Macri anunció un nuevo acuerdo con el FMI, en un tácito reconocimiento del fracaso del primero, destinado a lograr “la confianza de los mercados” con un adelantamiento de los desembolsos a cambio de más ajustes. El dólar saltó igual un 8 por ciento a 34,50 pesos, a pesar de que el Central entregó otros 300 millones.
No bien el presidente Mauricio Macri terminó de reconocer, en un mensaje grabado para televisión a las 9.30 de la mañana, que existe “falta de confianza en el mercado”, la demanda de dólares catapultó el precio de la divisa al record de 34,50 pesos. El anuncio de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para que adelante los desembolsos del crédito por 50.000 millones de dólares a cambio de un mayor ajuste (admitido más tarde por el ministro Nicolás Dujovne, ver página 7) fue interpretado como una señal de debilidad del programa económico. En menos de tres horas el billete verde se encareció 2,40 pesos, en una disparada furiosa, equivalente a un incremento de 7,5 por ciento contra el peso. La noticia se destacó de inmediato en agencias de noticias y medios internacionales. A la falta de credibilidad sobre el manejo económico y político de Cambiemos se le sumó la certidumbre de que el país no tiene los dólares suficientes cubrir el agujero externo, producto de las políticas de desregulación cambiaria, financiera y comercial de los últimos dos años y medio. El Banco Central intentó al mediodía contener la trepada, cuando el dólar mayorista cotizaba a 31,60 pesos, pero los 300 millones que entregó a ese precio no calmaron la demanda de divisas. En lo que va de 2018 el dólar avanzó un impactante 82 por ciento. Las reservas ayer cayeron en 396 millones de dólares para quedar en 54.301 millones de dólares.
A última hora de la tarde, Dujovne admitió que el nuevo acuerdo contemplará una mayor reducción del gasto público el año próximo. “la meta de déficit del 1,3 por ciento del PBI, se convertirá en un techo”, dijo, aunque no brindó más detalles. En tanto, el escueto mensaje presidencial (ver aparte), enfocado a los mercados, no logró calmar la ansiedad de los hombres de negocios y tampoco los tomó por sorpresa. La excusa del contexto global para justificar la corrida cambiaria dejó hace tiempo de convencer a inversores o pequeños ahorristas. El problema, tal como quedó claro en los escasos dos minutos de spot macrista, es interno. El contexto externo no colaboró, pero la amplificación de los efectos de las tensiones financieras en otras latitudes da cuenta de las falencias de un esquema económico que solamente profundizó la restricción externa.
La reducción y eliminación de las retenciones a la exportación de cereales y oleaginosos, de manufacturas y a la minera anuló una fuente genuina de generación de dólares. En el mismo momento, se levantó toda restricción al libre ingreso y salida de capitales, lo que permitió, antes de atacar el problema estructural de la falta de dólares, la formación de activos externos (fuga). Para compensar los desequilibrios que generaba esta situación, se tomó deuda a niveles históricamente altos mientras se iba aumentando la tasa de interés para convencer a los ahorristas de apostar al peso. El resultado fue una bicicleta pedaleada por fondos extranjeros que se colocaban en pesos a tasas exorbitantes y se llevaban las ganancias convertidas en dólares al exterior. Cuando se cerró el grifo de los flujos especulativos por una mayor aversión al riesgo a nivel global y los fondos “amigos” del Ejecutivo dejaron de prestarle al país, se recurrió al FMI.
La receta que el Fondo Monetario puso como condición para prestarle al país fue un duro ajuste presupuestario para asegurar los recursos con los cuales el país pagaría el crédito que, en un primer desembolso, fue de 15.000 millones de dólares. El cuento era conocido, más allá de que el oficialismo y el blindaje mediático lo hayan promocionado como un capítulo estreno. El manejo propuesto por el organismo que conduce Christine Lagarde genera un círculo vicioso. El ajuste para asegurar el repago de la deuda provoca recesión y hace caer la recaudación. El déficit aumenta y requiere mayor ajuste y más deuda para pagar vencimientos, y así sucesivamente hasta llegar a una situación de insolvencia o crisis no sólo financiera, sino también social y económica. Esto no era difícil de ver para inversores avezados o para el ahorrista común, que esta historia ya la vivieron en la crisis de 2001-2002.
Macri confirmó ayer que se va en ese camino y que el círculo cerró su primera vuelta y ahora el Gobierno pretende más fondos. La respuesta en la plaza cambiaria fue inmediata. En el mercado mayorista, donde compran y venden bancos y empresas por montos superiores al millón de dólares, la escalada en el precio se acentuó y cerró en 33,80 pesos, lo que representa un incremento de 2,45 pesos en una sola rueda, lo que equivale a una diferencia de 8 por ciento. Al mediodía el Banco Central, manejado por el financista Luis Caputo, licitó, al igual que los dos días anteriores, un stock de 300 millones de dólares. La diferencia fue que esta vez se los sacaron de la mano. “El precio promedio de corte se ubicó en 31,6396 (pesos), siendo el mínimo precio adjudicado de 31,605 (pesos)”, comunicó la autoridad monetaria.
El traslado al precio minorista fue instantáneo, aunque, como es habitual en una corrida de tal magnitud, establecer un sendero es más difícil porque la disparada fue caótica. Las pantallas de las casas de cambio y bancos del microcentro porteño se actualizaban constantemente y al cierre de la jornada se exhibieron algunas paradojas. El propio Banco Nación fijó el precio del dólar en 34,50 pesos, dos centavos por encima del promedio de las entidades privadas, donde pivoteó en 34,48 pesos.