
Durante una década funcionó en Palermo el club Beatflow donde Dj y artistas se presentaban en las noches y los jóvenes lo elegían para bailar. Sin previsiones de reapertura por la pandemia, sus dueñas decidieron cambiar de rubro, aprender un nuevo oficio y vender fruta y verdura. “Así pagamos alquiler, sueldos y podemos sobrevivir”, afirman.
Las paredes siguen pintadas de violeta oscuro, se ven carteles colgados que indican “prohibido fumar”, y hay cuadros de bebidas alcohólicas decorando el lugar. Es que hace apenas dos meses, este local de Palermo, funcionaba como un club nocturno de artistas.
Decretada la cuarentena social, obligatoria y preventiva distintos comercios debieron reinventarse para poder subsistir, y el boliche Beatflow no fue la excepción. Para poder reabrir sus puertas, en un juego de palabras, adoptó el nombre de Greenflow: en vez pasar música, ahora es un verdulería.
Ubicada sobre la Avenida Córdoba al 5500 dejó su clásico horario nocturno y ahora funciona de 10- 22hs . «Después de un mes inactivos sin poder generar ingresos, pagar el alquiler y los sueldos de nuestros 30 empleados, le encontramos la vuelta. Es un abismo pasar de estar entre fiestas, presentaciones y música a convivir entre huevos, uvas y zapallos”, admite Irini Capponi, una de las dueñas del emprendimiento familiar.
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Es que Beatflow era uno de los sitios nocturnos más populares de la zona con un programación rica y diversa, impulsando la cultura emergente. «Respetemos a la pista de baile como representación artística por eso les abríamos la puerta a músicos, Dj y animadores”.
Irina heredó la pasión por el mundo de su padre. “Mi papá –Mario Capponi– fundó en los ’70 su primer club de arte, donde dictaba talleres de teatro y se presentaban espectáculos. En el 2000, para solventar los gastos, junto con mis hermanos ideamos algunas fiestas, donde nos encargábamos de animar… Soy también conocida como Dj Queen Flow”.
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La última vez que hubo magia en las pistas de Beatflow fue el primer fin de semana de marzo: la fiesta de la Srta. Bingo, que convocó a 400 invitados. «Teníamos fechas cerradas hasta fin de año, que obviamente tuvimos que reprogramar sin previsiones a futuro”.
De las ganancias del club viven 30 familias. “Nos estábamos endeudando con el alquiler y los gastos fijos entonces salimos a buscar la forma de subsistir. Sabemos que los bares, restaurantes y comercios de este rubro van a ser los últimos en poder volver a funcionar. Y cuando reabran sus puertas tampoco sabemos de que manera será”.
Con el permiso de alimentos habilitante buscaron mesas de trabajo, pidieron dos balanzas industriales y fueron al Mercado Central. “Me levanto a las 5 de la mañana para buscar mercadería, antes me iba a dormir a las 6. Estamos en proceso de aprendizaje, la primera vez nos vendieron verdura podrida”, cuenta.
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Desde Greenflow se encargan de armar los bolsones para repartir a domicilio por la zona de Palermo de 14 a 21 horas. “Tomamos los encargó de 10 a 22 vía teléfono o redes sociales. Se vende bien, hay demanda, pero recién nos estamos organizando. Es cuestión de entender el negocio para lograr recontratar a los empleados que debimos suspender. No somos de quedarnos quietos. Estamos poniendo el cuerpo para ayudar al barrio y a los que están en una situación peor que la nuestra».
«Siempre me pregunté si dejaba la vida del boliche a qué iba dedicarme, jamás imaginé tener una verdulería a cargo”. Lejos de quejarse, Irina, mantiene su espíritu positivo: “Al mal tiempo buena cara, en este contexto tener trabajo es una bendición”.
Fuente: Infobae