Un grupo de suboficiales había hecho lo mismo en 1954. Tras el golpe del 55, Aramburu los había hecho bajar.
El domingo 16 de febrero, Alfredo Alvarez, Tabaré Muñoz y Julián Prato llegaron a la cumbre del Aconcagua, a 6962 metros de altura, y entraron en la historia del peronismo. ¿Por qué? Bueno, porque al cabo de 15 días, en una travesía que había comenzado el 4 de febrero, los andinistas escalaron el cerro y erigieron allí un busto de Juan Domingo Perón y otro de Eva Duarte de Perón. La aventura tiene una raíz histórica o, como cuenta el propio Muñoz a BigBangNews, fue un acto «simbólico y reparatorio». ¿Por qué? Porque en febrero de 1954, un grupo de suboficiales del ejército argentino había tenido la iniciativa de homenajear a Perón del mismo modo, y en 1956, tras la autodenominada «Revolución Libertadora», el general Pedro Eugenio Aramburu envió una segunda exhibición al solo efecto de bajar los bustos. Ahora, de la mano de Alvarez, Muñoz y Prato, Perón y Evita volvieron.
La idea fue de Álvarez, precisamente luego de leer una entrevista al suboficial Andrés López, artífice del proyecto y luego jefe de la custodia personal de Perón. «Nunca habíamos hecho alta montaña», dice Álvarez, quien precisa que el proyecto surgió en 2014, bajo un gobierno peronista, y que recién se pudo concretar este año… bajo otro gobierno peronista. En 2019 hicieron la aclimatación, y este año se mandaron con todo. Los años de trabajo permitieron el ensayo y el error. El primer busto que hicieron tenía 80 centímetros de alto. «Era como llevar a Perón en persona», bromea Muñoz. Finalmente, cada uno de los bustos pesó tres kilos y medio, que pueden parecer poco en tierra firme, pero cuando uno escala un cerro cargado de los pertrechos necesarios para sobrevivir, son bastante. «Hicimos un busto de fibra de vidrio y allí lo rellenamos con piedra. Y le pusimos una placa especial de aluminio que permite amurarlo al piso. Le pusimos piedras alrededor, que las fijamos con un pegamento especial. Está a salvo, creo , de las inclemencias del tiempo, y también del vandalismo de los montañistas».
«Mi general -le dije- […] vamos a organizar una expedición al Aconcagua para rendirle un homenaje a usted y a la señora Evita, colocando sus bustos en la cumbre del cerro. ¿Ustedes están locos?, dijo Perón. ¿Cómo se van a exponer a eso? Es una locura…» Vea mi General, los muchachos ya lo decidieron y lo vamos a hacer. Bueno, concluyó Perón, es cosa suya, peor considero que es una locura». (López, en diálogo con el diario La Nación)
.-Aquellos 20 suboficiales que hicieron cumbre en 1954 tenían conciencia plena de quién era el conductor de una nación que trepaba en el concierto de las naciones, que iba en camino a ser una potencia. Debe haber sido emocionante haber vivido esa época. Me emociona el gran proyecto nacional y rescato esos planes quinquenales, esa Nación que se levantaba… Ojo que yo no soy peronista -dice Muñoz…
-¿Cómo que no sos peronista? Porque suena bastante peronista todo lo que estás diciendo…
-Bueno, antiperonista seguro que no soy… Tengo los mismos valores que tenían Juan Domingo Perón -resume Muñoz.
-Quiere comer la torta, pero no le gusta la cáscara del fondo… -bromea Alvarez sobre su amigo.
Alvarez precisa que fueron la expedición se hizo «por la quebrada de Vargas, el acceso menos comercial», y que «el trayecto fue bastante más duro de lo que esperábamos. Caminás, a veces tenés que volver a base a dormir, y al otro día tenés que volver a subir lo mismo».
La expedición de 1954 estuvo compuesta por 20 hombres, y cada uno de los bustos pesaba alrededor de 50 kilos. Eran bustos desarmables, que estaban colocados en cinco mochilas distintas y que fueron montados allí mismo en el Aconcagua. . El equipo estaba compuesto el equipo por el suboficial principal Felipe Aparicio (al mando del grupo), los sargentos ayudantes Marcelino Severo Arballo, Miguel Grifol, Andrés López, Mauricio Alberto Rossi, y Julio Vedela, además de los sargentos primeros Toribio Cecilio Zárate, Carlos Enrique Sosa, Angel Spetalieri, y los sargentos Aldo Saavedra y Hugo Cayetano Minardi, que hicieron cumbre. A ellos se sumaron el suboficial principal Carlos Alberto Rodríguez, el sargento ayudante Elías Enrique Olivera, los sargentos primeros Rodolfo O. Guarrochena, Rufino Ruiz, Luis Politti, Luis Barroeta, y los sargentos César Darvich, Juan Angel Aguerreberry y Dardo Adalberto Olivera. Todos ellos fueron condecorados con medallas de oro.
En 1956, como se dijo, Aramburu organizó una nueva expedición, secreta y fantasmal, sobre la cual poco se sabe, aunque López contó a La Nación que con el tiempo supo que había participado en ella «un suboficial sin escrúpulos» que había estado también en la del 54. No hay fotos de aquella segunda expedición, o si las hay, jamás se hicieron públicas. Aquellos hombres se encargaron de sacar las efigies del líder y su esposa, en un contexto en el cual el partido peronista estaba proscripto, así como toda mención a su líder, que debía ser mencionado por los medios como «tirano prófugo» o «tirano depuesto». Aquellos militares, también, se robaron el cadáver de Evita.
-Así que nosotros, con nuestra expedición, quisimos reparar lo que había destruido una dictadura. Yo llevaba el busto de Eva Perón, a la cima… Te juro que a cada paso venía pensado en estos degenerados que robaron su cuerpo, lo mutilaron, lo violaron.. lo quemaron con cigarrillo… El nuestro es un mensaje a la historia, el mensaje de que el amor vence al odio… – concluye Muñoz, el hombre que jura y rejura que no es peronista.