producción” es una combinación particular de factores (clásicamente: tierra, trabajo y capital) que le permite alcanzar como resultado una cierta cantidad producida de bienes y/o servicios. Bajo el impacto económico de la actual emergencia, toda compañía se halla frente a la necesidad de revisar su propia “función” con el objetivo de volver al equilibrio perdido. En pocas palabras, esa tarea constituye el desafío empresario del momento.
Fuente: ámbito