Desde Río Gallegos viajaron a La Plata para conocer a su hijo, volvieron a casa y sumaron una madrina a la familia

Gabriela y Rafael se enteraron por una convocatoria pública que Francisco necesitaba unos papás. Guadalupe, que lo había cuidado desde chiquito en Casa Cuna, hizo posible el encuentro y se volvió parte de la familia….

domingo 20/09/2020 - 10:40
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Gabriela y Rafael se enteraron por una convocatoria pública que Francisco necesitaba unos papás. Guadalupe, que lo había cuidado desde chiquito en Casa Cuna, hizo posible el encuentro y se volvió parte de la familia.

Rafael y Gabriela se conocieron en Córdoba en 2007. Desde el principio de la relación hablaron del deseo de ser padres. “Al poco tiempo de intentarlo, nos dieron un diagnóstico de infertilidad. Hicimos tres tratamientos porque nuestro objetivo era formar una familia. En el último, mientras esperábamos el resultado, me enteré de una convocatoria pública en la que buscaban una familia para un nene de siete años en La Plata”, cuenta Gabriela a Somos Familia.

En ese momento, ellos vivían en Río Gallegos. En 2010 se casaron y en 2011 decidieron cambiar de ciudad para probar suerte y seguir con el objetivo de convertirse en padres. “La convocatoria pública la vi en la página del Grupo ‘Ser Familia por Adopción’. Era de un juzgado de La Plata. Se trataba de un chico de siete años con discapacidad”.

Gabriela recuerda que estaba tan ansiosa que se contactó con los números que figuraban en la convocatoria sin siquiera haberlo charlado con su marido. “Fue muy movilizante porque habíamos decidido no hacer más tratamientos de fertilidad, pero todavía no estábamos inscriptos para adoptar”.

“Recuerdo que lo único que pregunté fue si tenía una discapacidad motriz o si se podía mover por su cuenta porque yo tengo muy poca fuerza y era una limitación para mí. También consulté si el niño se podía comunicar de alguna manera ya fuera verbal o gestual. Me respondieron que caminaba y que hablaba un montón”.

La convocatoria había sido lanzada en enero de 2014, pero junto con su marido, ellos tenían pedidas las vacaciones para marzo, con lo cual, Gabriela organizó una cita con el juzgado para dos meses después del llamado. “Tuvimos que esperar ese tiempo para viajar y además, primero fui yo sola y a la semana se pudo sumar Rafael”.

Gabriela y Fran en Recoleta de paseo. Foto: gentileza de la familia.
Gabriela y Fran en Recoleta de paseo. Foto: gentileza de la familia.

Una voluntaria de Casa Cuna, el nexo y la madrina

“En el juzgado no sabían demasiado sobre el niño. Recuerdo que durante la entrevista les pregunté algunas cosas para saber más sobre él y no tenían respuesta. Fue ahí que me hablaron de un vínculo fundamental que tenía Francisco. Guadalupe había sido voluntaria en Casa Cuna durante los primeros años que Fran estuvo allí y tenían una relación muy cercana”, explica Gabriela.

Lo había visto de bebé y en todos sus procesos. Tal era el lazo que habían generado que le había pedido permiso al juez para llevarlo a su casa los fines de semana. «Fue clave no solo por el amor y la contención que le dieron tanto ella como su familia, sino porque ayudaron al nene a socializar, a conocer el mundo fuera de una institución. Le festejó los cumpleaños, y compartieron juntos la Navidad”.

Gabriela explica que Guadalupe fue quien salvó a su hijo del aislamiento cuando fue trasladado a los cuatro años de Casa Cuna a otro hogar en donde afirma que ni siquiera estaba escolarizado. “Me conecto con ella y le cuento en el medio de la charla que al día siguiente era mi cumpleaños. Me ofreció celebrarlo en su casa e invitar a Francisco. La idea era que él me conociera en ese contexto familiar para él y que pensara que yo era una amiga de ella a la que había decidido festejarle el cumpleaños”.

Más allá de la ansiedad y la emoción de haberlo conocido, Gabriela quería ser precavida porque todavía faltaba que llegara Rafael y ver cómo era el vínculo entre ellos. “Tenía miedo de que no fuera la misma conexión, pero al segundo día, ya le decía papá. Siempre había estado rodeado de mujeres y era evidente que quería una figura masculina en su vida”.

Ahora, después de seis años de ese primer encuentro con su hijo, ella describe ese primer abrazo que se dieron el día de su cumpleaños y cómo juntos soplaron la velita. “Fue todo muy movilizante, rodeada de esta familia que era la familia extensa Fran. Yo lo acepté así, son parte de nuestra familia”.

«A la semana llegó mi marido y en el juzgado nos dieron oficialmente la posibilidad de hacer la vinculación. La primera vez que salimos fue caótico, hizo todas las macanas como para mostrarnos quién era. Cuando volvimos a la casa donde nos estábamos quedando, supimos que no había otra opción para nosotros, íbamos a volver los tres juntos a Río Gallegos”.

Fueron 20 días de vinculación, los que tenía la pareja de vacaciones les sirvieron para conocerse con su hijo. “Guadalupe nos cedió su casa, su familia preparó el ambiente para que nos sintiéramos cómodos y pudiéramos vincularnos en un ambiente amoroso”.

Gabriela destaca el amor que se tienen Francisco y Guadalupe y todo lo que tanto ella como la mamá y el hermano -que siempre fueron como una abuela y un tío para él -le brindaron. “Guadalupe nos contó que con su familia siempre rezaban para que Fran encontrara una familia. Nos dio fotos de mi hijo desde bebé, de todos los años hasta que cumplió siete, de los cumpleaños y de muchos otros momentos importantes en su vida en los que ella siempre estuvo presente”.

“Nosotros respetamos y celebramos ese amor, tanto que decidimos que ella fuera la madrina de bautismo. En el verano nos encontramos en Córdoba para las vacaciones y siempre que se puede ella viaja a vernos. Fran la extraña en esta época de pandemia y me dice ‘hace mucho que no la vemos’”.

El bautismo de Fran, junto con Gabriela y Rafael, sus papás. Foto: gentileza de la familia.
El bautismo de Fran, junto con Gabriela y Rafael, sus papás. Foto: gentileza de la familia.

Empezar la vida de a tres en el sur

Después de pasar esos días juntos, Rafael se volvió en auto a Río Gallegos y Gabriela con Fran regresaron en avión. “Al llegar a casa fue otra la situación. Nos habían dado el diagnóstico de TGD, pero a mí no me decía nada, porque agrupa demasiadas cuestiones, no habla de la persona. Yo soy psicóloga y necesito descubrir la individualidad”, aclara.

El cambio para todos, pero especialmente para Fran fue muy grande, desde dejar una vida institucionalizado por una casa y una familia, hasta lo climático que no tiene nada que ver con lo que él conocía. “Llegamos un 29 de marzo y el 1 de abril ya habíamos acordado un turno con la psiquiatra para que lo evaluara. Desde los 3 años recibía una medicación, pero yo creía que tenía que ser reevaluado porque era otra su situación”.

Al principio no fue fácil porque él se enojaba mucho con ellos, pero todo formaba parte del proceso de comenzar la vida juntos. «Conseguimos el certificado único de discapacidad y que la obra social se hiciera cargo de todas las terapias y apoyos necesarios. En el imaginario, la gente piensa que para adoptar tenés que tener mucha plata pero no es así, nosotros en ese momento alquilábamos y teníamos un solo auto. Lo importante cuando se trata de adopciones de chicos con discapacidad es tener una obra social que responda a los tratamientos”.

Además de consultar a expertos en el sur, la familia viajó a Buenos Aires para hacer estudios en el Fleni. Allí les confirmaron que no tenía ningún rasgo de conducta autista y que sí tenía era un cuadro de hiperactividad marcada por la crianza, durante esos primeros años, en una institución en la que no estaba cuidado. “Hoy trabajan con Fran un profesor de educación física, hacemos equinoterapia y abordamos desde muchos lugares la situación porque por un lado es un niño, y por otro un adolescente de 13 años con todo el hormonazo”.

El primer abrazo juntos. Gabriela y Francisco. Foto: gentileza de la familia.
El primer abrazo juntos. Gabriela y Francisco. Foto: gentileza de la familia.

Algo sobre lo que Gabriela quiere hacer hincapié la situación que le habían descrito: “En el hogar Santa Clara de Asís nos decían que Fran no iba a poder lograr nada, en Fleni nos dijeron que tenía un retraso mental moderado e hiperactividad y que iba a poder hacer todo lo que se propusiera. Fran hoy lee, usa las redes sociales y trabaja por Zoom. Es murguero, percusionista, scout, kayakista, hace deportes, ama cocinar y hace equinoterapia como hobby los domingos. Puede todo. Está en primer año de secundaria laboral donde tendrá si dios quiere talleres de cuatro oficios”.

Gabriela recuerda los primeros días, cuando Fran llegó a su casa: “Me dormía con un ojo abierto para ver si se movía, si hacía algún ruido o si iba al baño. Esperamos siete años para tener un hijo y Fran esperó siete años para tener un papá y una mamá».

Un hogar para otros chicos, el sueño de Guadalupe

“A Francisco lo conocí cuando tenía seis meses, él vivía en Casa Cuna de La Plata y yo era voluntaria ahí. A los cuatro años lo cambiaron de hogar. Como en ese lugar no lo podían contener, lo trasladaron a otro. Pasaban los años y como veía que la situación no se resolvía, empecé a involucrarme en el caso judicial. Yo lo seguía yendo a visitar y lo traía a mi casa a dormir. Mi familia siempre involucrada con él porque pasaba todos los fines de semana con nosotros, yo lo llevaba a donde iba. Traté de encontrarle una familia, pero no hay muchos que acepten chicos con discapacidad. Me contacté con varias parejas pero ninguno aceptaba la discapacidad de Fran”, cuenta Guadalupe.

Finalmente, el juzgado lanzó la convocatoria pública y allí fue que conoció a los papás de Fran y todo cambió. Para ella, fue casi milagroso que llegaran desde tan lejos y se convirtieran en los padres de Francisco. “Somos una gran familia. Nos visitamos, nos hemos encontrado de vacaciones. Nunca hubiera pensado que la historia iba a tener este final, me da mucha felicidad porque pasaron miles de cosas en la vida de él hasta que aparecieron Gaby y Rafa”.

A partir de la dinámica que conoció como voluntaria en diferentes hogares y particularmente por la experiencia de Fran y otros chicos, en 2012 surgió -junto con otras compañeras- la idea de fundar un hogar de chicos brindando una propuesta familiar. “Un poco en contra de la institucionalización sobre todo en edades tan tempranas, nos propusimos un modelo diferente con personas estables, con pocos chicos para poder darles un trato personalizado, con sus cosas para que sientan la pertenencia. Estuvimos dos años con el papeleo y juntando socios que se sumaran al proyecto. En 2014 gracias a un grupo de gente que se ofreció como garante y para pagar el alquiler, logramos abrir el hogar Felicitas».

«Además, en 2017 logramos formar el programa de familias transitorias para aquellos que tienen una situación que tiene que resolverse judicialmente. En el caso de Fran, se podría haber decretado la adoptabilidad desde el día que nació. Por eso y para que ningún otro chico pase por la misma situación estamos trabajando. Queremos que los chicos tengan esa oportunidad de conseguir su familia”.

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