Irán lanzó en la noche de este sábado un ataque con drones contra Israel, de acuerdo a medios estatales locales que atribuyeron la información a la Guardia Revolucionaria iraní, una rama de las Fuerzas Armadas.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, convocó a su gabinete de guerra e informó que los “sistemas defensivos” del país se han desplegado para enfrentar el ataque. Irán había prometido represalias después de que el 1 de abril dos de sus altos mandos militares murieran en un ataque contra su consulado en Damasco del que acusó a Israel.
La expectativa por una posible respuesta bélica iraní se había incrementado en las últimas horas, luego de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijera el viernes que esperaba un ataque por parte de Teherán “más temprano que tarde”.
Es el último episodio de una vieja enemistad. Israel e Irán llevan años enzarzados en una rivalidad sangrienta cuya intensidad fluctúa en función del momento geopolítico. Su pulso se ha convertido en una de las principales fuentes de inestabilidad en Medio Oriente.
Para Teherán, Israel no tiene derecho a existir. Sus gobernantes lo consideran el “pequeño Satán”, aliado en Medio Oriente de Estados Unidos, al que llaman el “gran Satán”, y quieren que ambos desaparezcan de la región. Israel acusa a Irán de financiar a grupos “terroristas” y de perpetrar ataques contra sus intereses movido por el antisemitismo de los ayatolás.
La rivalidad entre los “archienemigos” ha dejado una enorme cantidad de muertos, a menudo resultado de acciones encubiertas en las que ninguno de los gobiernos admite su responsabilidad. La guerra en Gaza no ha hecho sino empeorar las cosas.
Cómo empezó la rivalidad entre Israel e Irán
En realidad, las relaciones entre Israel e Irán fueron bastante cordiales hasta que en 1979 la llamada Revolución Islámica de los ayatolás conquistó el poder en Teherán.
De hecho, aunque se opuso al plan para la partición de Palestina que desembocó en la creación del Estado de Israel en 1948, Irán fue el segundo país islámico en reconocerlo, solo después de Egipto.
Entonces Irán era una monarquía en la que reinaban los shas de la dinastía Pahlaví y uno de los principales aliados de Estados Unidos en Medio Oriente. Por ello, el fundador de Israel y su primer jefe de gobierno, David Ben-Gurion, buscó y consiguió la amistad iraní como forma de contrarrestar el rechazo al nuevo estado judío de sus vecinos árabes.
Pero en 1979 la Revolución de Ruhollah Jomeini derrocó al sha e impuso una república islámica que se presentaba como la defensora de los oprimidos y tenía en el rechazo al “imperialismo” de Estados Unidos y a su aliado Israel una de sus principales señas de identidad.
El nuevo régimen de los ayatolás rompió las relaciones con Israel, dejó de reconocer la validez del pasaporte de sus ciudadanos y se apoderó de la embajada israelí en Teherán para cedérsela a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que entonces lideraba la lucha por un Estado palestino contra el gobierno israelí.
Alí Vaez, director del Programa para Irán del International Crisis Group, un centro de análisis, le dijo a BBC Mundo que “la animadversión hacia Israel fue un pilar del nuevo régimen iraní debido a que muchos de sus líderes se habían entrenado y participado en acciones de guerrilla con los palestinos en lugares como Líbano y tenían una gran simpatía por ellos”.
Pero además, cree Vaez, “el nuevo Irán quería proyectarse como una potencia panislámica y enarboló la causa palestina frente a Israel que los países musulmanes árabes habían abandonado”.
Así, Jomeini empezó a reivindicar la causa palestina como propia y las grandes manifestaciones propalestinas con apoyo oficial se convirtieron en habituales en Teherán.
Vaez explica que “en Israel la hostilidad hacia Irán no empezó hasta más tarde, en la década de 1990, porque antes se percibía como una mayor amenaza regional al Irak de Sadam Hussein”.
Tanto es así, que el gobierno israelí fue uno de los mediadores que hizo posible el llamado Irán-Contra, el programa encubierto por el que Estados Unidos desvió armamento hacia Irán para que lo empleara en la guerra que entre 1980 y 1988 libró contra el vecino Irak.
Pero con el tiempo, Israel comenzó a ver en Irán uno de los principales peligros para su existencia y la rivalidad entre ambos pasó de las palabras a los hechos.
Una “guerra en la sombra” entre Israel e Irán
Vaez señala que, enfrentada también a Arabia Saudita, la otra gran potencia regional, y consciente de que Irán es persa y chiita en un mundo islámico mayoritariamente sunita y árabe, “el régimen iraní se dio cuenta de su aislamiento y empezó a desarrollar una estrategia encaminada a prevenir que sus enemigos pudieran algún día atacarle en su propio territorio”.
Así, proliferó una red de organizaciones alineadas con Teherán que llevaban a cabo acciones armadas favorables a sus intereses. La libanesa Hezbolá, catalogada como terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, es la más destacada. Hoy, el llamado “eje de la resistencia” iraní se extiende por Líbano, Siria, Irak y Yemen.
Israel no se quedó de brazos cruzados y ha intercambiado con Irán y sus aliados ataques y otras acciones hostiles, muchas veces en terceros países en los que financia y apoya a los grupos armados que combaten a los proiraníes.
El pulso entre Irán e Israel ha sido descrito como una “guerra en la sombra” porque ambos países se han atacado mutuamente sin que en muchos casos ninguno de los dos gobiernos admitiera oficialmente su participación.
En 1992 el grupo Yihad Islámica, afín a Irán, voló la embajada israelí en Buenos Aires, causando 29 muertos. Poco antes, había sido asesinado el líder de Hezbolá, Abbas al-Musawi, un atentado ampliamente atribuido a los servicios de inteligencia de Israel.
Para Israel, siempre ha sido una obsesión truncar el programa nuclear iraní y evitar que llegue el día en que los ayatolás dispongan de armas atómicas.
En Israel no creen los mensajes de Irán de que su programa persigue únicamente fines civiles y se acepta ampliamente que fueron sus servicios los que, en colaboración con Estados Unidos, desarrollaron el virus informático Stuxnet, que causó graves daños en las instalaciones nucleares iraníes en la primera década de los 2000.
Teherán también ha denunciado a la inteligencia israelí como responsable de los atentados contra algunos de los principales científicos a cargo de su programa nuclear. El más destacado fue el asesinato en 2020 de Mohsen Fakhrizadeh, considerado su máximo responsable. El gobierno israelí nunca ha aceptado su implicación en las muertes de científicos iraníes.
Israel, junto con sus aliados occidentales, acusaron a Irán de estar detrás de los ataques con drones y cohetes que sufrió su territorio en el pasado, así como de haber perpetrado varios ciberataques.
La guerra civil desatada en Siria desde 2011 supuso otro motivo de enfrentamiento. La inteligencia occidental señala que Irán envió dinero, armas e instructores a apoyar a las fuerzas del presidente Bashar al Assad frente a los insurgentes que buscaban derrocarlo, lo que hizo saltar las alarmas de Israel, ya que cree que la vecina Siria es una de las principales rutas a través de la que los iraníes envían armamento y equipos a Hezbolá en Líbano.
Según el portal de inteligencia estadounidense Stratfor, en diferentes momentos tanto Israel como Irán llevaron a cabo acciones en Siria encaminadas a disuadir al otro de lanzar un ataque a gran escala.
La “guerra en la sombra” llegó en 2021 al mar. Ese año Israel señaló a Irán como responsable de los ataques contra buques israelíes en el golfo de Omán. Irán, por su parte, acusó a Israel de atacar sus barcos en el mar Rojo.
El ataque de Hamás a Israel
Después de los ataques del 7 de octubre de 2023 de la milicia palestina Hamás contra Israel y la ofensiva militar masiva lanzada por el ejercito israelí en Gaza como respuesta, analistas y gobiernos de todo el mundo expresaron su preocupación porque el conflicto pudiera provocar una reacción en cadena en la región, y un enfrentamiento abierto y directo entre iraníes e israelíes.
Las escaramuzas entre fuerzas israelíes y milicianos supuestamente adscritos a Hezbolá en la frontera con Líbano se habían incrementado en los últimos meses. También los choques con manifestantes palestinos en los territorios ocupados de Cisjordania.
Hasta este sábado, tanto Irán como Israel habían evitado elevar su hostilidad y combates a gran escala. Eso cambió con el lanzamiento de drones y misiles por parte de Teherán.
El ataque contra su sede diplomática en Damasco, que dejó 13 muertos, entre ellos algunos de los más destacados altos mandos iraníes, como el general de la Guardia Revolucionaria Mohammad Reza Zahedi y su adjunto, Hadi Hajriahimi, dolió especialmente en Teherán.
Su Ministerio de Exteriores prometió entonces “un castigo al agresor” y su embajador en Siria, Hossein Akbari, anunció que la respuesta sería “decisiva”. Seguramente no será la última de este largo intercambio.