En todo el mundo, millones de pacientes aguardan con ansias una llamada telefónica que traiga la noticia más anhelada: la confirmación de que se ha encontrado el órgano que tanto necesitan para un trasplante. Para muchos de ellos, esta llamada es literalmente una cuestión de vida o muerte. Entre los más vulnerables se encuentran aquellos que esperan un nuevo corazón. Actualmente, se calcula que más de 100 mil personas están en la lista de espera para recibir un trasplante cardíaco en todo el mundo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en su último informe publicado en abril de 2022, “el trasplante de tejidos, órganos o células humanas es una forma consolidada de tratamiento, reconocida como la mejor y a menudo la única vía que permite salvar la vida en el caso de diversas enfermedades y lesiones graves congénitas, hereditarias o adquiridas que pueden poner en peligro la vida”.
Asimismo, desde el máximo ente sanitario internacional indicaron que “los últimos datos recopilados por el Observatorio Mundial de Donación y Trasplante indican que anualmente se realizan más de 150 000 trasplantes de órganos sólidos en todo el mundo”, sin embargo “esa cifra representa menos del 10% de las necesidades mundiales”. En ese tono, desde Mayo Clinic advierten que “la donación no solo ayuda a la persona que recibe el órgano”, ya que se puede “salvar hasta ocho vidas y mejorar hasta 75 más”.
Según datos del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI), en 2023, 4.264 argentinos en lista de espera recibieron un trasplante, de los cuales 2.143 fueron de órganos y 2.121 de córneas. Asimismo, en diálogo con Infobae, puntualizaron que entre, los pacientes que sometidos a esas intervenciones, 331 fueron niños. En tanto, señalaron que en lo que va del año, se realizaron en nuestro país un total de 508 trasplantes de órganos y córneas. Se concretaron en total 191 trasplantes renales, 69 hepáticos, 15 cardiacos, 5 renopancreaticos, 4 hepatorrenales, 1 pulmonar y 223 de córneas.
La calidad médica y la ética profesional son pilares fundamentales en los programas de trasplante cardíaco, garantizando la seguridad y eficacia de los procedimientos (Getty Images)
“En la Argentina más de 150 personas se encuentran inscriptas en la lista de espera cardíaca del INCUCAI y el 15% están hospitalizados en situación de urgencia o emergencia, lo que significa que requieren de medidas de sostén de la función del corazón como drogas inotrópicas o equipos de asistencia circulatoria”, explica la doctora Mirta Diez (MN 68.240), jefa del Servicio de Insuficiencia Cardíaca, Hipertensión Pulmonar y Trasplante Cardíaco del ICBA Instituto Cardiovascular. La mayoría de los pacientes que esperan un corazón se atienden en centros ubicados en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe y CABA.
La situación es compleja, detalla la experta, ya que por la escasez de órganos y el acceso con prioridad de los pacientes críticos, más de la mitad de los trasplantes se realizan en este grupo. Esto limita aún más la disponibilidad de órganos para quienes esperan fuera de la internación; es decir, aquellos que podrían ser tratados cuando aún no desarrollaron un cuadro de mayor gravedad. “En el ICBA, el porcentaje de pacientes que se trasplantan en emergencia sigue en aumento, siendo del 75% en la última década. Estos números dramáticos subrayan la urgente necesidad de concientizar sobre la importancia de la donación”, advierte la doctora Diez.
En ese sentido, este martes 27 de febrero se conmemora el Día Internacional del Trasplante de Órganos, una fecha que invita a reflexionar sobre la importancia de la donación de órganos y tejidos, una acción que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte para miles de personas.
En Argentina, la escasez de órganos y la priorización de pacientes críticos limita el acceso al trasplante cardíaco, incrementando el porcentaje de trasplantes en emergencia
“Donar órganos es un acto altruista que trasciende fronteras culturales y nos devela y enfrenta a valores éticos y sociales. Al ofrecer la posibilidad de salvar o mejorar la vida de otra persona, la donación de órganos se convierte en un acto de generosidad y empatía. Este gesto no solo impacta en el paciente que recibe el órgano y en la familia de la persona donante, sino que también contribuye a fortalecer el tejido social, fomentando una comunidad más solidaria y compasiva”, destaca la doctora Rocío Baro Vila (158.920), miembro del servicio del ICBA que tiene a su cargo los trasplantes cardíacos.
Vivir más y mejor
La colaboración médica coordinada y multidisciplinaria es esencial no solo durante el procedimiento de trasplante cardíaco, sino también en la atención previa y posterior al mismo. Esto garantiza que los pacientes estén en óptimas condiciones cuando se les ofrece el órgano y les brinda apoyo durante su proceso de recuperación, buscando mejorar su calidad de vida.
“Los pacientes que aguardan un corazón habitualmente esperan por semanas. Muchas veces se internan con diversos grados de desnutrición y pérdida de masa muscular, además de fuertes emociones. Por lo que son evaluados por nuestro equipo de nutrición, kinesiología y psiquiatría. Durante la espera son conocidos por gran parte de la institución, por lo que el día del operativo de trasplante se siente en todo el ICBA”, cuenta la doctora Lucrecia María Burgos (MN 148.752), miembro del Servicio de Insuficiencia Cardíaca, Hipertensión Pulmonar y Trasplante Cardíaco de la institución con sede en el barrio de Belgrano. En la última década el programa de trasplante del centro creció notablemente, realizando más de 100 intervenciones, con una mayor demanda de pacientes masculinos.
La urgencia de la situación se evidencia con más de 100 mil personas en la lista global de espera por un trasplante de corazón, subrayando la necesidad crítica de donaciones (Foto: EsSalud)
Si bien la técnica quirúrgica no tuvo variaciones relevantes en los últimos años, sí se han producido varios avances significativos en otros aspectos. “Se desarrollaron inmunosupresores más específicos y efectivos para prevenir el rechazo del corazón trasplantado, reduciendo también los efectos secundarios adversos”, explica la experta.
A nivel global, se empezaron a utilizar métodos de detección de rechazo de forma no invasiva (aún no disponibles en la Argentina), que permiten un diagnóstico más precoz. También han surgido métodos más avanzados para preservar el corazón durante el traslado, lo que ayuda a mantener su función óptima y mejora los resultados de la intervención.
“El trasplante cardíaco no solo permite que el paciente viva más, sino también mejor. Después de un trasplante de corazón exitoso, las personas a menudo se encuentran capaces de reanudar muchas de sus actividades anteriores, incluido el trabajo, los pasatiempos, los deportes y el ejercicio”, acota la doctora Burgos.
Qué desafíos que siguen pendientes
La Ley Justina en Argentina establece la figura del “donante presunto”, simplificando el proceso de donación y respaldando legalmente esta acción vital Foto: Télam
En Argentina, todos los adultos mayores de 18 años se consideran donantes de órganos automáticamente, a menos que declaren lo contrario. Esta medida, conocida como la figura del “donante presunto”, fue establecida por la Ley Justina en 2018, en honor a Justina Lo Cano, una niña de 12 años que falleció mientras esperaba un trasplante de corazón. Esta legislación simplifica el proceso de donación y proporciona un respaldo legal en un tema delicado que requiere una reflexión colectiva sobre decisiones éticas. El acceso al trasplante se reconoce como un derecho, y el INCUCAI, como organismo encargado, juega un papel fundamental al impulsar, regular, coordinar y supervisar las actividades relacionadas con la ablación y trasplante de órganos, tejidos y células en el país.
“A pesar de los avances en la concientización liderada por el INCUCAI y las sociedades científicas e instituciones asistenciales, todavía enfrentamos desafíos significativos en la promoción de la donación de órganos. La falta de información, los mitos y las barreras culturales son obstáculos que debemos superar”, advierte la doctora Baro Vila.
Las estadísticas nacionales reflejan el impacto de estas dificultades en comparación con lo que ocurre a nivel mundial. En Argentina, la tasa de donación se sitúa en 16.5 donantes por millón de habitantes, una cifra considerablemente más baja que la de países como España, que lidera con 47 donantes por millón de habitantes, casi el triple.
En todo el mundo, la espera por un trasplante cardíaco es una carrera contra el tiempo que enfrentan millones de pacientes, cuya vida pende de un hilo hasta recibir esa anhelada llamada
Mirando hacia adelante, el Día Internacional del Trasplante de Órganos se presenta como una oportunidad para educar, concientizar y movilizar a la sociedad hacia un escenario donde la donación de órganos sea un acto natural y ampliamente respaldado. Según las expertas, para lograr este cambio, el sistema de salud debe enfocarse en aspectos fundamentales.
“La limitada disponibilidad de órganos afecta el acceso al trasplante, pero también otros factores, como los recursos financieros y esencialmente la capacidad de las instituciones médicas para llevar a cabo programas de trasplante de manera eficiente. En nuestro país, 23 centros médicos cuentan con programas de trasplante cardíaco, la mayoría de ellos ubicados en el área de la Ciudad de Buenos Aires”, plantea la doctora Mirta Diez.
La calidad médica, agrega la cardióloga del ICBA, es un pilar fundamental en los programas de trasplante; la experiencia, la formación y la ética del personal de salud son determinantes para el éxito de estos procedimientos. “La evaluación adecuada de los donantes, la realización segura de los trasplantes y el seguimiento postoperatorio son áreas en las que la calidad médica se manifiesta directamente en los resultados y en la seguridad del paciente”, sostiene.
“El 27 de febrero no es solo una fecha en el calendario, este día recordemos a aquellos que esperan con esperanza y celebremos a aquellos que generosamente han donado. Donar órganos es dar vida y contribuir a mejorar nuestro tejido social”, concluye la doctora Diez.