En medio de la epidemia de coronavirus que ha puesto de rodillas a Italia, que el 4 de mayo comenzará en forma escalonada el desconfinamiento después de una cuarentena de casi dos meses, habemus choque entre el Papa y los obispos italianos.
El cortocircuito comenzó el domingo por la noche, después de que el primer ministro italiano, Giuseppe Conte , anunció que entre otras reaperturas a partir del 4 de mayo podrán volver a hacerse funerales, con un máximo de 15 personas y preferiblemente al aire libre. Pese a que se trata de una flexibilización importante, sobre todo después de que miles de familias no pudieron despedir dignamente a más de 27.000 muertos, un comunicado de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) enseguida salió a atacar duramente al gobierno, lamentando que no hubiera autorizado el regreso de las misas.
En este tiempo en el que comienzan a llegar disposiciones para salir de la cuarentena, oremos al Señor para que nos dé a todos nosotros la gracia de la prudencia y la obediencia a estas disposiciones, a fin de que la pandemia no regrese.
Los obispos desde hace semanas exigían silenciosamente el regreso de las celebraciones religiosas y creían haber convencido, a través de diversos representantes, a la ministra del Interior, Luciana Lamorgese, ante quien habían hecho llegar sus planes y presiones. No se esperaban que el católico Conte, asesorado por un comité técnico-científico, les dijera que no. Tanto es así que, con un documento inusualmente fuerte, salieron a denunciar la «violación de la libertad de culto» , un golpe bajo para Conte.
El primer ministro, en efecto, ya se encontraba bajo presión de la ultraderecha católica que, capitaneada por el exvicepremier y ministro del Interior, Matteo Salvini, también reclama desde hace semanas un regreso de las misas. Salvini, líder de la ultraderechista Liga, incluso antes de Semana Santa había intentado rebelarse a la prohibición de funciones religiosas y demás ritos, con una protesta que finalmente no tuvo ningún éxito. Aunque también hubo presiones para la vuelta de las misas de parte de grupos católicos de centroizquierda , como la comunidad de San Egidio, según pudo saber LA NACION.
Fue en este clima al mejor estilo güelfos y gibelinos que el Papa hoy puso los puntos sobre las íes. Y salió a respaldar sin medias tintas la línea de cautela de Conte y a desautorizar a los obispos italianos. «En este tiempo, cuando empezamos a tener disposiciones para salir de la cuarentena, le pedimos al Señor que le dé a su pueblo, a todos nosotros, la gracia de la prudencia y la obediencia a las disposiciones, para que la pandemia no vuelva», dijo Francisco al comienzo de la misa matutina que celebra a solas en la capilla de Santa Marta, que es transmitida en directo y es seguida por más de un millón de personas.
Las palabras del Papa fueron muy claras y representaron un tirón de orejas -sino una cachetada- para los obispos italianos en pie de guerra con las disposiciones de la denominada «fase 2» anunciadas por Conte. Los obispos se habrían movido impulsados por algunos sectores del Vaticano que evidentemente no están contentos con su gobierno y que no saben interpretar qué piensa el Pontífice.
En una de sus misas por streaming, hace unos días, el Papa reconoció que las misas online, que en este tiempo de curentena, se han vuelto muy comunes, no son misas. «Esta no es la Iglesia: esta es la Iglesia de una situación difícil, que el Señor permite, pero lo ideal de la Iglesia es siempre con el pueblo y con los sacramentos, siempre», señaló, quizás desorientando a algunos que quisieron ser más papistas que el Papa.
Desde que comenzó la crisis por el Covid-19, que preocupa sobremanera al exarzobispo de Buenos Aires, que creó una task-force para ayudar a combatir la pandemia, los obispos italianos se destacaron por no interpretar a la autoridad máxima de la Iglesia. A mediados de marzo, por ejemplo, decretaron el cierre de las Iglesias, medida que enfureció al Papa que, un día más tarde, les hizo dar marcha atrás. Aunque no hay misas, muchas iglesias están abiertas para quienes quieren rezar -respetando la distancia interpersonal- y para ayudar a los más necesitados.
Ahora, con el ataque frontal contra Conte, del que el Papa se desmarcó sonoramente, los obipos italianos quedaron descolocados y también mal parados ante una opinión pública enclaustrada desde hace casi dos meses y asustada por la epidemia y sus efectos.
El analista del Corriere della Sera Massimo Franco recordó que es sabido desde hace tiempo «que el Papa argentino no está satisfecho con el modo en el que la CEI respalda su pontificado». Aunque destacó que el presidente de la CEI, el cardenal Gualtiero Bassetti, arzobispo de Perugia, es cercano a él, así como varios otros obispos que ha nombrado en los últimos años. Por esto, consideró que detrás de este inédito choque no hay de parte del Papa voluntad de deslegitimizar a la CEI , sino más bien un reflejo de «las dificultades de todos para enfrentar una emergencia que puede modificar el modo de ser de la Iglesia católica».
«Reivindicar el derecho de ir a misa y conciliarlo con las exigencias de proteger a los fieles es uno de los dilemas más agudos porque interpela las relaciones entre el Estado y la Iglesia», escribió Franco, que concluyó que se trata de una cuestión sobre todo de principio, «vista la escasa participación de los italianos, desde hace años, a las funciones religiosas».
Fuente: La Nación