La crisis petrolera y la pandemia de coronavirus se tornó en un escenario complicado para los países en vías de desarrollo como la Argentina. En estos momentos la aversión al riesgo se agudiza y los capitales buscan refugio en instrumentos que ofrezcan protección en este tipo coyunturas.
Cisnes negros. A veces, la suerte no acompaña, pero tampoco es cuestión de soltarlos en libertad.
El año 2020 comenzó repleto de vicisitudes en el plano internacional. Luego del conflicto originado en el asesinato del general iraní a manos de Estados Unidos cuyo efecto acabó por diluirse, el golpe a los mercados se produjo a raíz del brote del coronavirus y terminó de estallar con la abrupta caída del precio del barril de petróleo de la semana pasada (-30% aproximadamente). Por citar un caso emblemático como el del S&P 500 (índice bursátil más relevante a nivel mundial), el desplome que se produjo desde los máximos históricos alcanzados el 19 de febrero asciende nada más ni nada menos que al 20% al cierre del mercado del último viernes. En otras palabras, las 500 empresas que conforman el índice mencionado han perdido una quinta parte de su valor en relación al que tenían solo tres semanas atrás. Si bien esta caída aun no alcanza la magnitud de las más profundas a lo largo de la historia (por ejemplo 1930, 1987, 2000 y 2008), lo que sorprende y no deja de preocupar es la velocidad a la que se está produciendo (el jueves hubo un desplome del 9.5% que fue recuperado en la siguiente sesión).
En este escenario, el panorama luce complicado para los países en vías de desarrollo como la Argentina en momentos en los que la aversión al riesgo se agudiza y los capitales buscan refugio en instrumentos que ofrezcan protección en este tipo coyunturas. En ese sentido, lo sucedido con las monedas latinoamericanas es un claro ejemplo del “vuelo a la calidad” que se está acelerando por estos días. Colombia y Brasil registraron sus respectivos tipos de cambio de un 20% en lo que va de 2020 en tanto que México, Uruguay y Chile están en un segundo escalón con una tasa de depreciación del 15% promedio acumulada. En un tercer nivel quedan Perú, Argentina y Paraguay que mostraron alzas de 4% promedio. La contracara de esta salida de capitales pareciera no ser el oro (en las 4 últimas ruedas perdió un 12% luego de haber tocado los 1.700 dólares la onza) sino los bonos del tesoro estadounidense a 10 años cuyo rendimiento estableció un mínimo histórico el 9 de marzo (0.36%) y al cierre del viernes pasado se situó en 0.97%.
Más allá del plano financiero, ya se están viendo afectadas algunas variables de la economía real. Un claro ejemplo es la producción manufacturera de China, la cual registró una variación negativa del 29% intermensual en febrero con todo lo que ello implica para la economía global. A su vez, la menor demanda de commodities por parte del gigante asiático ha contribuido a deprimir los precios de las materias primas como la soja, trigo y maíz (-4% en el mercado de Chicago desde 5 de marzo a la fecha) lo cual es una mala noticia para los exportadores nacionales.
Por otro lado, el turismo se encuentra en jaque ante la suspensión de vuelos entre diferentes países como respuesta a la rápida propagación del coronavirus, lo que supondría un costo estimado por la Asociación Internacional de Transporte Aéreo de entre u$s60 y u$s113 mil millones dependiendo de cómo evolucione la pandemia. A este menor tráfico de pasajeros hay que sumarle también el menor nivel de gasto asociado a un parate de estas características. Probablemente veamos una retracción en rubros como esparcimiento, hotelería y gastronomía vinculados al temor que genera en la población la posibilidad de contraer el virus y las distintas medidas que vienen implementando los gobiernos a escala global (suspensión de todo tipo de actividades como espectáculos, eventos de distinta naturaleza, etc.).
¿Cómo impactará en Argentina este shock externo?
Este aparente fin del ciclo alcista en los mercados supuso un golpe adicional para la Argentina que se encuentra en medio de la renegociación de la deuda pública. Los bonos sufrieron el impacto y el riesgo país cerró la semana en 3.103 puntos mientras que por el lado de la renta variable, el Merval se contrajo un 9% y acumula un desplome del 23% desde el 6 de marzo. Retomando lo mencionado en el mercado cambiario, la postura del BCRA de mantener el tipo de cambio como ancla nominal con el objetivo de contener el aumento de precios, no deja de generar dudas respecto a la dinámica que pueda tomar el tipo de cambio real si la tasa de devaluación del dólar oficial continúa por encima de la tasa de inflación.
Como ya se mencionó, en el frente externo la pandemia impactara vía menores precios de los bienes exportables y un volumen probablemente más bajo del comercio internacional. Esto conlleva un inconveniente para el tesoro nacional que verá afectada la recaudación en concepto de derechos de exportaciones.
A las problemáticas internas enumeradas, el proyecto Vaca Muerta, con enorme potencial en cuanto a generación de divisas en el mediano plazo (¿nueva joya de la abuela?), quedó prácticamente “enterrado” como consecuencia de la caída abrupta del precio del petróleo. No existe proyecto rentable fronteras adentro con un valor de u$s34 el barril y que distan de cubrir los costos de extracción.
Respecto a la economía real, este “aislamiento” interno (cancelación de todo evento cultural, social, deportivo) generará un “bloqueo” por parte de la demanda representada, entre otras, por caídas en el turismo interno, menores facturaciones en los servicios de hotelería, gastronomía y consumo en general.
Claramente, en el cortísimo plazo el escenario económico local luce desalentador por los motivos ya mencionados, postergando hacia adelante posibles vestigios de leve y lenta recuperación económica.
Por Gonzalo Semilla, Economista Jefe CREEBBA.
Centro Regional de Estudios Económicos de Bahía Blanca, Argentina
Fundación Bolsa de Comercio de Bahía Blanca