Corrida financiera hacia el precipicio

Temas de debate. Devaluación, inestabilidad y caída de la actividad económica. El presidente Mauricio Macri y sus funcionarios se han venido esforzando para transmitir tranquilidad, pero todos los indicadores económicos muestran un descalabro que se…

lunes 27/08/2018 - 9:04
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Temas de debate. Devaluación, inestabilidad y caída de la actividad económica. El presidente Mauricio Macri y sus funcionarios se han venido esforzando para transmitir tranquilidad, pero todos los indicadores económicos muestran un descalabro que se agudiza de manera acelerada. Por qué se llegó a esta situación.

Pensar un nuevo norte

Por Agustina Gallardo. Licenciada en Economía, UBA.

En las últimas semanas la economía ha vuelto a mostrar los límites a los que se enfrenta y cada vez parecen más acotadas las herramientas con las que cuenta el Gobierno nacional para recuperar algunas variables de crecimiento, producción y consumo. Una nueva corrida cambiaria y el posterior aumento de la tasa de interés de referencia, sumado a los anuncios de recorte sobre los reintegros a la exportación, refuerzan la discusión sobre el rumbo que ha tomado el gobierno para intentar encaminar la economía.

Todo esto se enmarca en un escenario anterior que ya era desfavorable. Los últimos datos del Indec así lo demuestran: en el mes de junio el Estimador Mensual Industrial (EMI) mostró una caída de 8,1 por ciento que no tiene precedentes en la historia reciente (aunque las comparaciones son inexactas debido a los cambios metodológicos realizados por el organismo estadístico). A su vez, la economía registró ese mismo mes un derrumbe de 6,7 por ciento.

Las causas de esta evolución no son novedosas. La inestabilidad del tipo de cambio y el continuado incremento de la tasa de interés de referencia impactan de lleno sobre las actividades productivas y profundizan las dificultades que viene teniendo la industria.

El ciclo de depreciación y apreciación de la moneda local en términos reales es un factor de relevancia. La imposibilidad de contener las corridas cambiarias condujo a un incremento del tipo de cambio, que luego entró en fases de apreciación por la dinámica inflacionaria. Naturalmente, las oscilaciones en el precio del dólar generan beneficios y perjuicios en algunos sectores, pero no hay escenario en el que la industria pueda diseñar, y menos aún concretar, planes de inversión y producción con esta profunda inestabilidad cambiaria.

Esto se debe a que los movimientos del tipo de cambio generan transformaciones significativas al interior de la estructura de costos, por lo que las estrategias de los sectores productivos están fuertemente afectadas por esta inestabilidad. Sumado a los incrementos en el precio de la energía y el combustible, con una economía real deprimida y el consumo en persistente declive, las actividades productivas tienen cada vez menos margen, reduciéndose la producción, aumentando la capacidad ociosa y generando presiones sobre el mercado de trabajo, lo que retroalimenta el círculo.

Paralelamente, para intentar contener el dólar, el BCRA vuelve a recurrir a aumentos de la tasa de interés de referencia. Esto no hace más que profundizar la problemática del sector. La cadena de pagos es cada vez más extensa y las necesidades de liquidez obligan a las industrias a enfrentarse a situaciones cada vez más riesgosas. En pos de cumplir con las obligaciones contraídas, se empiezan a liquidar stocks a los precios “posibles”, incluso cuando eso implique no contar con los recursos suficientes para reponerlos, dado el incremento de los costos. Evidentemente esta es una situación que no tiene posibilidades de sostenerse en el tiempo por lo que el incremento del costo del financiamiento pasa a ocupar un papel protagónico en las amenazas que enfrentan los sectores productivos.

En este contexto, el gobierno nacional anuncia una serie de medidas para reducir el déficit e intentar cumplir con las metas fiscales. Una de ellas es la reducción de los reintegros a la exportación. Estos reintegros, que habían sido aumentados por esta misma gestión, implican una devolución sobre algunos impuestos para los bienes vendidos al exterior. El objetivo central de esta herramienta es mejorar la competitividad de los productos locales en el mundo, atento a la alta carga tributaria que enfrentan en la Argentina. Una decisión de estas características viene a profundizar las dificultades existentes para la industria y posterga el objetivo de diversificar nuestra canasta exportadora. Adicionalmente, atenta contra las posibilidades de mejorar las cuentas externas y generar dólares genuinos, una de las necesidades estructurales de la economía argentina.

Esta conjunción de factores pone en jaque a la industria nacional y requiere de un cambio de rumbo que tenga como norte el impulso a las actividades productivas, incrementando la agregación de valor y la generación de empleo de calidad. Si no se potencia el desarrollo de la industria, será difícil enfrentar este escenario internacional desfavorable y se profundizarán los problemas de corto, mediano y largo plazo.

Situación crítica

Por Ana Acosta. Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas (Ocepp).

Los funcionarios se pasean entre conferencias de prensa y canales de televisión para decir que todo está bien. Sostienen que trabajan “todos los días para evitar que haya una mega crisis, y no hay ninguna posibilidad de que haya un default”, como expresó el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. ¿Pero podemos conservar la tranquilidad frente a estas declaraciones?

En abril se desató una corrida que dejó en evidencia la exposición de la economía a shocks internacionales y la dependencia del país al endeudamiento y los capitales especulativos para financiar el drenaje de divisas. Esa exposición no es novedosa, todos los economistas, sin importar qué manual prediquen, advierten hace rato sobre la peligrosidad de las políticas económicas, sobre todo en relación a la desregulación del mercado financiero. La sangría de divisas es una consecuencia de las decisiones tomadas por el equipo económico.

La solución a ese problema fue la misma que lo generó: más deuda (ahora con el FMI) y reingreso de capitales especulativos para después liquidarlo en subastas cuantiosas que se alejan considerablemente de las promesas del presidente del Banco Central, Luis Caputo. Primero anunció incrementar las subastas a 150 millones de dólares, después las redujo a 75 millones diarios, para luego comunicar su interrupción. Aunque finalmente se vendieron 781 millones solo en una semana.

A su vez la tasa de interés de referencia de política monetaria sigue en 45 por ciento (tasa de interés recesiva), y así seguirá hasta octubre según comunicó el BCRA. Aunque corresponde advertir que los anuncios se hacen y deshacen semana a semana, cambiando las reglas del juego continuamente, como sucedió con el mecanismo de subastas. Las autoridades no tienen claro hacia dónde apuntar las medidas para frenar la corrida y mientras tanto hay quienes se benefician considerablemente con este escenario.

En el marco de un mundo más “tranquilo” (con reingreso de capitales a emergentes) y con el desembolso del FMI el tipo de cambio se mantuvo estable. Pero a costa de liquidar gran parte de los ingresos obtenidos a través del endeudamiento. Mientras el tipo de cambio se mantuvo alrededor de 28 pesos se perdieron aproximadamente 6 mil millones liquidando los dólares para sostenerlo. A esta dinámica se suma el efecto Turquía. Cualquier parecido con un pasado reciente no es pura casualidad. Otra vez un shock internacional profundiza y evidencia nuestras fragilidades y nos lleva a una nueva devaluación. El gobierno se obstina en sostener el tipo de cambio sin poner ningún tipo de restricción a la salida de capitales. Ergo para eso sigue vendiendo reservas.

En una de las tres subastas realizadas el día 16 de agosto, mientras en el mercado el dólar estaba por encima de los 30 pesos, el BCRA vendió 200 millones a 29,40 pesos. Dato no menor.  Es decir que vendió dólares por debajo del precio de mercado. ¿A quién? ¿Quiénes se beneficiaron?

Este ritmo de drenaje de reservas es absolutamente insostenible en el tiempo, y todo indica que vamos a un ajuste muy fuerte en el tipo de cambio que equilibre la cuenta corriente y baje la expectativa de devaluación porque no se avizora ninguna medida alternativa. La advertencia es siempre la misma, el problema es la falta de dólares, no el déficit fiscal, un ajuste podría empeorar la situación por los efectos recesivos. En este contexto, hay expectativas por las negociaciones para sumar una nueva-vieja medida para mejorar el colchón de reservas que permita financiar nuevas corridas; el SWAP con China. Asimismo, se anunció la suba de los encajes como mecanismo para evitar que más pesos se “vayan” al dólar, lo que a su vez genera que menos pesos van a al consumo mientras el financiamiento se encarece profundizando la recesión.

Mientras tanto la clase trabajadora no para de perder poder adquisitivo, el espiral positivo de la inflación está lejos de desacelerarse con las sucesivas devaluaciones y las expectativas de que el tipo de cambio será aún mayor, se fortalecen. A pesar de los mensajes de optimismo “duranbarbistas” de los funcionarios en sus rondas mediáticas, debemos advertir que no, lo que pasa no está bien, está mal y las consecuencias, como siempre, las terminan pagando las clases populares.

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