Los fiscales solicitaron declarar culpables a Gatica y Correa por lavado. Pero pidieron absolver a Domingo, el hermano de Diego.
«Diego Correa es el real dueño de todos los inmuebles en Trelew, Playa Unión y Lago Puelo, y de los vehículos». Así sintetizó el fiscal Alex Williams el enriquecimiento ilícito al inaugurar ayer los alegatos del juicio oral y público por El Embrujo. «Trató de justificarlo con la muerte de su jefe político, Mario Das Neves. Eligió a una persona fallecida y no hay manera de demostrarlo. Es incomprobable, es inverosímil y es mentira».
«¿Por qué Correa no firmó y se hizo cargo de las cosas que compró? –se preguntó Williams- Si la plata era de Das Neves, ¿cuál era el problema? Porque es mentira y no puede justificar un enriquecimiento desmesurado».
Desde 2004 sólo fue empleado público. Estuvo desocupado entre 2011 y diciembre de 2015. Pero en 2012 empezó a gastar dinero. Por ejemplo, con 4 viajes al exterior con Natalia Mac Leod. «¿Cómo sin ingresos pagó $ 2 millones de la cuenta corriente de un corralón, compró una camioneta y terrenos? No hay otra explicación que el origen espurio de los fondos».
Correa nunca presentó una declaración jurada ni se sabe con cuánto dinero ingresó a la función pública. «No tenía más que su sueldo pero cuando la banda se desintegra tenía más de 10 propiedades y 7 vehículos además de 22.500 euros en su poder al ser detenido. Son 2 años de su sueldo estatal. Dijo que se los dio Das Neves sin traer ni una evidencia».
Correa necesitó a Daniela Souza y a Natalia Mac Leod para hacerlas figurar como dueñas de Dual Core, de modo de poder capitalizar e ingresar bienes a su patrimonio.
«No podía poner nada a su nombre porque no tenía cómo justificarlo. Ése es el sentido de la participación de ambas». Apoderada y gerente de Sepat, aunque sin facturación, Souza también lo ayudó con la Hyundai H1 y la Toyota Hilux. «La firma no tenía giro comercial pero una vez dada de alta, incorporó bienes por millones».
En cuanto a Mac Leod, era «su pareja y la persona de más confianza». Y Diego Lüters «era su lugarteniente, tanto que escondió evidencia en casa de su madre».