Das Neves, el obispo que se convirtió monaguillo

“Y podría estar encerrado en la cáscara de una nuez y aun así sentirme el rey de un espacio infinito” William Shakespeare Mario Das Neves estaba en el mejor momento de su vida: había sido…

domingo 02/10/2011 - 10:00
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“Y podría estar encerrado en la cáscara de una nuez y aun así sentirme el rey de un espacio infinito”
William Shakespeare

Mario Das Neves estaba en el mejor momento de su vida: había sido reelecto gobernador de Chubut con el 70% de los votos, tenía el presupuesto más alto de la historia y poseía una voluntad de trabajo inagotable, admirada incluso por sus enemigos. Cristina Fernández, la mujer de Kirchner, era la presidenta. Juntos habían recorrido un largo camino desde la Patagonia a Nación y alguna vez vislumbraron juntos un futuro mejor para Argentina: hablaron de un plan de interconectado, de una obra refundacional de la Patagonia. Quizás también hayan compartido algunas unas risas.

En la provincia, la supuesta oposición, el radicalismo, se encontraba en su peor momento. Atrás habían quedado 12 años de gobierno consecutivo, dejando maniobras fraudulentas en el banco de la provincia, pobreza en el interior de los pueblos y desempleo en el exterior de las ciudades. Mientras los correligionarios se encerraban en sus propias internas, Das Neves se fortalecía más, llegaba con obras y proyectos a más pueblos de la provincia; era aclamado por casi todos.

Entonces pensó que podía ser el próximo presidente. “¿Por qué no”, se dijo. Tenía una de las provincias con menor tasa de desempleo, la mayor inversión per cápita del país, un contrato petrolero que servía para mantener el esquema económico, control de los sindicatos bajo un tratado de paz social y hasta lo premiaron como el mejor gobernador del año en un evento casi desconocido. Lo hizo oficial en una entrevista a Fontevecchia en 2007: “El que es obispo sueña con ser Papa y el que es gobernador sueña con ser presidente”, dijo. Y cuando el kirchnerismo perdió las elecciones legislativas de 2009, Das Neves levantó la cabeza, tomó impulso y se largó de lleno hacia su propia carrera presidencial, arrastrando consigo un enorme grupo de parientes y obsecuentes.

Para concretar su ambición personal-presidencial debía confrontar con Kirchner, lo que implicó la renuncia de algunos de sus hombres más valiosos y cercanos; otros dejaron de creer en él y fueron despedidos. La secesión de Das Neves del proyecto nacional, por ende, dividió al justicialismo de Chubut y comenzaron las disputas por un poder ya resquebrajado. Para tener mayor margen de ganancia, adelantó siete meses las elecciones de la provincia, pero fue en vano: aquel corto lapso bastó para desnudar lo peor de sí mismo. Rodeado de personajes oscuros que vieron en la política una gran caja para extorsionar y comprar –los dasnevistas de paladar negro-, Das Neves intentó posicionarse a nivel nacional como pudo. Quiso hacer alianzas con Francisco De Narváez, Felipe Solá, Mauricio Macri, Rodríguez Saa que nunca prosperaron y aquellos desacuerdos sólo fortalecieron al kirchnerismo. El Peronismo Federal no era más que un grupo de todos líderes y ningún seguidor. Das Neves aún no alcanzaba el 50% de conocimiento en el territorio argentino.

La victoria en la provincia de su candidato, Martín Buzzi, le dio un último suspiro, pero las heridas de la campaña no habían cerrado. Sus antiguos compañeros: Eliceche, Di Pierro, Yahuar y Touriñán, con el respaldo del enorme aparato kirchnerista, lo rodearon y atacaron por todos los flancos: la crisis de la salud pública en el sur, la grandes infraestructuras sin contenidos, la corrupción en la jerarquía policial, la falta de recursos para los agentes, los millonarios desembolsos a multimedios, la desigualdad de criterios para beneficiar a las diferentes regiones, la firma de un contrato que generaba riqueza para las multinacionales y migajas para los ciudadanos, la prepotencia en el trato, etc.

Pero la puerta del cementerio quedaba aún más lejos. Resignado ya ante su debilitamiento, buscó en Duhalde una última oportunidad, al menos, de llegar a la Rosada. “Duhalde + Das Neves” se llamó la fórmula, aunque en su círculo íntimo bromeaban “Das Neves + Duhalde”. En unos afiches rosados, vacíos de contenido, promocionaron así su fórmula para las elecciones primarias del 14 de agosto. Buzzi le advirtió el error de la estrategia, pero Das Neves no escuchaba consejos, no creía en nadie más que en sí mismo.

La fórmula fue un fracaso rotundo. No sólo quedó abajo del radicalismo a nivel nacional, sino que además Das Neves perdió en todas las localidades grandes de Chubut, y ganó sólo en cuatro pequeños pueblos: Paso del Indio, San Martín, Gaiman y Trevelin. Las críticas fueron contundentes: no había nada de ese Modelo Chubut en Duhalde, en Ruckauf, en Aldo Rico, en Alejandro Fantino. Significaba más una regresión a la vieja política que una continuidad de lo logrado. Y la sociedad lo rechazó. Comprendió que el odio había transformado a Das Neves. Lo cegó ante una realidad evidente: no había motivos para la guerra, yendo todos juntos por el mismo camino era mucho mejor. Desde entonces, ni Das Neves ni Duhalde volvieron a juntarse, a pesar que aun deben afrontar, con disimulada ignominia, las elecciones del 23 de octubre.

Pasaron nada más que tres años, y el gran gobernador, el histórico Das Neves, se quedó solo, con un poder que se le escurre de las manos, con actos cada vez menos concurridos, mientras debe ver por los diarios cómo los futuros intendentes y gobernadores ya planean juntos el futuro de la provincia.

Dicen que una mañana se miró al espejo y comprendió que ya no estaba confrontando contra el kirchnerismo, sino contra su propia imagen; que continuar la lucha era acentuar su debacle. Das Neves había sido el lobo de sí mismo. Y fue justo el viernes, en Rawson, cuando dio su primer gesto de reivindicación. Se puso su mejor traje, fue hasta el aeropuerto, besó a Cristina Fernández de Kirchner, le dio la bienvenida y dijo: “no podemos olvidarnos de todas esas obras”, y luego: “destaco el impulso que les dio Néstor Kirchner”. Ahora busca un lugar en la mesa para terminar sus días políticos, y escribe un libro para que alguna vez lo recuerden como el gran constructor de la provincia que realmente fue. ¿Se abre aquí una nueva etapa política en Chubut, donde el conjunto del justicialismo trabaje unido, donde prevalezca el interés, ya no personal, sino colectivo de todos los chubutenses? A este punto, la esperanza es lo último que se pierde. Esta etapa por fin está cerrada.

Por Paulina Ibáñez Durkheim

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