No es de extrañar que el Gremio bancario haya sido uno de los mejor remunerados al cabo de un año en el que, según el Banco Central, las ganancias en términos nominales de las entidades privadas se habían triplicado respecto de la inflación. Y tampoco que el hilo salarial se haya cortado por lo más delgado en el marco del ajuste fiscal activado tras las corridas cambiarias: educadores públicos, estatales y principalmente cuentapropistas, registrados o no, tuvieron que correr de atrás la galopante inflación, e inclusive alimentar aquella rentabilidad bancaria con súper tasas y comisiones que en muchos casos debían asumir para tapar agujeros.
La foto de apertura de paritarias de este año reelectoral, que entre privados y estatales involucran a 12 millones largos de trabajadores, sorprende a la inmensa mayoría de los 500 gremios que participan en las negociaciones contando pérdidas: 14,5% promedio si se remontan a 2015 y que en el caso de algunas ramas docentes llega al 17,5%. Sin aguzar tanto la memoria, pese a las revisiones trimestrales en muchos de ellos, el año pasado terminaron varios puntos abajo de la inflación, en términos estadísticos, pero en las economías hogareñas bancarizadas hacer lugar a los tarifazos y la presión impositiva significó asumir intereses superpositivos para financiarse con tarjeta o préstamos personales.
El zapato de la carestía de la vida no apretó por igual: los que menos cobran pagaron la canasta más cara que los de mayores ingresos. Y no siempre los mejor posicionados en la pirámide, tras la alocada carrera de los precios y los salarios fogoneada desde el propio Gobierno, representan la distribución del ingreso ideal para el imaginario colectivo.
La grilla salarial que antecede a las paritarias 2019 muestra que, en 2018, el gremio bancario logró, finalmente, casi 3 puntos por encima del Índice de Precios al Consumidor del INdEC.
En consecuencia, el inicial se terminó yendo a poco más de 37.500 pesos, el doble de lo que un docente de la Ciudad de Buenos Aires finalizó el año cobrando por jornada simple, tras haber recibido 13 puntos debajo de la inflación, más un bono de 3.500. Y el 50% más que el de una enfermera, aunque al cabo de 2018 el convenio de sanidad quedó apenas 2,7 puntos relegado.
El contraste en la remuneración relativa de los trabajos es un claro ejemplo del principio que guía la asignación real de recursos del actual Gobierno, que privilegia a las actividades energéticas y a las financieras, por ser más lucrativas, en un contexto recesivo en el cual la especulación ocupa el primer plano, y subordina al ajuste fiscal a todas aquellas que cumplen servicios a la comunidad, como la enseñanza pública o la salud.
El Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) relevó, en tal sentido, que los salarios reales en educación y ciencia cayeron hasta un 17,5% en el acumulado del período 2016 – 2018, y que en ese período el sueldo de los docentes de grado sufrió una caída del 14,5%.
El marco se da en un hundimiento del salario real promedio de la economía en lo que va de gestión macrista del 14,4%, y por más que se esté al inicio del año reelectoral para el Gobierno, las perspectivas de recuperación de los ingresos no son alentadoras –según publica Urgente 24-.
La pauta salarial del 23% que intentó fijar para las paritarias en ciernes, pese a haberle impreso un ritmo del 30% anual al sistema de precios con los tarifazos concentrados en el primer trimestre, si bien arrancó con los encargados de edificios y los empleados de entidades deportivas y acopló luego a bancarios y aceiteros (aunque con cláusulas gatillo que los cubren del previsible desborde), ahora sobrevivió sólo como referencia para los Gremios que tienen al Estado como patrono.
En el resto, aunque no campee precisamente el optimismo, las empresas privadas encuestadas por la consultora Pricewaterhouse Coopers Argentina (PwC Argentina) indicaron que prevén incrementos salariales para este año entre el 26% y el 29% promedio.
De todos modos, como advierte un informe reciente del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma, existe de hecho una actualización de los acuerdos paritarios cada 3 meses en promedio, cuya bicicleta describe así:
-durante los primeros meses de 2018 la negociación colectiva estuvo centrada en la revisión de los acuerdos salariales de 2017 y los primeros cerrados establecieron incrementos en torno del 15%,
-en una segunda tanda, llegaron al 25%,
-las revisiones frente a la evolución de la inflación culminaron al finalizar el año en incrementos superiores al 40% anual.
La carrera precios-salarios, sin embargo, es puramente matemática, sin considerar que los primeros vayan por ascensor y los segundos por escalera, como solía repetir Juan Domingo Perón en auditorios sindicales.
Para un asalariado, el verdadero poder adquisitivo de lo que gana lo determinan los porcentajes que los gastos que juzga importantes representan para su sueldo y, en consecuencia, si llega a fin de mes con lo que cobra o qué podría hacer con lo que le quede.
Canasta desfondada
Dando por sentado que los trabajadores que perciban de los 39 mil en más de la canasta básica total que estimaba en enero ATE-INdEC, con la que efectivamente se podrían cubrir comida, viáticos, facturas de servicios públicos, vivienda, educación, salud y vestimenta, si evalúan cuán cerca o lejos están de comprar un auto 0 kilómetro Gol Trend, Volkswagen Polo, Fiat Argo, Peugeot 208, Toyota Etios o Chevrolet Onix, verán que en 2017 hubieran necesitado 11,2 salarios mientras que a fin de 2018 se les fueron 15,5 sueldos (4,3 meses más), según calculó la consultora Invenómica.
La explicación sería que «en 2018 el poder adquisitivo se contrajo un 11% y las perspectivas para el primer semestre de 2019 son poco alentadoras en función de los fuertes incrementos en servicios básicos como luz y gas que inciden en gran medidas en los costos de bienes y servicios”.
Y si bien recién a partir del 3er trimestre se podría observar una mejora del salario real, “es imposible que pueda recuperarse lo perdido en 2018″, advierte.
Inclusive, hasta 2017, los planes de ahorro zanjaban en parte la diferencia, como los créditos hipotecarios UVA daban acceso con las cuotas iniciales a la vivienda, pero las súper tasas de 2019 desbarataron esos mecanismos de financiamiento.
Podría suponerse que los bancos perderían rentabilidad al quedar fuera de órbita los negocios en torno de los créditos a particulares de mediano y largo plazo, sepultados por la inflación, pero el Estado cambió las Lebacs por Leliq para absorberles las carteras de inversión, apañó comisiones que en muchos casos subieron el 160% y propició spreads confiscatorios con el revolving en las tarjetas de crédito y las tasas de los préstamos personales.
El asalariado que necesitó financiar el nivel de vida o los fuertes incrementos en las obligaciones fijas reguladas por el Estado mediante el pago del mínimo de las tarjetas se topó con una tasa anual del 100% que multiplica los saldos acumulados y, si decidía cancelarla con una línea de préstamo personal, los intereses podrían llegar hasta el 180%.
Cualquier familia que se siente a hacer las cuentas, comienza por las facturas de la luz, gas y agua, por temor a las intimaciones de corte en el suministro, que si se toma como referencia la estimación que hiciera la Universidad Nacional de Avellaneda, se le lleva actualmente el 23% del sueldo.
Las cuotas bancarias han ido avanzando en las previsiones mensuales y se alzan con una tajada también importante, lo mismo que los viáticos en auto o transporte público, y como los ítems de la canasta básica suben constantemente, los números cada vez cierran con mayor dificultad para la mayoría de la gente.
En tal sentido, BAE Negocios publica el índice de variación de precios de la canasta de consumo de los asalariados registrados que elabora el Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET), que da como resultado una suba mensual en enero del 2,7%, lo cual estira al 48,7% la tasa interanual y bate el récord de diciembre como el mayor pico inflacionario desde 1991.
El poder adquisitivo en 10 meses consecutivos supera el 2% mensual, En enero, alimentos y bebidas fue el rubro más benigno en las 1ras remarcaciones del año, dentro del 2%. Lo siguieron en la curva ascendente el tarifazo en colectivo, tren y subte; transporte y comunicaciones; equipamiento y mantenimiento del hogar; esparcimiento (principalmente por la suba estacional en hotelería); y otros bienes y servicios (impulsado por el aumento de los cigarrillos) se despegó con 7,7%.
Las revisiones paritarias a partir del último trimestre morigeraron el retroceso del salario real, pero igualmente lo dejaron en un elevado -11%.
El impacto ha sido mayor para el 10% de los trabajadores con sueldos más bajos, que soportaron un 50,5% anual, que para el 10% que percibe los más altos y afrontó subas del 47,3%, es decir, 3,2 puntos menos.
Pero si la comparación se extiende a noviembre de 2015, los que más ganan sufrieron un deterioro acumulado de 159,9%, mientras que a los de los ingresos más bajos les afectó 197,6%. O sea, en 3 años y medio, la inflación pegó 37,7 puntos más fuerte en los mínimos en relación con los máximos.
Fueron los tarifazos de servicios públicos los que más afectaron a los hogares menos pudientes, porque destinan un mayor porcentaje de su gasto a transporte público, electricidad, gas y agua», según el informe del IET, próximo a la UMET y un conjunto de sindicatos de la CGT y las CTA.