Hay un meme con el que Analía F. se siente muy identificada. Es la escena en la que uno de los protagonistas de la película The Hangover (Qué pasó ayer) calcula números en el casino. Y la leyenda dice: “Yo haciendo cuentas para ganarle a la inflación en marzo”.
Analía tiene 41 años, vive en Vicente López, trabaja en el área de ventas de una empresa y es madre de tres hijos, dos en primaria y una en secundaria. A días de que comiencen las clases, las listas de las cosas por comprar la agobian, pero más la preocupan los gastos mensuales que deberá afrontar a lo largo de todo el año. En una reunión de padres que tuvo hace unos días, surgió ese gran tabú: la cuota, que a fines de 2023 salió del cono del “de eso no se habla”, cuando circularon chats con capturas de excels en los que las familias consignaban cuánto estaban pagando, indica La Nación.
Pocos días antes de la reunión, le había llegado un mail con un nuevo aumento, del 20%, por encima de lo informado en octubre para marzo. “Me llamó la atención que no estalló el chat como en otros momentos. Es como que ya estamos anestesiados con los aumentos. En octubre estaba todo más en carne viva. Igual, no fueron muchos los que se fueron. En el curso de la más grande, se fueron dos y en el de los más chicos, uno en cada uno. Ahora, creo que la mayoría tenemos la gran incógnita de cómo vamos a hacer para pagar todo lo que se nos viene”, dice Analía.
El relato de Analía refleja la situación de miles de padres que por estos días enfrentan la vuelta a clases con más preguntas que respuestas, y con todo tipo de estrategias para lograr sostener la escolaridad de sus hijos en establecimientos privados. Según un informe de la consultora Focus Market, el rubro cuota de colegios fue uno de los que más subió en el último año: hoy una familia paga en promedio tres veces lo que pagaba hace un año y siete veces más de lo que pagaba en 2022.
Las autoridades dicen que no hubo una masiva migración de escuelas privadas a públicas como la situación hacía prever. Sí, en cambio, se registró un aumento de la morosidad: en el 20% de los colegios, los padres adeudan cuotas, algo que complica a las escuelas, que ya arrastran una enorme crisis de años anteriores. Además, en el nivel inicial se nota una baja del 15% en las nuevas inscripciones.
Los números que circularon durante los últimos meses de 2023, durante la llamada “rebelión de los padres”, erizaron la piel de más de un directivo. Las instituciones no suelen difundir los montos de las cuotas por temas de seguridad, para evitar comparaciones o bien para que ninguna familia se sienta expuesta. Lo cierto es que ni entrando a las páginas web ni llamando por teléfono, hoy se pueden obtener los valores abiertamente.
Algunos establecimientos advirtieron que después de que se exhibieran esas cifras aumentaron los hechos de inseguridad contra los alumnos y otros expresaron la incomodidad de muchas familias que no querían transparentar cuánto pagaban. Es que, justamente, se trataba de los colegios más exclusivos, con cuotas cercanas al millón de pesos.
“En el colegio al que van mis hijos, en zona norte, en 2022 pagábamos una cuota de 150.000 pesos. Terminamos pagando por cada uno 420.000 y en marzo serán casi 900.000 pesos. Con tres hijos, son 2,6 millones al mes, eso sin el comedor”, ilustra Michael.
“Mi marido y yo somos profesionales y estamos preocupados por la continuidad que le podamos dar a la escolaridad de nuestra hija”, asegura María Emilia Z, una madre de Belgrano que en octubre comenzó a evaluar otras opciones cuando la cuota pasó a ser de más de 500.000 pesos. “Nuestra hija vivió muy apenada todo lo que ocurrió el año pasado, la incertidumbre de tal vez no seguir con sus amigos. Pensamos esperar este año a ver qué pasa y recortar en todas las otras cosas que podamos”, comenta.
Cambio de colegio, la última opción
Los especialistas en consumo explican que la decisión de cambiar a los hijos de escuela es la última alternativa y que es una de las que más se demora, sobre todo porque implica un cambio de proyecto más a largo plazo, y que esa podría ser la razón por la que las escuelas privadas no perdieron tantos estudiantes como se podía proyectar.
En este contexto, hay padres que salieron a buscar otro trabajo para poder pagar las cuotas y familias que decidieron tocar ahorros hasta que la situación se estabilice. Otros, los menos, optaron por un cambio de colegio, por otro más accesible, pero dentro de las ofertas del sistema privado. Si bien la mayoría mantuvo a sus hijos en los mismos establecimientos, no saben si a mitad de año van a tener que buscar alternativas.
“El gasto es enorme. Solo para armar las mochilas y los uniformes este año me gasté casi todo el aguinaldo. Y los libros los había comprado en noviembre, porque las madres se organizaron para hacer compras colectivas y ganarle un poco a la inflación”, cuenta Mariana F., 38 años, que trabaja como empleada administrativa de una prepaga, vive en Villa Crespo y tiene dos hijos, de 8 y 15 años.
En 2023, ella y su marido evaluaron qué hacer ante los sucesivos aumentos. Cuando los chicos escucharon que tal vez los iban a cambiar de escuela, se angustiaron tanto que él, que es docente de Química, decidió inscribirse en una aplicación como chofer. Por las tardes, cuando vuelve del colegio donde da clases, trabaja algunas horas más y separa ese dinero para la educación de sus hijos. “Es la estrategia que encontramos, porque con recortar gastos ya no alcanzaba”, cuenta su esposa.
En la reunión previa al inicio de clases, en el grado del menor, relata, una mamá preguntó por qué volvían a subir las cuotas. “Entonces se nos explicó lo del aumento docente de enero… no sé. Tiene lógica, lo que se salió de la lógica es lo que salen los colegios en relación a los salarios. Pero pasa lo mismo cuando vas al supermercado. Nada tiene relación con nada. Nosotros recortamos un montón de cosas. Este año, hicimos unas vacaciones muy gasoleras y bajamos gastos en salidas, dejamos de salir a comer afuera. Pero, aunque nos planteamos un cambio de colegio, finalmente desistimos. No es tan fácil, todo está tan volátil que sentimos que era difícil para los chicos sacarlos de su entorno”, señala Mariana.
Puesto en contexto, una familia de clase media necesita cerca de 1.297.000 pesos mensuales para pagar la canasta básica de servicios (alquiler, transporte, luz, gas, internet, colegios, prepagas, etcétera) sin contar alimentos, según el informe de Focus Market. Los colegios son el tercer rubro de mayor gasto. Significan unos $145.000 en promedio, claro que estos valores casi se limitan a la cuota de dos hijos en algún colegio parroquial de jornada simple. En cambio, los colegios bilingües tienen valores entre los 300.000 y los 900.000 pesos mensuales. Y algunos ya comunicaron aumentos para la primera cuota por encima del 30%.
“Las familias están viviendo con mucha angustia estos aumentos y llegar a la decisión de sacar a un hijo de la escuela se vive con un sentimiento de pérdida, de desarraigo. Quizás por eso, es de las últimas cosas que se recortan y se desarrollan todo tipo de estrategias para enfrentarlos: desde conseguir un trabajo adicional, recortar todo lo demás e incluso buscar alguna opción más accesible para el más chico que recién empieza su escolaridad. Porque un cambio de escuela y de barrio también impacta sobre toda la logística familiar, que ya está sobrecargada al límite”, plantea Damián Di Pace, director de Focus Market.
Cuando se establece la proporción de cuánto representan las cuotas del colegio del presupuesto familiar, el número es similar o incluso levemente inferior a lo que se gastaba el año pasado, cuando las cuotas de colegio implicaban unos $55.000, que eran un 12,4% del presupuesto de la canasta básica de servicios. Hoy representan el 11,2%.
La consultora Moiguer analizó en qué ajusta la clase media: recortar salidas, acortar vacaciones, comprar segundas marcas y pasar a otra prepaga aparecen entre los comportamientos más frecuentes. No se registra todavía tan marcadamente el cambio de escuela de los hijos, una decisión que queda latente, si se sigue profundizando la caída del poder adquisitivo frente a la inflación.
El Ministerio de Educación porteño y la Dirección General de Escuelas bonaerenses coincidieron en que fueron muchas las consultas, pero no tantos los pases efectivos, aunque los números precisos se podrán conocer después de marzo.
Jardines de infantes en crisis
En el país hay unas 14.000 escuelas privadas, de ellas, 10.000 cuentan con aporte estatal. De las que no, unas 2000 corresponden a los segmentos más acomodados, ABC1, con cuotas que en promedio rondan los 500.000 pesos. Otras 2000 no tienen subvención y son las más complicadas: con valores mensuales moderados, registran un índice de morosidad del 40%.
Tanto desde las escuelas como desde los organismos oficiales aseguran que si bien no hubo migraciones masivas de colegios, sí hubo cierta movilidad de establecimientos más costosos a otros con una cuota más accesible, o de colegios sin subvención a colegios subvencionados. “Pero no fue en los segmentos más altos sino en los medios”, señala Martín Zurita, secretario ejecutivo de la Asociación de Instituciones Educativas de la Provincia de Buenos Aires (Aiepba) y presidente de la Junta Nacional de Educaciones Educativas (Junep). “Donde sí notamos una baja importante, en línea con lo que venía pasando, es en el nivel inicial, donde el ingreso bajó un 15% en las inscripciones”, completa.
La caída en los ingresos de alumnos para el nivel inicial tiene que ver con que hay menos nacimientos y con que los chicos se escolarizan más tarde, pero también con razones económicas. Este fenómeno explica en parte por qué varios jardines de infantes de la ciudad de Buenos Aires durante 2023. Incluso colegios tradicionales no mixtos anunciaron en los últimos años la incorporación de varones o mujeres progresivamente desde el ciclo inicial. Además de ser una medida que apunta a aggiornarse a los tiempos que corren, responde a una estrategia de elevar la inscripción de nuevos alumnos, que viene en declive. De hecho, hoy no es tan complejo conseguir vacantes en colegios que en otras épocas eran figuritas difíciles a los que las madres acudían embarazadas para anotar a sus hijos en lista de espera.
Cuando no cierra la ecuación
“Para nosotros fue difícil tomar la decisión, sobre todo porque primero elegimos la escuela y después compramos la casa para estar cerca”, cuentan Carlos y Natalia Calza, padres de Catalina, de 7 años, y de Alejo, de 5. En septiembre, cuando recibieron el acuerdo escolar y la matrícula, quedaron sin palabras. La cuota que pagaban en un colegio bilingüe de Olivos se iba al doble. Natalia es partera y Carlos tiene una pyme. Era la primera vez que tenían que evaluar un ajuste en la educación de sus hijos.
“Mandamos la carta que muchos padres de distintos colegios enviaron a los suyos, pero no tuvimos respuesta. Nos convocaron a una reunión, donde nos mostraron los números del colegio y nos dijeron que no nos querían perder como familia. Pero en la práctica, solo nos ofrecieron un 5% de descuento en la matrícula. O sea, nada”, relata Natalia.
“Cuando te encontrás ante una situación como esta, empezás a preguntarte si esa es la mejor escuela para tu hijo, o si tiene relación el servicio con la cuota. Y nos dimos cuenta que esa ecuación tampoco nos cerraba. En otros momentos, la escuela había mostrado poca flexibilidad para replantear los campamentos, que salían como una cuota más, y no nos gustó eso”, expresa Carlos.
El matrimonio empezó a evaluar distintas posibilidades. Los religiosos nunca habían sido una alternativa, pero, al tener subvención, ofrecían valores más acordes al ingreso familiar. “Así fue que optamos por un colegio católico. No estamos a dos cuadras sino a 15, no es bilingüe sino que tiene talleres de inglés por la tarde, pero cuesta la mitad”, describe Natalia.
Los números son elocuentes: la cuota de su hija, en segundo grado, a fin de año era de $135.000. Pero para marzo se iba a $268.000. Esto multiplicado por dos ya que Alejo empieza la primaria. En cambio, en el establecimiento religioso, con el 60% de subvención, la mensualidad por cada uno es de 90.000 pesos, más 25.000 pesos por los talleres de inglés a la tarde.
“No es sencillo tomar la decisión, pero lo importante es poder dar el paso en el momento en que uno siente que hay que darlo. Y acompañar a los hijos, no vivirlo como una pérdida sino como un cambio, que lo nuevo puede ser tan bueno o mejor”, subraya Carlos.
Cambio de época
“Hubo mucha averiguación, muchas consultas pero los pases no son tantos. Fue un año muy difícil y, a pesar de todo, no fueron tantas las familias que se fueron por motivos económicos. Unas cinco en total sobre más de 500 alumnos. Nosotros tenemos un sistema de becas, pero no siempre resulta viable”, explica Constanza Díaz, representante legal del colegio laico y bilingüe San Joaquín, de Villa Ballester.
La crisis que atraviesan las instituciones educativas obedece a diversos factores y la realidad económica del país, por supuesto, la potencia. “Desde 2019, los colegios vienen perdiendo rentabilidad. Por cada admisión, antes llegaba una familia y entraban los hermanitos. Hoy tenemos mayoría de hijos únicos. No es solo una cuestión económica, estamos atravesando un cambio cultural muy profundo. Que los padres se autoconvoquen, que firmen cartas…eso no existía antes. Lo que vivimos a fin de año fue un terreno desconocido. Recibimos a todos. Era muy difícil hacer una previsión de inflación que ni el Gobierno tenía. Hoy no viene nadie a quejarse, deben estar pensando que nos quedamos cortos. Y es cierto, nos quedamos cortos con los aumentos”, resume Díaz.
Entre los mitos que cree necesario derribar, la directiva plantea: “El punto es que no es mala palabra decir que un colegio tiene que ser rentable para ser viable. Esto de que somos el enemigo de la escuela argentina porque subimos la cuota… no es así. Los padres no tienen el mismo planteo cuando van al supermercado”.