Entre el tercer trimestre de 2018 y el primer trimestre de 2019 (seis meses), el crecimiento vegetativo de la población fue de 222 mil habitantes, de acuerdo a la estimación que utiliza el Indec. En el mismo período, la población en condiciones de pobreza aumentó en 2,7 millones de personas y la indigente (que no cubre sus necesidades de alimentación), aumentó en 544 mil personas, según estimaciones sobre los datos de la encuesta permanente de hogares del Indec para los respectivos períodos. La pobreza, para el primer trimestre del corriente año, se elevó al 34,1 por ciento, y la indigencia al 7,1 por ciento, pese a la puesta en vigencia en dicho período de diversos recursos extraordinarios de ingresos adicionales para gente en situación vulnerable y asalariados en general.
Estas medidas, a contramano de la voluntad del Gobierno, no alcanzaron para disimular el carácter de derrumbe social que adquirió la situación derivado de nueve meses de aplicación de las políticas de ajuste del FMI, una megadevaluación que actuó como extraordinario factor de redistribución regresiva de ingresos, y una política monetaria y financiera que hundió, principalmente, a la producción dependiente del mercado interno y de características mano de obra intensiva. Sólo así pudo lograrse el sorprendente resultado de que, en tan sólo seis meses, el crecimiento de la pobreza represente 12 veces el crecimiento de la población en el mismo período, y la indigencia casi dos veces y media ese incremento de habitantes. Por la continuidad de la misma política y ya sin el atenuante de subas en la AUH y el bono salarial, es de suponer que el segundo trimestre puede haber arrojado indicadores aún peores.
En 2015, Mauricio Macri hizo campaña con el lema de «Pobreza Cero». Y en 2017 dio a conocer su famosafrase «Quiero ser evaluado como presidente por si fui capaz, o no, de reducir la pobreza». Difícilmente la repita en el marco de la campaña actual.
El Indec publica semestralmente el índice de pobreza, como un promedio entre los dos trimestres que abarca cada uno de esos períodos. La última publicación correspondió al segundo semestre de 2018, informada el 28 de marzo pasado, que arrojó una cifra del 32 por ciento de personas en situación de pobreza. En el primer semestre del año pasado, el índice marcaba un 27,3 por ciento de población pobre. Aunque el Indec no incluye en sus publicaciones las mediciones trimestrales que surgen de su Encuesta permanente de hogares (EPH), los datos que recogen estas mediciones indican la progresión creciente de la pobreza a lo largo del año:
-25,5 % en el primer trimestre de 2018;
-29,0 % en el segundo;
-28,1 % en el tercero, y
-35,5 % en el cuarto.
Como el índice de pobreza se calcula en función de los ingresos de una familia en cada período y el costo de la canasta básica, existe un factor estacional, el cobro de aguinaldos en el primer y tercer trimestre, que suelen provocar que el índice de pobreza baje en esos períodos. Por lo cual, la reducción del 29 al 28,1 por ciento en el tercer trimestre, y la del 35,5 al 34,1 por ciento en el primer trimestre de este año, no deben considerarse «mejoras relativas» sino variaciones estacionales que, en este caso, no cambian la tendencia de profundización del conflicto. Entre el primer trimestre del año pasado y el primero del actual, la pobreza aumentó en más de 8 puntos y medio, lo cual indica que sumó casi cuatro millones de pobres más, en un proceso secuencial que fue agravándose a lo largo de 2018 y mantiene igual tendencia en el inicio de 2019. Partiendo de una población estimada de 44,8 millones de personas al comienzo de este año, la población en condiciones de pobreza estaba conformada por más de 15,2 millones de personas.
Retroceder de golpe
El análisis de la evolución de la pobreza del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), que conduce Claudio Lozano, expone que los resultados de la EPH revelan «el vertiginoso proceso de empobrecimiento ocurrido principalmente durante el año 2018, en el cual se concentró el golpe distributivo de mayor relevancia en los últimos años y el derrumbe social a él asociado». Sostiene el informe, además, que la «velocidad de empobrecimiento verificado durante todo 2018 de casi diez puntos (en relación al año anterior) es equivalente a la observada en el primer trimestre de 2019». A su vez, agrega que, «tal como había sido reflejado para el año 2018, la comparación interanual también arroja para el primer trimestre de 2019 un aumento de la indigencia aún más importante que el registrado en la pobreza». Tan solo en el último año (dentro de los períodos bajo estudio), entre el primer trimestre de 2018 y el mismo período de 2019, «la cantidad de personas que pasan hambre aumentó en un millón».
En efecto: la tasa de indigencia entre los primeros meses de 2018 y similar período de este año, creció del 4,9 al 7,1 por ciento de la población, siempre conforme a datos de la EPH del Indec aún no publicados. Estas referencias significan que, proyectadas sobre la población total en uno y otro período, la cantidad de indigentes, la población hambrienta, aumentó de 2.157.000 personas hace un año, a 3.190.000 en el presente.
La dimensión de esta catástrofe social puede mensurarse al comparar la tasa de crecimiento de la población con el aumento de la población en condición de pobreza o de indigencia –según pública Página 12-. La comparación interanual que expone el IPyPP revela un aumento de la población total de 445.500 personas; de pobres, 3.972.000 habitantes, y de indigentes, 1.033.000 más en un año. «El aumento de la población en condiciones de pobreza representa nueve veces el crecimiento demográfico». Es decir, por cada persona que se suma a la población, nueve pasan a la pobreza. Y dos de ellos, a la indigencia.
Tal como destaca el informe citado, el derrumbe social fue el efecto del shock devaluatorio que tuvo lugar especialmente a partir de abril del año pasado. El dólar prácticamente duplicó su valor en moneda local con impacto inmediato en los precios de gran relevancia. Este proceso no sólo beneficio particularmente al núcleo más concentrado del sector exportador, sino que además impactó con mayor énfasis en los sectores sociales más vulnerables. Lo señalado «se expresa en el aumento superlativo que han tenido las canastas básicas total y de alimentos, con respecto al resto de los bienes y servicios de la economía. «Así, la canasta básica total aumentó un 60,9% mientras la alimentaria lo hizo en un 64,2%», frente a una suba en el índice general de precios del 54,1 por ciento interanual para el mes de marzo de este año (último mes del trimestre en análisis).
De ninguna manera, estas consecuencias pueden considerarse ajenas a una política que hizo de la caída del salario real y la transferencia de ingresos al sector agroexportador su principal objetivo, supuestamente para «mejorar la competitividad e integrarnos al mundo». Los resultados están a la vista.