Coronavirus: estrés, dolor de espalda, aislamiento, el detrás de escena del teletrabajo

Se alteraron los horarios y eso afecta el reloj biológico. El COVID-19 obligó a empresas y trabajadores españoles a desempeñarse a distancia sin estar preparados. «Trabajás de sol a sol. Es mentira que podés administrar…

martes 11/08/2020 - 9:59
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Se alteraron los horarios y eso afecta el reloj biológico. El COVID-19 obligó a empresas y trabajadores españoles a desempeñarse a distancia sin estar preparados.

«Trabajás de sol a sol. Es mentira que podés administrar mejor tus tiempos. Mezclás tu espacio de trabajo con tu espacio privado. No desconectás. Me encontré con 20 correos a las diez de la noche. Los fines de semana también», dice Ana, 61 años, técnica estatal en España.

A mediados de marzo, los edificios de oficinas se vaciaron de gente y se llenaron de incertidumbre. Siete de cada diez empresas españolas enviaron a todos o parte de sus trabajadores a casa, según una encuesta reciente. Más de tres millones de personas teletrabajaron durante el aislamiento.Los empleados se fueron de un día para otro a abrir la laptop sobre la mesa del comedor mientras los chicos se les colaban en el Zoom.

Los empresarios tuvieron que buscar en tiempo récord notebooks con el país cerrado, adecuar plataformas seguras y organizar virtualmente tareas hasta entonces presenciales, expone Rosa Santos, directora de Relaciones Laborales de la patronal CEOE. Casi cinco meses después y con los brotes multiplicándose, la recomendación de priorizar el teletrabajo permanece.

Nos tuvimos que adaptar bruscamente a los nuevos usos laborales, explica la especialista en Medicina del Trabajo Teófila Vicente-Herrero. “No todo el mundo está preparado y no a la misma velocidad”, asegura. La tensión de mantener el nivel de rendimiento ante unas demandas a las que no se está habituado, dice la también experta en teletrabajo, causa “somatizaciones, con alteraciones digestivas, del ciclo del sueño y ansiedad por esa mala adaptación a la nueva situación de estrés”. Se agrava entre quienes nunca habían trabajado a distancia. “Había desinformación, falta de formación y de tecnología. Se han roto los horarios. En muchos casos se hacen jornadas interminables, y eso genera una alteración de los ciclos biológicos y de las relaciones familiares y sociales”.

Trabajamos más. Hasta dos horas diarias en exceso en Europa y tres en Estados Unidos, según datos de NordVPN, un proveedor que une los sistemas domésticos con los servidores de las empresas. Uno de cada cuatro empleados tuvo que adaptarse en su tiempo libre para cumplir, refleja una encuesta de Eurostat. Y lo hicieron desde el sofá o la silla de la cocina, compartiendo espacios improvisados con parejas e hijos. Trabajando a costa del sueño.»Fue una de las peores experiencias de mi vida. Tuve tres trabajos. Deberes, por un lado, teletrabajo por otro, las cosas de la casa… Hice videoconferencias de formación con gente nada interesada, que no sabían cómo hacerlo, o que no tenían datos en el celular o que se reían. Y mis hijos apareciendo», declara María Tovar, 36 años, orientadora de empleo en una empresa. Dos hijos de ocho y cinco años.

El cansancio de la conexión virtual no es la única consecuencia de estos meses de teletrabajo. El estrés nos ha hecho comer más y peor.

¿Qué pasa después de todos estos meses? “No nos hemos adaptado, pensamos que teletrabajar es trasladar la oficina a casa y ya está. No tenemos un control de la situación, padecemos estrés crónico. No hay descansos”, dice el profesor de Psicología Social en la facultad de Relaciones Laborales y Recursos Humanos de Granada Francisco Díaz Bretones. “Si el trabajo antes estaba circunscrito a un lugar durante un tiempo, eso desapareció. Trabajando bajo una sombrilla en la playa, en casa, en la oficina, a todas horas. Es lo primero que hacemos al despertarnos y lo último al acostarnos. No disponemos de tiempos de recuperación y de descanso. La recuperación física es mucho más rápida. Pero psicológicamente tardamos mucho más en volver a un estado de relajación”.

«Cuando termino una videoconferencia, me duele el cuello y los hombros. Me siento muy expuesta y a la vez, me falta información. Para alguien introvertido y observador como yo, Zoom tiene todo lo malo de reunirte con gente en la vida real, pero en esos encuentros cara a cara hay muchas cosas que aquí no están», reconoce Carly Micó, 42 años traductora y editora.

Los expertos defienden su enorme utilidad: “Ahorra tiempo, no hay que desplazarse, permite la comunicación no verbal y trabajar bien compartiendo pantalla”, mantiene Jeremy Bailenson, fundador del laboratorio de Interacción Humana Virtual de la Universidad de Stanford. “Sin las videoconferencias, el mundo estaría sufriendo aún más durante la pandemia”.

El profesor Díaz Bretones asegura que las reuniones virtuales son más efectivas: “Optimizamos mejor el tiempo, dado que suprimimos parte del contacto social, pues nos centramos más en el desarrollo de la reunión. Y hay otra cosa, en un encuentro presencial, si se alarga o es aburrida, hay que mostrar atención. En Zoom se pueden hacer otras cosas”.

La recuperación física es mucho más rápida. Pero psicológicamente tardamos mucho más en volver a un estado de relajación.

Quien haya mantenido videoconferencias a diario, como los profesores, obligados a dar clases, saben de lo que se conoce como “fatiga de Zoom”. Bialenson acaba de iniciar una ambiciosa investigación sobre el fenómeno y explica lo que ocurre cuando las reuniones son unas cuantas cabezas en la pantalla de la computadora. “En un encuentro presencial con una decena de personas, el tiempo que pasan mirándose mutuamente a los ojos es muy corto. Cuando ocurre, no dura más de unos pocos segundos. En un estudio que hicimos en Stanford hallamos que cuando uno se expone a caras virtuales de gran tamaño, se encoge físicamente. Esto puede ser en parte la razón por la que Zoom es tan agotador. Cada minuto que estamos en videoconferencia tenemos caras que nos miran a pocos centímetros de la nuestra”.

“Perdimos súbitamente el lugar del trabajo, una conquista social, volvés a una soledad que te aísla de esa cultura del café y de la conversación, que te vincula. A largo plazo, no sabemos cuáles serán las consecuencias. Hace falta cierta forma de ser para llevar ese ensimismamiento del que precisa la escritura o el arte. Puede llegar a ser una amenaza si tu trabajo no es creativo”, dice el psiquiatra \Enrique García Bernardo recordando que buena parte de nuestro entorno social nace del laboral. Teletrabajar es ahora una realidad mucho más tangible. Twitter da esa opción a sus empleados para siempre. Facebook planea que la mitad del personal trabaje a distancia en cinco años. Google no tendrá empleados en la oficina hasta mediados de 2021.

En España, algunas compañías, como ING, darán opciones para teletrabajar de una forma completamente flexible. Algo menos de la mitad (41%) de las empresas españolas planea seguir con la fórmula de trabajo en remoto. Y un 30% de los trabajadores podría hacerlo, según cálculos del Banco de España. Pero será distinto. El Gobierno ultima un proyecto de ley que negoció con los agentes sociales para regularlo, que incluye la voluntariedad y flexibilidad y el derecho a la desconexión.

Fuente: TN

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