A principios de 1993, Denise Fergus salió de compras acompañada de su hijo de dos años, James, a un centro comercial en Merseyside, cerca de Liverpool, en Inglaterra. En el trayecto, la mujer se detuvo en una carnicería y, mientras hacía un pedido, le soltó la mano al pequeño. Instantes después, se dio cuenta de que ya no estaba a su lado y entró en pánico.
Dos minutos más tarde, las cámaras de seguridad del lugar captaron a dos menores de edad llevándose al chico de la mano.
Denise y su marido, Ralph, denunciaron la desaparición y realizaron un llamado a la comunidad para que reportaran cualquier tipo de información que aporte indicios sobre el paradero del nene. Sin embargo, dos días después, el cuerpo de James Bulger fue encontrado partido a la mitad en las vías del tren a tan sólo 200 metros de una comisaría.
Meses más tarde, Joe Venables y Robert Thompson fueron juzgados como adultos y condenados por secuestro, tortura y asesinato. En ese momento, ambos tenían 11 años y su caso se convirtió en uno de los más estremecedores de Reino Unido.
Un video revelador
En la tarde del 12 de febrero de 1993, James, de apenas dos años de edad, fue agarrado de la mano por dos chicos de 10 años y separado de su mamá, que estaba haciendo las compras en una carnicería.
En las imágenes que capturaron las cámaras de seguridad del centro comercial New Strand, se observa cómo el pequeño no opone resistencia ante los nenes que se lo llevan. Hasta la salida del establecimiento, ninguno de los presentes se dio cuenta de la situación.
A las 15:43, las cámaras pierden de vista a los chicos y la mamá de James alerta al personal de seguridad sobre la repentina desaparición de su hijo.
Durante cuatro kilómetros, Robert Thompson y Jon Venables obligaron al nene a caminar mientras lo golpeaban constantemente. Y, a pesar de que lloró y pidió por su mamá en todo el camino, ninguna de las 38 personas que se cruzaron con ellos denunció lo ocurrido ante las autoridades. Robert y Jon afirmaban que James era su hermano.
El macabro recorrido terminó a pocos metros de la estación de policía de Walton Lane, en una zona descampada cerca de las vías de un tren. Una vez allí, Thompson y Venables le tiraron pintura a James en el ojo izquierdo y comenzaron a golpearlo brutalmente. Lo patearon y lo pisaron en reiteradas ocasiones, hasta que decidieron ir más allá: le lanzaron piedras, ladrillos, le pusieron pilas en la boca y dejaron caer una barra de 10 kilos sobre su cabeza, lo cual le provocó unas 10 fracturas de cráneo.
Luego de cometer una tortura atroz, los chicos movieron el cuerpo de James sobre las vías del tren, poniendo su cabeza sobre los escombros, con la idea de hacer que pareciera que su muerte fue un accidente.
Ese mismo día, los papás del niño asesinado, Denise Fergus y Ralph Bulger, denunciaron su desaparición ante la Policía e hicieron hincapié sobre la única pista que tenían sobre los momentos después de que se separara de su madre.
“Miré a Denise y sonreí. Va a estar todo bien, le dije. Son solo dos pequeños chicos”, recordó Bulger tiempo después en una entrevista con ABC. Sin embargo, sus expectativas estaban lejos de la realidad.
Luego de que los investigadores analizaran todas las cámaras de seguridad de la zona, encontraron su cuerpo a tan solo 200 metros de una comisaría.
“Lo más importante fue tener que aceptar la posibilidad de que las personas que habían asesinado a James fueran muy jóvenes. Pensamos, por lo que pasó con el cuerpo, que tenía que ser obra de un adulto. Nos costó mucho hacernos a la idea de que podíamos estar ante dos niños pequeños”, afirmó el detective Albert Kirkby a The Liverpool Echo ese día.
A lo que el agente se refería, era a la estremecedora escena a la que se enfrentaron: el cadáver de James estaba partido a la mitad y casi irreconocible debido a los golpes. Posteriormente, durante el juicio, el forense Alan Williams dirá que contó 22 hematomas y rasguños en la cara y la cabeza del pequeño, mientras que en el cuerpo tenía 20 heridas más. Pese a ello, en la autopsia no se pudo determinar cuál había sido el golpe que le provocó la muerte.
El juicio
Ante la reconstrucción de los hechos mediante las imágenes de las cámaras de seguridad y el testimonio de los 38 testigos que los menores se cruzaron en el trayecto del centro comercial hasta las vías del tren, Robert Thompson y Jon Venables fueron acusados de ser los autores del crimen de James Bulger.
Durante el juicio, se estableció a Thompson como el “cerebro” y a Venables como su cómplice. En la prensa británica, se dio a conocer que ambos provenían de hogares donde sufrían de abusos y padres ausentes.
El 24 de noviembre de 1993, el jurado popular del Tribunal de Preston determinó de manera unánime que los dos chicos de once años eran culpables de la muerte de James. Por este motivo, el juez los condenó a detención por tiempo ilimitado hasta que se comprobara su rehabilitación.
Ambos fueron juzgados como adultos en un caso que conmocionó a la sociedad británica. Así, los chicos pasaron siete años de sus vidas en prisión y fueron liberados en 2001 por decisión del Ministerio del Interior.
En ese momento, la Justicia los envió a distintas ciudades del norte de Inglaterra para evitar que vuelvan a tener contacto y se les concedió nuevas identidades secretas debido a las manifestaciones sociales que se extendieron en todo el país por la noticia de su liberación.
El horror continuó
En los años siguientes, Jon Venables volvió a ser el centro de la polémica en los medios británicos: a fines de 2008, fue detenido por posesión de drogas y condenado a prisión en marzo de 2010 luego de que se descubriera que tenía imágenes de explotación sexual infantil en su computadora.
Tres años más tarde, en agosto, Venables fue liberado, aunque le duró poco ya que fue llamado nuevamente a prisión en noviembre de 2017 por el mismo delito.
Si bien en septiembre de 2020, se le concedió una revisión de libertad condicional, la Justicia rechazó su petición. En ese entonces, la junta que debatió la solicitud afirmó que Venables había “aceptado que tenía un interés sexual a largo plazo en niños e imágenes indecentes de menores de edad”, por lo que se consideró que su liberación podría significar “riesgos futuros”.