Apenas unas horas después del ataque con misiles de esta semana que Irán lanzó en Irak a bases estadounidenses e iraquíes, el Gobierno iraní hizo una increíble declaración: el ataque, afirmó, había dejado a 80 estadounidenses muertos y cerca de 200 heridos, todos los cuales fueron inmediatamente retirados del sitio en helicóptero. Mientras tanto, las autoridades del país norteamericano aseguraron que no hubo víctimas estadounidenses.
No me refiero a que las autoridades de Estados Unidos estén en lo correcto, aunque indudablemente lo están (de otro modo, hay que hacer una pregunta obvia, ¿dónde están las familias de las víctimas?), me refiero a que ambas versiones no coinciden, y a lo que eso dice acerca de cómo las «noticias falsas» podrían cambiar la política exterior.
Considere las dos versiones de esta historia: desde el punto de vista de EE.UU., el país eliminó a un importante militar iraní y los iraníes no mataron a ningún estadounidense en respuesta. Desde el punto de vista del Gobierno iraní, el ataque con misiles fue una forma muy eficiente de venganza.
Se habla mucho sobre el efecto de las noticias falsas en la política interna, pero no se discute lo suficiente sobre su impacto en las relaciones internacionales, incluidas las operaciones militares. Las autoridades estadounidenses deben estar muy contentas de que Irán reivindique esta «victoria» sin que ningún estadounidense haya tenido que morir. En esencia, las víctimas ficticias ahora pueden sustituir a las víctimas reales, al menos para algunos fines específicos.
Los artífices más probables de estas noticias falsas sobre víctimas ficticias son las partes más débiles en los conflictos militares. Pueden usar información falsa sobre una venganza para apaciguar a sus poblaciones. Y cuanto más orgullosos estén los ciudadanos de una nación, más útiles serán esas noticias falsas sobre víctimas ficticias. Este tipo de noticias también son más fáciles de inventar en países con censura de prensa, como Irán.
Para usar el lenguaje de disuasión de la teoría del juego: las amenazas de represalias de una manera dolorosa ahora son menos creíbles porque mentir sobre represalias es actualmente una alternativa.
Tenga en cuenta que EE.UU. no tiene una capacidad comparable para invocar víctimas ficticias de noticias falsas. Si el Gobierno de EE.UU. hubiera anunciado que mató al general iraní Qassem Soleimani cuando en realidad no lo hizo, su información sería fácilmente refutada por los medios de comunicación y también por su aparición pública. Además, el público estadounidense difícilmente estaba pidiendo ese acto particular de venganza, a pesar de que Soleimani había orquestado ataques contra ciudadanos de EE.UU. La mayoría de los estadounidenses ni siquiera sabían quién era.
En resumen, los efectos de primer orden de este acontecimiento privilegian la paz. Pero existen importantes peligros adicionales si a esta hipótesis le sigue otro paso.
La posibilidad de noticias falsas significa que cuando los países más poderosos deseen tomar medidas, deben hacer algo bastante vívido y drástico. No hay duda, ni en EE.UU. ni en Irán, de que EE.UU. efectivamente mató a Soleimani. Tuvo un enorme funeral público en Irán, lo que valida esa realidad.
En contraste, la posibilidad de noticias falsas reduce los beneficios de atacar instalaciones militares. Imagine que EE.UU. hubiera bombardeado algunas instalaciones militares en la zona central de Irán. EE.UU. podría haber reclamado un gran éxito, pero incluso si eso hubiera sido cierto, Irán podría afirmar que se hizo muy poco daño. Nadie estaría seguro de quién tiene razón, y es posible que el público estadounidense, que, según parece, tiene un bajo nivel de confianza en su propio gobierno, tampoco estuviera convencido. Después de todo, muchos estadounidenses aún recuerdan los malos entendidos (algunos dirían invenciones) de evidencia de armas de destrucción masiva de la guerra de Irak. Atacar las instalaciones militares de Irán, incluso si tuviera un valor práctico modesto, no produciría mucho valor simbólico o de relaciones públicas. Por lo tanto, se vuelve menos probable.
Este punto es más cierto aún para los ciberataques, ya que tanto la fuente del ataque como cualquier daño que pueda causar son muy difíciles o quizás imposibles de verificar.
En un mundo de noticias falsas, las grandes potencias perfectamente pueden encontrar menos ataques que valgan la pena. Esa es la parte tranquilizadora; lo preocupante es que, cuando se produzcan los ataques, tendrán que ser muy públicos y muy decisivos; tendrán que ser difíciles o imposibles de negar, y con certeza tendrán que afectar las capacidades militares del enemigo. Tendrán que ser del tipo de ataques que no pueden ser fácilmente contraatacados con noticias falsas o la censura de los medios.
En resumen: las potencias más fuertes tendrán amenazas más poderosas. Las potencias más débiles tendrán elementos disuasivos menos creíbles. Los ataques de represalia de bajo nivel serán menos comunes; las situaciones impulsivas mayores, aún más. Los ataques que más importen serán aquellos de los que el público se entere. ¿Podría ser esto a lo que conduce la “doctrina Trump” en política exterior?
Fuente: Bloomberg L.P