En medio de un proceso de fuerte sinceramiento de precios y del mayor ajuste del gasto en los últimos 30 años, desde que asumió el presidente Javier Milei hasta marzo, la cantidad de trabajadores registrados en el sector privado –el llamado empleo de calidad– cayó en casi 100.000, según datos oficiales.
Al cierre de noviembre pasado, según el Sistema Previsional Integrado Argentina (SIPA) había 6.374.000 trabajadores, mientras que en febrero –el último dato disponible– había 6.311.100. Esto implica que en ese lapso desaparecieron 62.900 trabajadores del sector privado en blanco. La última Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) que elabora la Secretaría de Trabajo estimó que en marzo ese segmento del empleo cayó otro 0,5% en el mes, lo cuál sumaría otros 35.555 empleados menos. En total, serían unos 94.455 empleados menos en el período mencionado.
Fuentes del sector del seguro, permiten incluso dar una mirada más allá, hasta abril, ya que ven bajas en las cápitas de las Aseguradoras de Riesgo del Trabajo (un símil del empleo registrado público y privado) que cayeron en el primer cuatrimestre, en promedio, un 1,9%.
Los sectores más golpeados son la construcción (-15%), el transporte (-8%) y luego vienen el comercio y la industria, que ven caer mensualmente entre 2000 y 4000 trabajadores. La minería y el agro crecen, mientras los servicios financieros aparecen estables. Los servicios sociales, donde están los trabajadores públicos, muestran bajas de casi 2%.
El trabajo privado registrado está cayendo desde septiembre en sintonía con el freno de la economía en tiempos de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. De hecho, el año pasado el PBI cayó 1,6% principalmente por el efecto de la fuerte sequía. La inflación, que fue de 211,4% (la mayor en más de 30 años) generó además una retracción de 20,2% en los salarios del sector público, 14,7% en el privado y 31% en el privado no registrado (o informal).
Es importante remarcar que casi la mitad de los argentinos tienen un trabajo en negro o son independientes. Por eso, muchos de ellos –los no registrados– no están incluidos en el SIPA. La Cuenta de Generación del Ingreso e Insumo de Mano de Obra del Indec estimaba a fin del año pasado que hay 23 millones de puestos de trabajo en la Argentina. Un poco más de la mitad (11,2 millones) tienen un sueldo en blanco. La otra mitad, en tanto, son asalariados no registrados (5,7 millones) y cuentapropistas (5,9 millones). El SIPA, que es un registro y no una encuesta, estimó que a fines de febrero pasado los trabajadores registrados (públicos, privados, autónomos, monotributistas) eran 13,3 millones.
Los especialistas en el mercado laboral señalan que la caída de 65.000 trabajadores –lo que dice el SIPA sin sumar la EIL– es un dato “significativo”, pero “no inusual” en un contexto de sinceramiento de la economía en el que podían aparecer “empleos redundantes”. Por otro lado, afirman –pese a que los datos de este año de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec todavía no se publicaron– que el empleo informal, cuando cae el registrado, suele subir porque “el que se queda sin trabajo en ese segmento sale a hacer una changa o recurre a un empleo en negro para subsistir”.
Los sectores
El empleo privado registrado más afectado en los últimos meses es el de la construcción. El golpe está relacionado con el freno casi total a la obra pública por parte del Ministerio de Economía. De hecho, según el Iaraf, la caída de más importante del gasto en los primeros cuatro meses del año fueron las transferencias de capital a provincias (-98,2%) y la inversión real directa (79,7%).
Según los números oficiales de los Indicadores de Coyuntura de la Actividad de la Construcción (ISAC) del Indec, entre noviembre y febrero, se perdieron 48.076 puestos de trabajo en la construcción.
En la industria contaron a La Nación que, desde el máximo tocado en septiembre pasado, se perdieron unos 7000 empleos industriales en los últimos meses, porque al comienzo de la era Milei la actividad no estaba tan afectada y se registraban principalmente finalizaciones de contratos a empleo temporario o bajas de las horas extras en las plantas. En la reunión de comité de la Unión Industrial Argentina (UIA) el martes pasado, se presentó una encuesta de cómo viene la actividad industrial que se publicará en unos días. “Las empresas están más complicadas en materia de empleo”, contó uno de los participantes.
“En la electrónica, y toda en general, no renovó contratos caídos, suspendió personal y está trabajando a un tercio de su capacidad”, indicaron desde Tierra del Fuego, donde estiman que hay unos 3000 trabajadores menos. Es lo mismo que pasa en el mundo industrial de las bebidas, donde eliminaron a los trabajadores eventuales.
“La industria de alimentos y bebidas lleva 10 meses consecutivos de contracción de su actividad y el último dato la ubica al 56% de utilización de su capacidad instalada. No están los datos oficiales de empleo aún, pero el monitoreo de asalariados en el sector industrial viene evidenciando caídas desde noviembre”, señaló un directivo del sector.
En el sector automotor, por caso, General Motors, Volkswagen, Toyota y Renault tuvieron abiertos procesos importantes de retiros voluntarios hasta hace poco. En el mundo del retail, con poca venta en el consumo masivo, la cosa tampoco está fácil. “El mercado estuvo ajustando en general. Con caídas de volumen de cerca del 10%, hubo bajas en horas extras o domingos”, confiaron en una importante cadena. “Las grandes están despidiendo; las pequeñas están aguantando”, dijeron, en tanto, desde una cámara que agrupa a pequeños comercios.
“Si Caputo no frena esta ola de despidos en el sector privado, la Argentina se hundirá en la pobreza”, tituló un comunicado del Frente Renovador que lidera Sergio Massa. En ese informe listó que “FV, la empresa de grifería más grande del país, esta semana suspendió a más de 1000 empleados. El hipermercado Changomás despidió a más de 150 de ocho sucursales alrededor del país. Además, la misma situación se atraviesa en Whirlpool, donde 60 empleados fueron despidos de su planta de Pilar por la caída abrupta en ventas. A su vez, Fate, la fábrica de neumáticos arrojó al mercado laboral a casi un centenar de trabajadores como consecuencia de la pérdida de competitividad exportadora”.
La mirada experta
“Es un número importante, pero no es nada inusual. En la pandemia cayeron también cerca de 200.000 [trabajadores privados]. Y, además, fue un efecto buscado por el sinceramiento de la economía, por lo que muchos puestos de trabajo eran redundantes y debían destruirse”, afirmó Jorge Colina, de Idesa.
“Lo que se desplomó es la caída formal en la construcción”, afirmó el economista de FIEL, Juan Luis Bour. “El impacto de esta recesión pegó desproporcionadamente en el sector formal de la construcción”, agregó el experto y señaló además al sector público. Según el SIPA, hasta febrero, allí eran 3.462.500, o sea, unos 21.400 trabajadores menos que a fines de noviembre de 2023.
“Lo que vas a tener es una menor toma de gente en el sector formal. Claramente, va a haber despidos, pero en la mayoría va a ser moderada o más moderada de la que vemos en la construcción y en la industria”, dijo Bour. “No veo un desempleo en dos dígitos”, aventuró el experto. A fines del año pasado, último dato del Indec, la desocupación era de 5,7%. Proyectados a todos el país son unos 2,6 millones de personas.
El último informe de la Secretaría de Trabajo, Empleo y Seguridad Social elaborado, entre otros, por el analista Diego Schleser, incluye un profundo análisis de la dinámica de los flujos de empleo en contextos contractivos, como el actual. Su conclusión es interesante porque, como menciona en el apartado, es muy contraintuitiva.
“Habitualmente, se asume que el despido sin causa constituye el único método que utilizan las empresas para reducir el nivel de empleo asalariado registrado cuando enfrentan un contexto recesivo. Sin embargo, un análisis de las contrataciones y las desvinculaciones de personal que realizan las empresas privadas pone de relieve que las firmas cuentan con múltiples mecanismos para reducir la dotación de personal frente a una caída del nivel de producción o ventas, y que el despido sin causa es una modalidad más y no la más relevante”, dice al comienzo el documento oficial.
Luego cierra contando que la caída del empleo no se explica por un incremento relevante de los despidos, sino fundamentalmente por la decisión de las empresas de frenar completamente las contrataciones: eso ocurre en situación de recesión, como ahora, cuando prácticamente las firmas las paralizan. Entonces, bajan las tasas de entrada, pero también las de salida, porque los empleados, que en tiempos de bonanza rotan –el 60% de los que se van de las empresas se van a buscar otro trabajo por decisión propia–, ahora se quedan en la empresa por falta de oportunidades. La tasa de salida supera a la de entrada, ya que las firmas no reemplazan a quienes se van o despiden y ajustan, pero principalmente entre quienes tienen contratos a corto plazo.