El salario promedio es de $ 45.598,85, unos 400 dólares al tipo de cambio paralelo.
En el primer mes de coronavirus en la Argentina, los salarios de los trabajadores formales perdieron frente a la inflación. Con 10 días de cuarentena, en marzo, el salario promedio de los trabajadores en relación de dependencia registrados aumentó el 0,9%, frente a una inflación del 3,3%. Según lo informado por diario Clarín, representa una pérdida en términos reales del 2,3%.
Es lo que surge del índice de la Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (RIPTE) que elabora mensualmente la Secretaría de Seguridad Social.
Con estos números se cortó el repunte de los salarios que hubo en enero y febrero por los aumentos de suma fija que por decreto impuso el Gobierno y que mejoró las escalas salariales de los sueldos más bajos. Y marca un alerta sobre las cifras de abril por el impacto pleno de la cuarentena sobre la actividad con suspensiones con reducción salarial, atraso en el pago de los jornales y sueldos y suspensión de hecho de las paritarias para acordar las actualizaciones salariales habituales para esta época del año.
A esto se agregan, las cesantías y pérdidas salariales aún mayores de los trabajadores informales y de los trabajadores y profesionales independientes o por cuenta propia, prácticamente impedidos de realizar sus trabajos y por ende sin ingresos laborales.
En marzo, el salario promedio formal bruto (antes de los descuentos de jubilación y salud) fue de $ 56.872,86. Un año atrás, había sido de $ 38.884,43. Es un aumento del 46,3% frente a una inflación del 48,4%.
Con los descuentos de jubilación y salud, de los $ 56.873,56 promedio, queda un salario promedio en mano de $ 45.598,85, unos 700 dólares al tipo de cambio oficial y menos de 400 dólares a los valores paralelos.
En tanto, la distancia entre el sueldo promedio en blanco y la canasta básica familiar de pobreza es muy corta: para un matrimonio y 2 hijos, en marzo el valor de la canasta que mide la pobreza, según el INDEC, fue de $ 41.994,86. Una brecha salario/canasta de apenas el 8,5%.
De aquí se desprende que un gran sector de los asalariados ocupados “en blanco”, aun percibiendo el salario familiar por sus hijos, está por debajo o bordeando la línea de pobreza, mientras más de la mitad de los asalariados informales tiene ingresos inferiores al valor de la canasta de pobreza.