Se anunciarían nuevas medidas económicas en las próximas horas. La duda sin despejar es si la Vicepresidenta está al tanto de esas conversaciones.
Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa comparten una conclusión: la base de la crisis es política y no económica.
Lo grave es que el diagnóstico común no facilita una solución al problema porque no hay manera de saldar una disputa de poder que viene de origen. El Presidente no conduce, pero tampoco lo termina de hacer su vice, señaló TN.
El economista Emmanuel Álvarez Agis describió así la situación en el último informe de su consultora PxQ: “La política puede permanecer irracional más tiempo de lo que el país puede permanecer solvente”. La frase, una reformulación de la que escribió Keynes sobre el mercado, refleja el derrotero exacto en el que se encuentra el Frente de Todos. Se entiende bien, además, por qué el consultor rechazó ser ministro de Economía después del portazo de Martín Guzmán.
El oficialismo está en una trampa de la que es difícil salir en medio de la tensión por el dólar. Fernández se encerró varias veces con su equipo para definir líneas de acción que frenen la corrida cambiaria. Hubo discusiones sobre cómo lograr que el campo liquide las divisas de la cosecha. “El dólar tiene un precio de pánico, hay que intervenir ya”, decía al principio de la semana un colaborador presidencial. Eso no ocurrió básicamente porque el presidente Fernández demora las decisiones, aún en la emergencia.
El lunes, por ejemplo, se hizo tiempo para recibir fuera de agenda al filósofo brasilero Emir Sader, de visita en Buenos Aires. En la charla, hablaron sobre Lula, las elecciones y la posibilidad de crear una moneda común del Mercosur. Afuera, el blue se acercaba a 300. “No reacciona”, se queja un funcionario alineado con la Vicepresidenta.
Fernández no recupera la estabilidad desde el 3 de julio, cuando renunció Guzmán. Si bien retomó las recorridas por el conurbano e intentó moderar su discurso, ayer cerró a los gritos una diatriba contra el agro: “¡No me van a torcer el brazo!”. Puede elevar la voz y golpear la mesa, pero aún así su palabra no tiene peso porque la pregunta que le sigue a cada una de sus afirmaciones es “¿qué piensa Cristina?”.
Ella guarda silencio sobre los temas económicos hace 15 días. “Si habla porque habla, si no lo hace, se lo reclaman”, dice un dirigente que la visita seguido en el Senado. Sí intervino con fuerza en un nuevo capítulo de la pelea con la Corte. Lo novedoso de esta última entrega es que un pelotón de dirigentes K instalaron que el objetivo final de la Justicia es “proscribir” a Cristina.
La prohibición de competir en 2023 está atada a una condena firme, algoimprobable teniendo en cuenta los tiempos procesales. Pero la sola mención de esa posibilidad le da un marco épico para instalar su candidatura. En el segundo y tercer cordón, estaba previsto a fines de junio hacer una pintada masiva con la leyenda “Cristina es esperanza”. Eso se detuvo el fin de semana dramático que se vivió en Olivos, cuando el Presidente se resistía a llamar por teléfono a la vice antes de hacer cambios en el gabinete.
Hace unos días aparecieron en el conurbano paredes que decían “Con Cristina no se jode”. Esta vez, las organizaciones a cargo del trabajo no pidieron permiso para llevar adelante la campaña. Eso muestra cierto nivel de desmarque aún dentro del espacio que se mantiene incondicional a “la jefa”. Mayra Mendoza, en una charla con vecinos que se ¿filtró?, dijo que “hay que exigirle más al gobierno nacional” y despotricó por la inflación. La Cámpora en el territorio se mueve como si fuese parte de la oposición.
“Cada cual empieza a atender su juego pensando en las elecciones del año que viene. Es entendible”, razona un funcionario bonaerense. En esa dispersión busca su lugar Juan Grabois, que fue el primer dirigente de movimientos sociales en arrimarse al Frente de Todos cuando estaba en formación. Ahora parece ser el primero también en irse. El fundador del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) tiene una presencia mediática mayor en relación a su representatividad política, y muchos más comparado con el despliegue de otras agrupaciones, como el Movimiento Evita. Por su estilo provocador y su viveza política, saca ventaja y termina marcando el pulso del conflicto en la calle.
En un clima enrarecido, el Gobierno recibió la pésima noticia de la cancelación de la reunión bilateral con Joe Biden, aislado por coronavirus. Trabajó durante más de dos años para conseguir el encuentro en el Salón Oval, una foto que Cristina Kirchner no logró con Barack Obama. La relación con Estados Unidos importa en especial por su participación en organismos internacionales, como el FMI, pero, sin anuncios concretos previstos, significaba para el Presidente un poco de oxígeno en medio del incendio.
“La suspensión del viaje puso a todos nerviosos”, confesó un colaborador. El despacho presidencial fue ayer un desfile de funcionarios: Silvina Batakis, Miguel Pesce, Sergio Massa, Santiago Cafiero, Juan Manuel Olmos, Eduardo Valdes y varios más. Volvieron a surgir versiones sobre la posibilidad de cambios de gabinete y nuevas medidas económicas. La duda sin despejar era si la vicepresidenta estaba al tanto de esas conversaciones.