Un tatuador brasilero de 44 años decidió realizarse una intervención brutal de su cuerpo. Cómo es la vida de Diabao Praddo.
A lo largo de su vida, un hombre se hizo varias cirugías con la intención de cambiar su aspecto para parecerse a la representación del diablo, afirma The New York Post.
Michel Faro do Praddo, un tatuador brasilero de 44 años, se implantó cuernos, se cortó la nariz y el dedo anular de una mano e, incluso, se puso colmillos para transformarse en el “demonio humano”.
En sus redes sociales, el tatuador reveló cómo era su apariencia antes de realizarse todas las operaciones que lo llevaron a la extrema transformación para convertirse en “la encarnación del diablo en la Tierra”.
Conocido por su cuenta de Instagram como Diabao Praddo, donde tiene más de 65.000 seguidores, el artista sorprendió a los usuarios con la gigantesca modificación que sufrió su físico a los largo de casi 25 años de cirugías.
El tatuador comenzó con las modificaciones en su cuerpo cuando conoció a Carol, su mujer. “Soy tatuador desde hace 25 años; la mayoría de los tatuajes que tengo los hago con tatuadores y profesionales a los que he pagado mucho dinero. Me dedico al blackwork y a los tatuajes brutales, que son tipos de tatuajes en los que se pinta una gran parte del cuerpo. Pero mi mujer se ha especializado en el ámbito de las modificaciones y la idea es que me convierta en su obra maestra”, aseguró a New York Post.
Una de sus últimas operaciones fue la colocación de colmillos curvados de plata que sobresalen a ambos lados de la boca y por los que pagó mil dólares. Antes, se había quitado el dedo anular de una de sus manos.
Hace un año, se cortó la nariz y se convirtió en la tercera persona del mundo en hacerlo. Con esta modificación, más los cuatro cuernos que tiene a cada lado de su cabeza y a los implantes bajo la piel de su frente, logró tener aspecto más amenazante del que tenía de más joven.
En cuanto a las cirugías, el artista contó que soporta los cambios en su cuerpo porque tiene una alta tolerancia al dolor y aseguró que sufre más en cada postoperatorio. “Tengo una buena resistencia al dolor. No creo que nada sea tan doloroso. Sufro mucho más después de los procedimientos que en el momento”, indicó.
“Y la verdad es que hay cambios que sin anestesia serían casi imposibles de hacer. Me encantaría no sentir ningún dolor, pero si tengo que sentir dolor para conseguir lo que quiero, seguro que lo resisto”, concluyó.