El país atraviesa su momento más crítico por la segunda ola, con tasas récord de ocupación de camas en casi 20 capitales y un récord de muertes ayer en un solo día.
El Covid-19 ya ha dejado una estela de muerte y desolación en Brasil, y una de las peores del mundo. Ahora, a un año de la pandemia, el país está marcando un nuevo y penoso récord.
Ninguna otra nación que haya experimentado un brote tan grave sigue teniendo el índice récord de fallecimientos como el de Brasil ni sigue con su sistema de salud al borde del colapso. Muchas otras naciones duramente golpeadas, sin embargo, van dando pasos tentativos hacia cierta normalidad.
Pero Brasil está batallando con una variante más contagiosa que ya ha arrasado una ciudad importante y se ha extendido a otras, mientras al mismo tiempo los brasileños van abandonando las medidas de precaución que podrían salvarlos del contagio.
El martes, Brasil registro más de 1700 muertes por Covid-19, el número de muertos más alto en un solo día de toda la pandemia.
“La aceleración de la pandemia está llevado al colapso al sistema público y privado de salud en varios estados, y eso podría fácilmente repetirse en cada región de Brasil”, dijo el Consejo Nacional de Secretario de Salud en un comunicado. “Lamentablemente, la anémica implementación de la vacuna y la lentitud con que llegan las dosis no permite augurar que ese escenario se revierta a corto plazo.”
Y las noticias para Brasil, y posiblemente para el mundo, siguen empeorando.
Ya hay estudios preliminares que sugieren que la variante que arrasó con Manaos no sólo es más contagiosa, sino que parece capaz de infectar a quienes se han recuperado de otras versiones del virus. Y la variante se ha colado fuera de las fronteras de Brasil, manifestándose en dos docenas de países y en pequeñas cantidades en Estados Unidos.
El peligro de las nuevas variantes no ha pasado desapercibido para los científicos de todo el mundo. Rochelle Walesnky, directora de los Centros para el Control la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), rogó está semana a los norteamericanos que no bajen la guardia. “Les ruego que me escuchen con atención”, dijo Walensky. “Con este nivel de casos y las nuevas variantes circulando, podemos perder completamente todo el terreno ganado con tanto esfuerzo.”
El caso de Manaos
Los brasileños esperaban haber vivido lo peor de la pandemia durante el año pasado. Manaos, capital del estado norteño de Amazonas, sufrió un brote tan severo en abril y mayo que los científicos se preguntaban si la ciudad entera no habría alcanzado ya la inmunidad de rebaño.
Pero después, en septiembre, los casos en el estado empezaron a crecer, causando perplejidad en las autoridades sanitarias. El intento del gobernador de Amazonas, Wilson Lima, de imponer una nueva cuarentena antes de las Fiestas fue resistido duramente por los comerciantes y por los principales aliados políticos del presidente Jair Bolsonaro.
Para enero, los científicos habían descubierto la nueva variante, ahora conocida como P.1., ya era preponderante en todo el estado. Y en pocas semanas, el peligro que representaba se hizo evidente: los hospitales de Manaos se quedaron sin oxígeno en medio de una oleada de pacientes, y muchos murieron boqueando por falta de aire.
Al doctor Antonio Souza lo siguen atormentando las caras horrorizadas de sus colegas y de los familiares de los pacientes cuando se iban enterando de que las reservas de oxígeno del hospital se habían agotado. Piensa en el paciente al que sedó, para evitarle una agonía de muerte, cuando se agotó el oxígeno en otra clínica.
“Nadie debería enfrentar nunca una decisión así”, dice Souza. “Es demasiado terrible.”
A principios de este año, la enfermera Maris Glaudimar, también de Manaos, se sentía atrapada en una pesadilla sin salida ni final. En su trabajo, los pacientes y sus familias rogaban por oxígeno y las unidas de terapia intensiva estaban colmadas. Y en su casa, su hijo contrajo tuberculosis después de tener Covid-19 y su esposo perdió 10 kilos luchando contra el virus.
“Nadie estaba preparado para esto”, dice Glaudimar. “Era una película de terror”.
Desde entonces, en el estado de Amazonas la crisis del coronavirus parece haberse aplacado un poco, pero está empeorando en la mayor parte de Brasil.
Nueva variante
Los científicos se desvelan por entender mejor las nuevas variantes y el modo en que se esparcen por el país. Pero la limitación de los recursos de testeo y rastreo no les permiten determinar el rol que están teniendo esas versiones del virus.
Anderson Brito, virólogo brasilero de la Universidad de Yale, dice que solamente en su laboratorio han secuenciado a casi la mitad de todos los genomas de coronavirus que pululan en Brasil. Mientras que Estados Unidos ha secuenciado el genoma de alrededor de 1 cada 200 casos confirmados, la secuenciación en Brasil es de 1 cada 3000 casos.
La variante se está propagando a toda velocidad. Para fines de enero, un estudio de investigadores del gobierno descubrió que la nueva variante estaba presente en el 91% de las muestras secuenciadas en el estado de Amazonas. Para fines de febrero, los funcionarios de salud habían informado casos de la variante P.1 en 21 de 26 estados brasileños, pero sin más testeos es difícil evaluar su prevalencia.
A lo largo de la pandemia, los investigadores han dicho que las reinfecciones de Covid-19 parecen ser extremadamente inusuales, lo que hizo que muchos recuperados asumieran tener inmunidad, al menos por un tiempo. Pero eso fue antes de la aparición de la P.1 y de que los médicos y enfermeras empezaran a notar algo extraño.
João Alho, médico de Santarém, una ciudad de Amazonas, dice que varios colegas que se recuperaron de Covid-19 hace meses volvieron a enfermarse. Juliana Cunha, una enfermera de Río de Janeiro que ha estado trabajando en los centros de pruebas de Covid-19, dijo que asumió que estaba a salvo después de contraer el virus en junio pasado. Pero en noviembre, después de experimentar síntomas leves, dio positivo nuevamente.
“No lo podía creer”, dice Cunha, de 23 años. “Deben ser las variantes”.
Pero no hay forma de estar seguros de lo que está pasando con las personas que se reinfectan, a menos que se conserven, secuencien genéticamente y comparen sus antiguas muestras de sangre con las nuevas.
Vacunación
Una forma de frenar el aumento sería a través de las vacunas, pero la inoculación en Brasil, como en tantos países, es lenta.
Brasil empezó a vacunar a grupos prioritarios, incluidos los profesionales de la salud y los ancianos, a fines de enero. Pero el gobierno no ha logrado asegurarse una cantidad suficiente de dosis. Los países más ricos han acaparado de la mayor parte del suministro disponible, mientras que Bolsonaro siempre se mostró escéptico, tanto del impacto de la enfermedad como de las vacunas.
Hasta el martes, y según datos del Ministerio de Salud de Brasil, un poco más de 5,8 millones de brasileños —aproximadamente el 2,6% de la población—, habían recibido al menos una dosis de la vacuna para el Covid-19. Solo alrededor de 1,5 millones habían recibido ambas dosis. El país utiliza actualmente la CoronaVac, la vacuna de fabricación china, que en pruebas de laboratorio demostró ser menos eficaz contra la P.1 que contra otras variantes. También está aplicando la vacuna fabricada por la compañía farmacéutica británico-sueca AstraZeneca.
Margareth Dalcolmo, neumonóloga de la Fiocruz, un destacado centro de investigación científica, dice Brasil no montó una sólida campaña de vacunación, dejando así preparado el escenario para la crisis actual.
“Deberíamos vacunar a más de un millón de personas por día”, dice DalColmo. “Esa es la verdad. Y no lo estamos haciendo, no porque no sepamos cómo, sino porque no alcanzan las vacunas.”
El ministro de Salud brasilero, Eduardo Pazuello, quien calificó la variante como una “nueva fase” de la pandemia, dijo la semana pasada que el gobierno estaba intensificando sus esfuerzos y que espera vacunar aproximadamente a la mitad de su población para junio, y al resto para fin de año.
Pero muchos brasileños tienen poca fe en un gobierno dirigido por un presidente que ha saboteado la cuarentena, ha minimizado sostenidamente la amenaza del virus y promovido remedios no probados, incluso después de que los científicos hayan confirmado que eran inútiles o incluso peligrosos.
Incluso la semana pasada, el presidente se refirió despectivamente al uso de barbijo, una de las mejores defensas para frenar los contagios, alegando que son dañinas para los niños, causando dolores de cabeza y problemas de concentración.
Fuente: lanacion.com