El flujo de la información. El aparato de comunicación macrista, una potencia jamás vista. Derrotas de ese Goliat: el caso de los aportantes truchos. El negacionismo de Vidal y de Clarín, vencido por otras voces. La reforma jubilatoria, una puesta en escena versus las vivencias de la gente común. El paso del tiempo y las narrativas de campaña.
“El centro de las manipulaciones del autoritarismo y el totalitarismo es llevar a las personas a no distinguir entre la realidad y la ficción. Lo que se dice, se promete y se vive resultan lo mismo porque la falta de alternativas borra los matices y los distingos, y genera un campo unificado en donde la impotencia es la gran sensación igualadora. Todo da lo mismo o parece dar lo mismo, mientras no afecte lo personal y lo familiar. Pero el fatalismo existe hasta que las alternativas no se producen, y en buena medida el crecimiento desmesurado del público, la ciudadanía global y su defensa de los derechos humanos y la ecología, y las posibilidades de Internet atenúan drásticamente los poderes del determinismo. El zapping fue el primer signo de la independencia literalmente a mano, y hoy ante los medios electrónicos, la diversidad es la primera profana de resistencia activa.
“Que se lleven sus matanzas a otra parte, que no me dejan ver la telenovela”, de Carlos Monsiváis
La violencia ejercida contra los migrantes revela a diario la crueldad del capitalismo globalizado en los países centrales. Personas inermes y necesitadas, unos pocos millares si se mira bien, son rechazadas brutalmente. “Condenadas” a ahogarse o morir en las travesías. O, en el mejor de los casos para quienes sobreviven, a ser confinadas en campos de concentración. La cotidianeidad puede incitar a la indignación o al tedio, depende de cien variables.
En esta semana, una madre y un chico pequeño murieron en una balsa, cerca de las costas de Libia. Ilustrar la noticia suscitaba una disyuntiva ética-periodística: escoger entre dos fotos. Santiago O’Donnell, editor de internacionales de PáginaI12, la franqueó y explicó en una excelente nota titulada “El morbo que denuncia”, cuya lectura completa recomendamos. El colega O’Donnell describió así las dos fotos entre las que caviló, empezando por la que desechó: “una imagen de los cadáveres hinchados y semipodridos de una mujer y un niño, ella vestida y él desnudo, flotando sobre una tabla de madera en medio del mar”. Y agregó:
“Este diario eligió ilustrar la historia del naufragio en esta página con una foto que muestra al bebé muerto en brazos de un rescatista y el cadáver de la mujer en segundo plano, esperando ser levantado por un grupo de personas que se acerca en lancha. Quizás no era la más cruda o violenta entre las opciones disponibles pero sí la más informativa, ya que sin ocultar nada, agregaba una pátina de humanidad a la tragedia, al mostrar el lenguaje corporal de los rescatistas. ¿Fue la elección correcta?”.
El dilema se aborda, someramente, en nota aparte. Vamos con algunas digresiones a los fines de esta nota que (hagamos spoiling interno) se vuelca a la política nacional.
La principal es que la opción real de un diario, en el año 2018, no es definir qué foto verán y cuál ignorarán sus lectores sino cómo presenta la noticia. Una decisión editorial, importante, porque como afirma John Berger: “Las fotografías, a diferencia de la memoria, no conservan en sí mismas significado alguno. Ofrecen unas apariencias –con toda la credibilidad y gravedad que normalmente les prestamos– privadas de su significado. El significado es el resultado de comprender”.
A diferencia de lo que podía suceder hace veinte o cincuenta años, el público recibe información todo el tiempo, en notable cantidad de soportes, buscándola o no. Le llega porque guglea, porque le envían WhatsApp, porque se las propinan en programas de tevé que ve sin sonido en un bar, porque se las muestra un pariente, un amigo, alguien en el trabajo (amigo o no), cien etcéteras que usted agregará.
Lo más habitual, cree este cronista, es que el lector del diario ya tenga insumos sobre el tema que aborda su medio predilecto. En el caso concreto que acceda a las dos fotos, temprano o tarde. Pero, aun si topara con una primicia, ésta se transformaría prestamente en comidilla de otros medios, de cuentas de twitter de particulares, de divulgadores anónimos.
La data circula a menudo sin encuadrar, sin contexto ni edición, de modo irresponsable en sentido estricto y no (forzosamente) valorativo.
Los medios profesionales tienen el derecho y el deber (la misión) de editar, de connotar, de dotar de sentido. De fomentar “comprensión” de sus destinatarios lo que no impide tener ideología, aunque fuerza a sincerarla sin falsear los hechos.
Hacerse fuertes en la diversidad a que alude la cita-epígrafe de Carlos Monsiváis, optimista pero no cándida. Claro que dicha fuerza contiende con otras poderosas, como la del aparato informativo macrista, con lo que llegamos desde la aldea global a nuestro domicilio.
La maquinaria jamás vista
El gobierno del presidente Mauricio Macri, como cualquiera, es el principal generador de hechos políticos y trata de ser hegemónico para informarlos. Hasta ahí, no contrasta con otros. Quizá gaste comparativamente mucho dinero y cuente con un equipo inusualmente numeroso, agresivo y eficaz. Dicho distingo respecto de anteriores gestiones es cuantitativo. La distinción cualitativa, la que hace diferencia, es el apoyo de los grandes medios de comunicación privados, tanto en su aparato periodístico cuanto en su poderío empresario.
El macrismo potenció la concentración del sistema informativo despedazando la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, autorizando la fusión de Clarín y Telecom, persiguiendo a medios, periodistas y empresas no oficialistas. Desde la asfixia presupuestaria hasta el manejo de la pauta oficial contradiciendo sus propias reglas hasta el cierre “guerrillero” de cuentas de twitter, Asimismo cuenta con la cooperación militante de los jueces federales de Comodoro Py siempre dispuestos para ejercer presiones políticas por vía judicial.
Imposible subestimar la gravitación de la alianza con canales de tevé, radios, portales, diarios y otros soportes. Pero construir agenda todo el tiempo, para toda la sociedad constituye –acaso y en buena hora– una misión imposible. Sí se puede, cotidianamente, manipular, imponer temas como tapadera (la corrupción kirchnerista a la cabeza), suprimir otros (“la inseguridad” como preocupación y hasta como rótulo periodístico).
De cualquier manera, existen quienes enfrentan al Goliat del oficialismo y el establishment. A veces lo vencen, perforan su blindaje. Alecciona el ejemplo del affaire de los aportantes truchos a la campaña de Cambiemos (en la provincia de Buenos Aires, por ahora). Emergió con la sólida denuncia del periodista Juan Amorín en el portal El Destape. Fue recogido y ahondado por medios con apego a la información y al análisis crítico, entre ellos PáginaI12, con calidad y denuedo. Se acumularon revelaciones y confesiones, en gran cantidad de dirigentes afines o aliados con la gobernadora María Eugenia Vidal.
La reacción macrista fue la típica del dueño de la pelota: ignorarlos. La de Clarín, rehusar cualquier información, acallarla. Vidal desafió las pruebas y designó a la contadora María Fernanda Inza, cajera de campaña, en el cargo de Contadora General con duración de varios años.
La profusión de testimonios le dobló el brazo a la mandataria. Revocó el nombramiento que tenía la tinta fresca. Clarín, recién entonces, “se desayunó” de lo que todo el público sabía. Aún su target a quien le había ocultado data (ya explicamos más arriba que eso no es suficiente si hay pluralidad).
La ambivalencia es connatural al escándalo: en la violencia estatal o en los curros de los políticos. Por un lado excita, atrae la atención. Puede derrapar a la incredulidad, al hastío, a variantes de “todos son iguales”, a la abulia ciudadana. En la coyuntura el escándalo fue funcional al sistema democrático. Desnudó a la reina gobernadora y a Cambiemos en general mientras fortificó a los medios alternativos que generaron agenda.
La identidad al palo
Cambiemos no inventó el ocultamiento de la proveniencia de fondos de campaña, una práctica repetida. Los dineros suelen llegar de empresarios que esconden la mano o de recursos oficiales desviados. A menudo, dirigentes o militantes aseguran que pusieron la plata para esconder el origen. Hasta ahí, cero novedades… pero hay dos.
La menos grave, pensamos, fue atribuir las donaciones a gente del “palo” sin su consentimiento lo que desató la tormenta de denuncias, “yo no fui”. Es mala praxis pero también una cuestión interna, entre quienes militan en la misma fuerza.
Mucho más deleznable es haber inventado aportes de gente común, de escasos recursos económicos, beneficiarios de prestaciones sociales o monotributistas. Se los enchastra en una jugada artera, casi seguro delictiva, se los utiliza (forrea) sin pudor. Dicha faceta explicita la ideología de Cambiemos, su desprecio por los humildes. Por eso, que se sepa, nadie más (ni siquiera dirigentes truchos de otros partidos) cayó antes tan bajo.
Nadie es invencible
La tremenda destreza oficial para generar escenarios, imponer temáticas, desfigurar realidades suscita admiración o bronca. Sus adeptos y sus adversarios a veces coinciden en considerar infalible al equipazo de comunicación. No es para tanto, por fortuna o por existir resistencias y límites impuestos por la realidad.
Sumemos al ejemplo reciente el de la reforma previsional, ocurrido en diciembre. Cuando se debatió la ley se produjeron incidentes en buena medida (aunque no plenamente) acicateados por provocaciones del Gobierno, una represión feroz y un montaje televisivo estudiado. En la oposición cundió una hipótesis: el macrismo ganó esa partida. Impuso su perspectiva: la tele en esa jornada y los medios más grandes al día siguiente privilegiaron la violencia por sobre el contenido de la norma.
Ahora se percibe que en ese trance comenzó un viraje adverso para Macri que conserva vigencia. El error consistió en dar por cerrada la elaboración social de la ley en ese momento, como si fuera un partido de fútbol. La celeridad de las coberturas desentona con los tiempos de la opinión pública. Los cambios legales impactan en la vida de los ciudadanos, que se van percatando en semanas o meses. Construyen saber paulatinamente y no de un saque: con sus propias vivencias. Defienden sus derechos, es difícil engañarlos mientras se le mete la mano en el bolsillo. Gravitan en su imaginario los aumentos en tarifas, alimentos o remedios, ajenos al escenario de “ese día de diciembre”. La evaluación es propia, trasciende el momento de inicio. Problema para los Goebbels de pacotilla y su claque.
O para Macri cuando se hace el distraído respecto de la actualidad cruel en la conferencia de prensa y “vende” un futuro esquivo, remoto, ya prometido muchas veces.
Los ritos de seducción iniciales –en la campaña, en la gestión y quizá en la vida amorosa– pierden potencia si transcurren años y los hechos los refutan. Reiterarlos opera efectos distintos, contraproducentes. “La gente”, en general, no privilegia si Macri fue atento con los periodistas, si usó el vocativo para responderles (“hola, Roberto”, hola Jonatan”). El universo virtual amañado para la tele gravita menos en sus valoraciones que el metro cuadrado en el que sobrevive malamente.
La comunidad rebelada
El texto del ensayista Carlos Monsiváis tiene quince años y fue escrito en su México… Parecería haber sido concebido ayer para describir la Argentina deseada por el macrismo: “La falta de alternativas borra los matices y los distingos, y genera un campo unificado en donde la impotencia es la gran sensación igualadora. Todo da lo mismo o parece dar lo mismo, mientras no afecte lo personal y lo familiar”. El diagnóstico y el objetivo estratégico del oficialismo concuerdan: una población apática, perezosa para la acción política, atenta solo a su vida privada o al entretenimiento. Pero sectores crecientes y diversos responden de otro modo rebelándose contra Macri y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Son combativos, dúctiles para ocupar masivamente el espacio público, bravos para defender sus derechos.
El aparatazo mediático consiguió bastante y seguirá dando batalla pero es difícil esconder la crisis, la inflación, el desempleo, el malestar colectivo.
El pluralismo de la comunidad y lo que resta de él en la esfera mediática participan y combaten, en circunstancias más propicias que a fin del 2017. Las voces alternativas enriquecen la democracia y dejan en off side al relato hegemónico.
“Salir a responder”, volver a emitir discursos desde la Casa Rosada o zonas de influencia es un recurso accesible, por ahí irrenunciable. El cambio de contexto conspira contra su eficacia.
El tiempo de la sociedad contemporánea fluye veloz, como el de las comunicaciones. A dos años y medio de gestión, el gobierno anterior se va transformando en una referencia borrosa, lejana.
La gente de a pie asocia las contingencias de su vida con el desempeño de Macri. El activismo oficial en los medios causa una sensación de omnipresencia que funciona como búmeran. El oficialismo, que reparte palabras pero no bienestar, queda a la intemperie. Y el invierno económico recién comienza.