Las modificaciones en el esquema cambiario se definieron el fin de semana. Llamadas contra reloj y el rol del representante de Donald Trump y segundo de Christine Lagarde en el organismo de crédito.
«¿Vos querés tener como deudor a Macri o Cristina Kirchner?». La pregunta directa e intencionada se la habría realizado a fines de la semana pasada el representante de un fondo de inversión de Wall Street –uno de los que tienen comprada buena parte de la deuda soberana del país– a David Lipton, el segundo de Christine Lagarde en el Fondo Monetario Internacional. Como nunca, la incertidumbre política local impactó en Washington: no es una novedad –el contexto electoral es un clásico entre inversores, analistas y funcionarios desde hace meses–, pero los vaivenes de la economía argentina acrecentaron dudas y temores en varias latitudes.
Por esas horas, en la Argentina la volatilidad era extrema: con el riesgo país y la cotización del dólar en sus máximos el jueves, con un cierre a la baja y un viernes que parecía de calma, pero no lo fue. Ese tembladeral y los reclamos desde la Argentina fueron la gota que habría hecho cambiar de opinión al mayor defensor de la «flotación libre» dentro del organismo multilateral de crédito (al menos en el caso local).
Así, el fin de semana ardieron los teléfonos entre las autoridades del FMI y los funcionarios del Banco Central de la República Argentina, en especial Guido Sandleris, su presidente, y Gustavo Cañonero, el vice. «Fue una estrategia conjunta entre el Central y Hacienda, como siempre en los últimos meses, pero esta vez la negociación estuvo liderada por el equipo de Guido. Ellos hablaron y fueron los más activos el fin de semana, sobre una base de conversaciones conjuntas que ya había avanzado», detalla una fuente oficial. Desde Washington, los interlocutores de los funcionarios locales fueron dos, especialmente: el propio Lipton y Roberto Cardarelli, el economista italiano que es el jefe de la misión Argentina.
«Se cerró el fin de semana, ayer domingo a última hora. Era una herramienta que era difícil de conseguir, hubo bastante resistencia de parte del Fondo, pero entendieron que es el camino», aseguró uno de los pocos que trabajaron extra el sábado y el domingo. El resto de las autoridades del Central se enteraron, a medias, ayer por la noche. «Vengan temprano que va a haber un anuncio», les pidieron.
Lipton –el hombre de Donald Trump en el FMI– era uno de los más reticentes a modificar las condiciones del préstamo stand by para la Argentina. Pero la volatilidad la semana pasada parece haberlo «ablandado» y accedió al pedido sobre el que ya venían insistiendo las autoridades locales. En las reuniones que tuvieron tanto Sandleris como Dujovne con él hace unas semanas, en la reunión de Primavera del FMI en la capital de EEUU, el tema de achicar la zona de no intervención estuvo sobre la mesa. En esas reuniones, como contó Infobae, la agenda giró sobre tres cuestiones: inflación, dólar y Cristina Kirchner.
Luego llegó la decisión de fijar el techo cambiario y ahora esta suerte de «adiós a las bandas» de intervención. El Central podrá vender divisas para regular la cotización del billete verde aun cuando se encuentre debajo de los 51,448 pesos, el techo de la ex banda de «libre flotación», y podrá vender USD 250 millones diarios, en lugar de USD 150 millones, si la divisa supera ese máximo. Y aclara el organismo que «podrá determinar la realización de intervenciones adicionales para contrarrestar episodios de excesiva volatilidad si lo considerase necesario». O sea, cuando le parezca.
«El Banco Central de Argentina introdujo hoy importantes medidas para abordar la reciente volatilidad del mercado financiero y del tipo de cambio. Apoyamos estas medidas, que están adecuadamente calibradas para los desafíos que enfrenta la Argentina», dijo el Fondo, escueto en un comunicado luego del anuncio. Y nada más, por el momento.
Hace pocas semanas, en Washington y luego de una exposición de Sandleris y Dujovne en dos eventos con inversores, que organizaron el JP Morgan y Banco Itaú, los funcionarios locales se mostraron confiados y aseguraron que tenían las herramientas necesarias para enfrentar eventuales presiones sobre el dólar. Un inversor presente dijo que prometieron que no habría modificaciones en el esquema de bandas «salvo que ocurra el Armagedón».
Si bien no se llegó al «Armagedón», sí hubo que levantar el teléfono. Desde el otro lado, Lipton dio el «ok» y ahora el Central tiene parte del poder de fuego que reclamó. ¿Podrá Sandleris lo que no pudieron Federico Sturzenegger y Luis Caputo, sus antecesores como cabezas de la autoridad monetaria?