El 3 de marzo se registró el primer caso de COVID-19 en la Argentina. En el tiempo transcurrido desde que los científicos chinos en enero confirmaron que la enfermedad de rápida propagación en Wuhan fue causada por un nuevo coronavirus y publicaron su secuencia genética en línea, se ha aprendido una cantidad extraordinaria sobre el virus, SARS-CoV-2, la enfermedad que causa, COVID- 19, y cómo nos afecta.
En este contexto, las 16 lecciones que aprendimos de esta enfermedad, recopilado por Infobae, que hoy alcanzó los 40 mil fallecidos en el país:
1. Qué es el coronavirus
El virus toma su nombre del latín debido a su aspecto de corona bajo el microscopio, y pertenece a una gran familia de patógenos comunes. Algunos coronavirus solo afectan a los animales, pero otros también pueden contagiar a los humanos.
Los coronavirus pueden causar enfermedades clínicas en humanos que pueden extenderse desde el resfriado común a enfermedades respiratorias más graves como el SARS y el MERS. El SARS-CoV-2 fue designado para ser nombrado coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2) por el Comité Internacional de Taxonomía de Virus (ICTV), que determinó que el virus pertenece a la categoría de coronavirus relacionado con el síndrome respiratorio agudo severo y descubrió que este virus está relacionado con los SARS-CoV.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como: una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en humanos. En los humanos, se sabe que varios coronavirus causan infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado común hasta enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS). El coronavirus que se ha descubierto más recientemente causa la enfermedad por coronavirus COVID-19″
2. Cómo se contagia
El primer modo de transmisión del coronavirus probado es el de las micro gotas de saliva o flügge que expulsa una persona infectada al toser o estornudar, y también cuando canta o habla.
El virus utiliza ese entorno húmedo como vector, y puede infectar a otra persona si alcanza su boca, su nariz o sus ojos, por donde pasa a las células de las vías respiratorias. Los científicos consideran que ello requiere de un contacto cercano, de alrededor de un metro y que esas gotículas de entre 5 y 10 micras son relativamente “pesadas” y caen rápidamente, no permanecen suspendidas en el aire. También puede fijarse en superficies alcanzadas por las gotículas, como teclados, picaportes de puertas, botones de ascensores, teléfonos, entre otras, que si una persona sana los toca y luego se toca la cara, puede contagiarse.
Además, diferentes estudios han mostrado que el coronavirus puede permanecer mucho tiempo en superficies inertes, desde varias horas a incluso días si la temperatura y la humedad son favorables. Sin embargo, al cabo de unas horas, solo quedan restos, una cantidad insuficiente para contagiarse.
3. Los síntomas
La fiebre fue uno de los primeros síntomas en relación a esta enfermedad.
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los síntomas más habituales son la fiebre, la tos seca y el cansancio. Otros síntomas menos frecuentes que afectan a algunos pacientes son los dolores y molestias, la congestión nasal, el dolor de cabeza, la conjuntivitis, el dolor de garganta, la diarrea, la pérdida del gusto o el olfato y las erupciones cutáneas o cambios de color en los dedos de las manos o los pies. Estos síntomas suelen ser leves y comienzan gradualmente.
4. Es una enfermedad inflamatoria
Según precisó a Infobae el médico especialista en medicina interna y neumonólogo Alexis Doreski (MN 141740) “en primer término, cabe resaltar que la etapa de replicación viral es en la mayoría de los casos limitada y no se extiende más allá de los 10 a 12 días posteriores al inicio de los síntomas, encontrándose la mayor carga viral al comienzo de los mismos”.
El director de investigación clínica y uno de los fundadores de Fundación Respirar explicó que “esta primera fase viral puede estar circunscripta a vías aéreas superiores o extenderse al pulmón, originando un cuadro de neumonía intersticial aguda”. “A medida que la respuesta inmune se pone en marcha, se produce una abrupta disminución de la replicación viral, dando paso a la segunda fase o fase inflamatoria -ahondó el especialista-. Esta es una etapa crucial en la progresión de la enfermedad ya que si el paciente desarrolla una respuesta inflamatoria moderada, en la gran mayoría de los casos evoluciona favorablemente”.
No obstante, cabe recordar que la calidad e intensidad de la respuesta inflamatoria “varía de un individuo a otro de acuerdo al estado y características propias de la inmunidad de cada uno”. “Además, la presencia de ciertas comorbilidades como edad avanzada, diabetes, tabaquismo, hipertensión arterial y obesidad implica por sí misma un factor de mal pronóstico -agregó Doreski-. Cuando estas condiciones convergen, se desencadena una respuesta hiperinflamatoria, resultando en un cuadro moderado a severo”.
5. El distanciamiento social, una de las medidas más importantes para prevenir el COVID-19
Hay que respetar al menos dos metros de distancia para prevenir el contagio con las gotitas y evitar la infección que se produce por vía respiratoria.
Hay que respetar al menos dos metros de distancia para prevenir el contagio con las gotitas y evitar la infección que se produce por vía respiratoria.
El distanciamiento social es la práctica para reducir el contacto cercano entre las personas para frenar la propagación de infecciones o enfermedades. Y que las medidas de distanciamiento social incluyen limitar la reunión de grandes grupos de personas.
En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un mínimo de un metro de separación entre persona y persona para mantener la distancia social. Mientras que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) dicen que hay que respetar al menos dos metros de distancia para prevenir el contagio con las gotitas y evitar la infección que se produce por vía respiratoria.
De hecho, según un modelo matemático desarrollado por investigadores del Imperial College de Londres, si no se tomaran medidas de distanciamiento social, la enfermedad podría matar hasta 40 millones de personas en todo el mundo, pero esto podría reducirse a la mitad si las personas reducen sus reuniones sociales en un 40% y los ancianos reducen sus interacciones en 60%.
En este mismo estudio, los investigadores, calcularon que si un distanciamiento social aún más intensivo y a gran escala se implementara de manera temprana y sostenida, al reducir el 75% de las tasas de contacto interpersonal, podría salvar 38,7 millones de vidas.
6. El tapabocas, una medida eficaz
El enmascaramiento universal podría convertirse en una forma de “variolación”, un procedimiento que se aplicaba antes de la invención de la vacuna que generaría inmunidad.
Los comienzos de los barbijos no fueron auspiciosos. Las indicaciones globales oscilaron entre su veneración a su descarte. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC) ahora incluyen usar mascarillas en sus recomendaciones para hacer más lenta la trasmisión del virus. Se aconseja que el público se ponga mascarillas de tela y no quirúrgicas.
De hecho, el director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, Robert Redfield, al testificar ante un subcomité del Senado de Estados Unidos, sugirió que las mascarillas pueden ser incluso más efectivas que una vacuna para limitar la propagación del COVID-19: “Son la herramienta de salud pública más importante y poderosa que tenemos”.
En este sentido, una investigación publicada en The New England Journal of Medicine, reveló que la mascarilla es uno de los pilares del control de la pandemia del COVID-19, y que el enmascaramiento facial universal puede ayudar a reducir la gravedad de la enfermedad y garantizar que una mayor proporción de nuevas infecciones sean asintomáticas. Si se confirma esta hipótesis, el enmascaramiento universal podría convertirse en una forma de “variolación”, un procedimiento que se aplicaba antes de la invención de la vacuna que generaría inmunidad y, por lo tanto, retrasará la propagación del virus en la espera de una vacuna.
7. Los grupos de riesgo
Las personas de tercera edad, el grupo de los más afectados por esta enfermedad.
Se sabe que el COVID-19 afecta más gravemente a las personas que no estaban saludables del todo antes de contraerlo. Ahora queda claro que, además de la edad avanzada, un alto riesgo lo corren personas obesas, con diabetes, tensión alta y enfermedades cardíacas.
“El principal factor para tener riesgo de morir por COVID-19 es la edad. Por otro lado, los estudios señalan también que los hombres tienen el doble de riesgo de morir por coronavirus que las mujeres”, señaló el doctor Elmer Huerta.
“No olvidemos nosotros que la media de mortalidad está alrededor de los 72 o 74 años. Con lo cual significa que la gran mayoría de los individuos que fallecen están por encima de 70 años, que es la población que uno tiene que proteger por medio de la vacuna”, dijo a este medio el doctor Eduardo López, médico infectólogo.
Para el Ministerio de Salud de Argentina, los factores de riesgo considerados son: personas con enfermedades respiratorias crónicas, personas con enfermedades cardíacas, personas diabéticas, personas con insuficiencia renal crónica en diálisis o con expectativas de ingresar a diálisis en los siguientes seis meses, personas con Inmunodeficiencias, pacientes oncológicos y trasplantados, personas con certificado único de discapacidad y personas con obesidad.
8. El lavado de manos
Según la Organización Mundial de la Salud, una correcta higiene de manos es fundamental en la prevención de enfermedades.
Hay cuatro factores de contagio en juego: qué tanto te acercás a una persona, la cantidad de tiempo que estás cerca de la persona, si la persona expulsa gotas virales (o gotículas) sobre uno al hablar, toser o estornudar y cuánto las personas se tocan el rostro, fundamentalmente la boca, la nariz y los ojos.
Los seres humanos entramos en contacto con el mundo la mayor parte del tiempo a través de las manos. A través de ellas se toca y se aprende; se escribe, se come, se juega; se da afecto; y se manipula todo tipo de objetos. Esto también las convierte en las principales portadoras de gérmenes, que pueden causar enfermedades.
Similar a una cadena de contagio, cuando una persona tose con la mano deja en la superficie restos de ello. Luego viene otra persona y toca esa superficie llevándose las manos a los ojos. Esa cadena de eventos suele ser muy frecuente en los ámbitos cotidianos de las personas. Y en el caso del coronavirus, se transmite al tocar una superficie contaminada y luego cuando se lleva la mano a la cara. Por eso es importante el frecuente lavado correcto de manos.
Según la Organización Mundial de la Salud, una correcta higiene de manos es fundamental en la prevención de enfermedades. Las manos constituyen una de las principales vías de transmisión de gérmenes, por ello, es de vital importancia conocer la manera adecuada de lavarse las manos.
Es por ello que el hábito del lavado de manos con agua y jabón debe naturalizarse e incorporarse como una necesidad constante y una buena práctica para cuidar la salud individual y de la comunidad: la higiene de manos es una de las maneras más efectivas para prevenir y reducir las infecciones asociadas a la atención sanitaria. Se recomienda también la utilización del alcohol en gel en caso de no contar agua y jabón.
9. El COVID-19 no es sólo una enfermedad respiratoria
El COVID-19 tiene un amplio espectro de complicaciones cardiovasculares.
Inicialmente los especialistas se centraron en la característica de “virus respiratorio” que tiene el SARS-CoV-2, dado que es su sello distintivo y las principales manifestaciones clínicas del COVID-19 son respiratorias.
Sin embargo, con el tiempo se supo que el COVID-19 tiene un amplio espectro de complicaciones cardiovasculares, que incluyen falla cardíaca nueva, arritmias, síndrome coronario agudo, inflamación del corazón y hasta paro cardíaco. Además, la presencia de lesión cardíaca ha mostrado tasas de mortalidad desproporcionadas.
“La inflamación del corazón, llamada miocarditis, es una complicación potencialmente letal, y se han publicado múltiples reportes de casos. Actualmente se desconoce el mecanismo exacto, pero recientes hallazgos sugieren que parece ser el resultado de la infección directa del virus que ataca el corazón, o posiblemente como consecuencia de la inflamación desencadenada por la respuesta inmune excesivamente agresiva del cuerpo”. La médica cardióloga Lucrecia Maria Burgos (MN 148.752) destacó que “hay reportes de hallazgos directos de partículas del virus en el corazón a partir de estudio de biopsias cardíacas y autopsias”.
Según la especialista del servicio de insuficiencia cardíaca, hipertensión pulmonar y trasplante cardíaco del ICBA Instituto Cardiovascular, “fuera de los reportes de casos publicados, se desconoce la incidencia exacta de afectación del miocardio o miocarditis entre los pacientes hospitalizados con COVID-19. Sin embargo, varios estudios han informado lesiones cardíacas entre pacientes hospitalizados con COVID-19”. De un estudio de pacientes de un hospital de la Universidad de Wuhan, aproximadamente el 20% tenían lesión cardiaca, y en estos pacientes la mortalidad fue significativamente superior (51,2% frente a 4,5%).
10. Los espacios cerrados, uno de los mayores focos de contagio
En el aire exterior, los aerosoles se disipan con bastante rapidez. Pero en un espacio cerrado, particularmente uno que está mal ventilado, pueden acumularse con el tiempo y potencialmente poner en peligro a cualquier persona en la habitación
En el aire exterior, los aerosoles se disipan con bastante rapidez. Pero en un espacio cerrado, particularmente uno que está mal ventilado, pueden acumularse con el tiempo y potencialmente poner en peligro a cualquier persona en la habitación
Alguien infectado con SARS-CoV-2 también exhala constantemente pequeñas partículas respiratorias, conocidas como aerosoles, que permanecen en el aire. En el aire exterior, los aerosoles se disipan con bastante rapidez. Pero en un espacio cerrado, particularmente uno que está mal ventilado, pueden acumularse con el tiempo y potencialmente poner en peligro a cualquier persona en la habitación, incluso a las personas que se sientan a más de dos metros de distancia de la persona enferma.
Según Elmer Huerta, “todo espacio cerrado es de riesgo moderado o alto para contagiarse con el nuevo coronavirus COVID-19, y es recomendable estar poco tiempo en estos ambientes y siempre utilizando mascarillas”.
Un informe preliminar de científicos japoneses sugirió que las probabilidades de que una persona infectada “transmitiera COVID-19 en un entorno cerrado eran 18,7 veces mayores en comparación con un entorno al aire libre”. Otra preimpresión de un estudio examinó 318 brotes en China que involucraron tres o más casos, y encontró que todos menos uno involucraron al virus saltando entre personas en interiores.
En este sentido y desde los Estados Unidos, el prestigioso profesor de Química José Luis Jiménez, miembro del Instituto Cooperativo de Investigación en Ciencias Ambientales de la Universidad de Colorado-Boulder, quien es un investigador muy citado en la literatura científica y pertenece a la Asociación Estadounidense para la Investigación de Aerosoles y la Unión Geofísica Estadounidense, advirtió que “la COVID-19 se transmite a través de aerosoles (micropartículas suspendidas en el aire), sistemas de ventilación que no cuenten con los filtros adecuados, y que estar al aire libre es 20 veces más seguro que estar en espacios cerrados”.
Según Jiménez, escuchamos sobre eventos de superpropagación, en donde una persona infecta a muchos, que ocurren en bares abarrotados y reuniones familiares, pero no en manifestaciones al aire libre. Esto sucede en un contexto en el que playas en ciudades como Chicago están cerradas, pero los gimnasios y los restaurantes que brindan sus servicios en espacios cerrados han reabierto. No es de extrañar que el público esté confundido.
“Hay que entender que simplemente la distancia no sirve en interiores. Es útil y ayuda mucho, hay que mantenerla. Pero no es suficiente. Sólo con la distancia no estamos a salvo. O sólo con la distancia, mascarilla y lavándonos las manos tampoco estamos a salvo, hemos reducido el riesgo. Para reducir el riesgo más habría que hacer las cosas afuera, aumentar la ventilación y hacer más cosas”, concluyó Jiménez.
11. Es una enfermedad que deja síntomas persistentes
El 87% de una cohorte de pacientes hospitalizados por COVID-19 agudo todavía estaba luchando con síntomas persistentes dos meses después.
La lista de enfermedades persistentes de COVID-19 es más larga y variada de lo que la mayoría de los médicos podrían haber imaginado. Las secuelas reportadas en todo el mundo incluyen fatiga, latidos cardíacos acelerados, falta de aliento, dolor en las articulaciones, pensamiento confuso, pérdida persistente del sentido del olfato y daños en el corazón, los pulmones, los riñones y el cerebro.
Al respecto, el doctor Elmer Huerta, prestigioso oncólogo peruano, médico y comunicador radicado en Estados Unidos, se refirió a esta situación hipotética en un podcast especial de la CNN, Coronavirus: Hechos vs. Ficción: “La ciencia esta recién aprendiendo a reconocer los síntomas asociados a las secuelas que causa el COVID-19”.
Las secuelas reportadas en todo el mundo incluyen fatiga, latidos cardíacos acelerados, falta de aliento, dolor en las articulaciones, pensamiento confuso, pérdida persistente del sentido del olfato y daños en el corazón, los pulmones, los riñones y el cerebro.
En este contexto, diferentes estudios rastrean diversas manifestaciones y siguen a los sobrevivientes durante diferentes períodos de tiempo. Así, por ejemplo, en Italia se descubrió que el 87% de una cohorte de pacientes hospitalizados por COVID-19 agudo todavía estaba luchando con síntomas persistentes dos meses después. Mientras que datos de un estudio, que utiliza una aplicación en la que se ingresan datos de millones de personas de los Estados Unidos, el Reino Unido y Suecia sugieren del 10 al 15%, incluidas algunas con casos “leves”, no se recuperaron rápidamente.
¿Cuál es el síntoma que más persistió? “Fatiga. Las personas se sienten agotadas incluso por esfuerzos mínimos. Se sienten sin energía. Las razones que explican esto aún están bajo escrutinio: tanto las dimensiones físicas como psicológicas deben investigarse más a fondo”, había señalado a este medio el Dr. Angelo Carfì.
12. La inmunidad que adquieren quienes se enferman puede desaparecer al cabo de unos meses
Los análisis sanguíneos mostraron que incluso los individuos con síntomas leves producían algún tipo de respuesta inmune al virus.
Bien sabido es que las personas que se recuperan de ciertas infecciones virales suelen desarrollar respuestas de anticuerpos específicos de virus que proporcionan una inmunidad protectora sólida contra la reexposición, pero algunos virus no generan inmunidad natural protectora, como el VIH. Según publicó la revista Science, “los estudios de desafío en humanos para el coronavirus del resfriado común han sugerido que puede haber inmunidad natural parcial. Sin embargo, actualmente no hay datos sobre si los humanos que se han recuperado de la infección por SARS-CoV-2 están protegidos contra la reexposición”.
Un equipo de investigadores del King’s College de Londres examinó los niveles de anticuerpos de más de 90 pacientes confirmados con el virus SARS-CoV-2 y su evolución en el tiempo. Los análisis sanguíneos mostraron que incluso los individuos con síntomas leves producían algún tipo de respuesta inmune al virus.
Del grupo estudiado, 60% de los pacientes dio una respuesta “potente” en las primeras semanas posteriores a la infección. Sin embargo, después de tres meses, solo 16,7% mantenía un nivel alto de anticuerpos neutralizadores del COVID-19 y algunos de ellos ni siquiera tenían una cantidad detectable en la sangre.
13. El mundo de los asintomáticos
El distanciamiento, las máscaras y la higiene de manos para todos, no solo para las personas que se sienten enfermas.
La presencia de individuos asintomáticos con resultados positivos para el SARS-CoV-2 se ha observado incluso en los primeros reportes del brote de COVID-19. Además, varios informes de casos han sugerido que es posible la transmisión del coronavirus de personas asintomáticas. Sin embargo, debido a la rápida propagación de COVID-19 y la consiguiente escasez de capacidades de prueba, es probable que las personas asintomáticas con infección pasen desapercibidas para los trabajadores de la salud. Por lo tanto, estos individuos no han sido evaluados sistemáticamente en términos de su carga viral e infectividad y, por lo tanto, se desconoce el alcance de su posible contribución a la propagación comunitaria de COVID-19.
“Alrededor del 50% de los casos son asintomáticos, tales transmisiones han hecho que las estrategias de respuesta, como el rastreo de contactos, sean extremadamente difíciles”, explicó el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los EEUU, Anthony Fauci.
Hablar de casos asintomáticos de COVID-19 plantea automáticamente algunos problemas semánticos que provocan dolor de cabeza. Algunas personas son verdaderamente asintomáticas a lo largo de sus infecciones, pero la palabra también se usa a menudo para describir a las personas que son presintomáticas: aquellas que mostrarán síntomas pero que aún no lo han hecho. Otras personas no muestran los síntomas clásicos de COVID-19 (fiebre, tos, pérdida del olfato), pero se sienten un poco mal por un día.
Lo cierto es que existen algunas implicaciones clave para la pandemia y para tratar de controlarla. Uno: un porcentaje de personas infectadas (aproximadamente el 20%, según una revisión reciente, aunque otros estudios han producido estimaciones más altas) no muestran ningún síntoma. Y dos: si alguien es asintomático o presintomático o no, aún puede propagar el virus (aunque aún se desconoce si lo propagan tan eficientemente como las personas con síntomas). Es por eso que las campañas de salud pública han enfatizado el distanciamiento, las máscaras y la higiene de manos para todos, no solo para las personas que se sienten enfermas. Una vez que empiece a mostrar síntomas y trate de restringir el contacto con otras personas, será demasiado tarde para prevenir la propagación.
14. Las personas pueden dar positivo durante mucho tiempo después de recuperarse
Está claro que las personas que tenían infecciones leves o sin complicaciones diseminan el virus activo hasta 10 días después de que comienzan los síntomas.
Hace unos meses hubo mucha angustia por el hecho de que algunas personas que aparentemente se habían recuperado de las infecciones por COVID-19 continuaron dando positivo por el virus durante semanas. ¿Fueron infecciosos? ¿Deberían cambiarse las recomendaciones sobre cuánto tiempo se debe aislar a las personas infectadas?
Resulta que es una cuestión de prueba. La mayoría de las pruebas se realizan utilizando una plataforma llamada PCR (reacción en cadena de la polimerasa) que busca pequeños fragmentos del virus SARS-CoV-2. Pero la prueba no puede decir si esas secciones del código genético son parte de virus reales que pueden infectar a otra persona, o fragmentos de virus que no representan ninguna amenaza.
Ahora está claro que las personas que tenían infecciones leves o sin complicaciones diseminan el virus activo hasta 10 días después de que comienzan los síntomas. (“Los pacientes gravemente enfermos o inmunodeprimidos transmiten virus infecciosos durante más tiempo”, dijo Malik Peiris, experto en coronavirus de la Universidad de Hong Kong.
Las semanas y semanas de pruebas positivas no nos dicen que estas personas siguen siendo un riesgo para los demás. “De hecho, sabemos que no son infecciosos durante tanto tiempo”, dijo Maria Van Kerkhove, la principal experta en coronavirus de la Organización Mundial de la Salud.
15. La importancia de una ventilación óptima
La OMS admite otras posibilidades, pero recomienda el uso de ventiladores mecánicos por encima de aparatos de aire acondicionado.
“Los lugares donde vivimos y trabajamos deben seguir siendo ventilados con frecuencia en estos tiempos de pandemia de COVID-19, y los mejores métodos para ello siguen siendo los naturales, comenzando por una simple apertura de las ventanas”, aseguró el experto de la OMS Luca Fontana.
En el caso de recintos donde las ventanas no pueden abrirse, la OMS admite otras posibilidades, pero recomienda el uso de ventiladores mecánicos por encima de aparatos de aire acondicionado, y de ser usados éstos es preferible que no hagan circular el mismo aire una y otra vez.
De este modo, se debe proporcionar una ventilación suficiente y eficaz (suministre aire exterior limpio, minimice la recirculación del aire), especialmente en edificios públicos, entornos laborales, escuelas, hospitales y residencias de ancianos. Complementar la ventilación general con controles de infecciones transmitidas por el aire, como escape local, filtración de aire de alta eficiencia y luces ultravioleta germicidas. Evitar el hacinamiento, especialmente en el transporte público y los edificios públicos.
16. La llegada de la vacuna, el comienzo del fin
La inmensa mayoría de las personas en la mayor parte de los países sigue siendo vulnerable a este virus.
El comienzo de la vacunación en países como Reino Unido y Rusia, llevan esperanza al resto de la población. Sin embargo, los esfuerzos de las distintas farmacéuticas y laboratorios por aprobar una vacuna para comenzar a distribuir las ampollas a distintas partes del mundo serían el inicio de un camino largo que aún queda por recorrer.
De acuerdo a la OMS la inmensa mayoría de las personas en la mayor parte de los países sigue siendo vulnerable a este virus. Los estudios de seroprevalencia sugieren que en la mayoría de los países el COVID-19 ha infectado a menos del 10% de la población.
A su vez, el experto Elmer Huerta se refirió a la vacuna: “Si bien es cierto que las grandes capitales del mundo puedan tener la vacuna en la segunda mitad del 2021, es posible que gran parte del planeta pueda acceder durante el año 2022”. El oncólogo y experto en Salud Pública precisó los tiempos tomando como referencia lo manifestado por la jefa de científicos de la OMS, Soumya Swaminathan, en donde la funcionaria advirtió a comienzos de septiembre: “Muchos piensan que a principios del próximo año llegará una panacea que lo resuelva todo, pero no va a ser así: hay un largo proceso de evaluación, licencias, fabricación y distribución” y adelantó que “no espera que las posibles vacunas contra la COVID-19 estén disponibles para la población general antes de dos años, aunque los primeros grupos de riesgo podrían ser inmunizados a mediados de 2021”.
De hecho, el presidente y director ejecutivo de Pfizer, una de las principales candidatas, explicó en el marco de la cumbre STAT 2020 que lejos de terminar con el COVID-19, este es sólo el comienzo: “Estoy muy feliz porque demostramos que la vacuna funciona y que este es un paso muy importante. Para luchar contra el nuevo coronavirus se necesita la mayor eficacia y la mayor velocidad. Nosotros hicimos las dos cosas pero la gente debe saber que la demanda será demasiada desde el día uno, por eso es vital que no se relajen sino que deben seguir con las instrucciones: las más importantes son usar una máscara y seguir con el distanciamiento social”.