Una de las formas de contraer COVID-19 es el contacto con las gotitas de saliva de una persona infectada.
Las vacaciones de verano y el momento de disfrutar del sol y la pileta se acercan. Es uno de los momentos ideales para compartir con familiares y amigos en quintas, campings, hoteles y otros alojamientos turísticos. Esos espacios para nadar, practicar coreografías, jugar al vóley y zambullirse son refrescantes. Ahora, una de las cosas más comunes allí es exponer nuestra boca y nuestras fosas nasales. Y ahí se plantea el interrogante: ¿Qué pasa en ese momento con respecto al coronavirus?
Lugares públicos abrirán sus piscinas bajo protocolo, lo que bajará el nivel de peligro, pero, ¿qué ocurre en los sitios no controlados?
Una de las tres formas de contraer el coronavirus que reconocen las autoridades sanitarias internacionales es a través del contacto con las gotitas de saliva de una persona infectada. Y una duda que surgió es saber si el agua de una pileta puede ser entonces un foco de contagio.
Consultado por Con Bienestar, el experto Martín Vadillo, docente de las licenciaturas en Biotecnología y Bioinformática de UADE, explicó que no hay peligro directo en el agua de una pileta, aunque sí en la superficie y en el entorno de la zona de esparcimiento.
“El agua no debería ser una fuente de contagio, porque cualquier secreción que caiga allí se diluye muy rápido y además hay cloro en una concentración capaz de inactivar el virus”, señala Vadillo.
Es importante controlar que esa concentración de cloro sea la adecuada. Para prevenir posibles contagios no relacionados con el ambiente acuático pero sí con lo que implica, por ejemplo, asistir a una pileta en un club, es importante contar con un protocolo adecuado de distanciamiento, control de la temperatura de las personas que ingresan y desinfección de espacios comunes.
En ese sentido, el experto apunta a que el riesgo de contagio del COVID-19 en las piletas no está relacionado con el agua, sino con lo que ocurre en la superficie o en los alrededores.
“Si estamos dentro del agua, pero manteniendo una conversación a menos de dos metros de distancia, sin tapabocas y en una pileta cubierta, vamos a correr el riesgo de contagiarnos por vía aérea. Lo mismo ocurre en los vestuarios y espacios comunes alrededor de la pileta. Sin cuidados, el riesgo siempre está presente”, destaca Vadillo.
Por ello, como se destacó desde el principio de la pandemia, es necesaria la colaboración de toda la población para reducir las chances de contagio. Es importante recordar que aunque se está de vacaciones, el riesgo existe. El ambiente de relax y descanso no puede hacer que bajemos la guardia.
Protocolos, la clave del éxito
En este verano, se busca reactivar la temporada de turismo en playas, campings y hoteles, tras un año con bajas históricas para el sector. Los dos objetivos principales de los destinos serán prevenir contagios de coronavirus y actuar con rapidez y de forma adecuada ante casos positivos.
Para Vadillo un protocolo para que las piletas sean seguras debería contemplar los siguientes elementos:
- Un sistema de turnos que evite sobrepasar la capacidad máxima de personas autorizadas.
- Control de temperatura y ausencia de síntomas de quienes ingresan.
- Vestuarios con ventilación natural y cuyo único uso permitido sea el cambio de ropa.
- Desinfección de superficies.
- Dispensadores de alcohol en gel ubicados en lugares accesibles.
- Distanciamiento entre personas.
- Uso de tapabocas cuando no se realiza actividad física.
“Además, la pileta idealmente debería ser descubierta. En caso contrario, debería contar con una buena ventilación natural. Por otro lado, el agua tendrá que controlarse a diario para garantizar que sea segura”, agrega el experto en Biotecnología.
Fuente: TN