El presidente de la Unión Argentina de Entidades de Salud analizó la propagación del coronavirus en el país y enfatizó en la necesidad de que el sistema privado se involucre en las decisiones futuras.
Frente a la brutal propagación del coronavirus en el mundo y los 97 casos confirmados en la Argentina, el futuro continúa siendo una incógnita para los especialistas en salud y las autoridades del gobierno nacional. A pesar de las medidas adoptadas en los últimos días, los interrogantes se multiplican: ¿está el sistema argentino capacitado para una masiva multiplicación de infectados locales? ¿Se alcanzarán en el país cifras similares a las de Italia o España?
Claudio Belocopitt, presidente de la Unión Argentina de Entidades de Salud (UAS), analizó dicho contexto y cuestionó al Poder Ejecutivo por no haber sentado en la mesa de diálogo al sistema de salud privado. “No hemos tenido la posibilidad de trabajar en un esquema de articulación como tienen que ser público/privada. Es difícil en un momento sensible y complicado… Yo no quiero generar diferencias ni problemas, es un momento para sumar. Acá, aquel que esté pensando en hacer política o aquel que esté pensando en hacer un negocio, en un momento de una gravedad extrema, de una crisis de una profundidad terrible, primero es un estúpido y segundo es un reverendo hijo de puta”.
El empresario agregó: “Nosotros somos actores protagónicos pero no somos directores del teatro de operaciones. Esto es una guerra. Lo que la gente tiene que entender es que es una guerra, de características diferentes, pero una guerra. Los recursos deben estar unificados y mancomunados en conjunto. El sistema de salud lo está dispuesto a hacer, sin ningún tipo de mezquindad”.
—¿A cuánta gente atienden ustedes por mes o por año?
—Yo presido la UAS. La integran todas las cámaras de salud que trabajan en la Argentina. La componen clínicas, sanatorios, centros de diagnóstico, empresas de ambulancias, hospitales de comunidad, geriátricos, empresas de odontologia. Atienden al 70% de los argentinos. De hecho hay una estadística que me pasa una cámara de emergencias médicas respecto a las derivaciones por el coronavirus: el 77% de las derivaciones fueron hechas al sistema privado.
—Todos los protocolos se han tomado sin saber la disponibilidad de camas, respiradores…
—Cualquier aparición pública que uno hace recibe insultos o golpes, nosotros queremos sumar. Te voy a dar ejemplos para que se entienda desde el planteo que el sector privado está haciendo, entre lo posible y lo que no se puede. El protocolo actual establece que cualquier paciente sospechoso (es decir, tengo fiebre y vengo de una zona de alto nivel de contagio) tiene que quedar en observación. ¿Es un estado ideal que esto suceda? Es un estado ideal. ¿Es posible? No es posible. ¿Por qué? Porque los pacientes pasan en observación tres o cuatro días, ocupan un espacio, ocupan un recurso escaso y no es posible. Los países dejan a esos pacientes en la casa, así debe ser.
—¿Por qué hay que esperar cuatro, cinco o seis días para tener resultados?
—Se decidió unificar en el Malbrán todos los estudios. ¿Es ideal que el Malbrán centralice todos los estudios? Sería lo ideal. ¿Pero es posible? No es posible.
—¿Por qué el Malbrán tarda tantos días?
—Es un cuello de botella. Si todos los estudios los estás mandando al mismo lugar, generás un cuello de botella.
—¿Eso no varía la cifra de contagiados?
—Sí, pero es tapar el sol con las manos. Los contagiados van a estar igual o no van a estar, se produzca o no se produzca la información.
—¿Cuánto demora, imaginemos que alguien tiene un kit para hacer ese test, cuánto es el tiempo real?
—Hay kits disponibles que demoran 16 horas el estudio, pero ya en el exterior hay kits que están ofreciendo y duran 15 minutos. Vamos a tener que modificar los protocolos. Voy a ir más allá, quiero dar una imagen más impactante, la gravedad de la situación si no tomamos las medidas. Si sos positivo, en la mayoría de los países del mundo, si no sos paciente de riesgo, si tenés menos de una determinada edad, también vas a tu casa. ¿Es lo ideal? Posiblemente no, pero es lo posible. Si tomás los países donde se han generado una gran cantidad de infectados, vas a ver que para esa gran cantidad de infectados no habría camas suficientes en instituciones que tienen que estar preparadas exclusivamente para recibir a los pacientes de riesgo. Si no entendemos esto vamos a enfrentarnos con un problema, que no va a haber lugar. Vamos a tener a pacientes de baja complejidad atendidos y pacientes que van a requerir una alta complejidad no atendidos.
—¿Se están haciendo en Buenos Aires y en el resto del país intervenciones quirúrgicas que no son de urgencia?
—Sí. Hay lugares que han hecho suspensiones individuales, pero el sistema privado no. Hay una autoregulación de la gente, pero en definitiva es el Estado. Es el director de operaciones, el general que tiene que bajar la instrucción precisa para decir: “Señores, a partir de este momento esto no se opera más. Todo lo que no sea urgencia no se opera más”. Esta capacidad instalada es necesaria para pacientes que tienen sus propias enfermedades, esta estructura que estaba preparada estadísticamente, tiene la cantidad de estructura que necesita para seguir atendiendo. Hay gente que tiene que entender que estas cirugías no se pueden hacer en este momento y hay que esperar. Esto es una emergencia, pero uno tiene que prepararse para lo peor; si viene lo mejor, muchísimo mejor, pero tenés que establecer normas. Otro ejemplo que me comentaban hoy y generó mucha angustia en los actores: se sacan normas respecto a las licencias de personal. El personal de salud es diferente al resto. Sería ideal que las normas de licencias sean iguales al resto, sería fantástico. ¿Es posible? No. Porque si nos quedamos sin gente, si no tenemos la estructura para atender, tenemos un problema. El sistema está en una situación límite, y requiere que todos los protocolos que se vayan tomando se hagan entendiendo la emergencia cuidando a los héroes de esta situación: enfermeros y médicos que están en la línea de batalla. Nosotros marcamos: cuidado, suceden cosas que no podemos manejar. Y todas las situaciones han recibido enormes cantidades de pedidos de licencia. Me encantaría que el sistema las pueda dar, les doy la razón a la gente, pero pregunto cómo.
—¿Licencias de un enfermero, por ejemplo?
—Si vos tenés que cuidar tus chicos se ha establecido una licencia. En todo el sistema general esto sería lo correcto. En los sistemas de salud, hay que buscar mecanismos alternativos. Tenemos un rol y lo tenemos que ejercer, estamos en una situación que tenemos que hacerlo. Tenemos que estar dispuestos a disponer nuestras organizaciones a servicio del Estado, sin mezquindades. Porque va a llegar un momento que si esto se agrava va a haber que distribuir por patología a las instituciones. No buscamos nada, sólo hacer sustentable al sistema. Se dice que buscamos un aumento de cuota, ni por asomo: buscamos sostener el sistema. Pero tiene que ser sustentable. Pero es cierto que están pasando cosas increíbles. Un barbijo para cirugía que costaba $1.90 hace 60 días, ahora cuesta $59 pesos. Estamos todavía pidiendo barbijos especiales de máxima seguridad, que costaba $85, ahora cuesta $270. Estamos todavía con derechos de importación. Señores: salgan del estado burócrata que tiene el Estado per se y entiendan que tenemos un drama que resolver, porque la vamos a pasar mucho peor que si hacemos las cosas de manera eficiente.
—Si usted tuviese que hacer una comparación con lo que está ocurriendo con España e Italia, ¿la Argentina puede vivir en seis semanas vivir historias parecidas?
—Nadie sabe a ciencia cierta si esto va a ser suficiente. Lo que tenemos que prever es que no va a ser suficiente. El Estado tiene que prever que hay prepararse para lo peor. Tenemos que estar a la altura para preparar las estructuras para lo peor. Es imprescindible y digámosle a la gente cosas durísimas que van a ocurrir. Los infectados en terapia intensiva se van a morir solos, la gente no puede entrar. Y hay que explicárselos. No puede aparecer un recepcionista o un médico a pelearse con la familia y decirle: “No podés entrar”. Y no puede entrar. Esto así, va a suceder y está sucediendo hoy. La gente tiene que estar preparada y no puede ir a gritarle a una recepción, o a un lugar y gritarle: “Flaco yo vengo acá, pago la cuota y quiero entrar”. No se puede por la seguridad de esa familia, y esto va a pasar. Tenemos que entender que es una situación limite. No pensar mal, no pensar si Belocopitt está buscando guita, si la obra social quiere hacer tal cosa si estamos en contra o a favor de los trabajadores. Estamos todos en el mismo barco, tenemos que empujar desde la misma posición. Porque esto es grave, estamos diciendo la realidad. Y si somos solidarios y si lo hacemos bien tenemos más chances. Pero tenemos que saber lo que pasa.
—Es decir que hasta el momento los mensajes fueron demasiado suaves, tibios, sin concepto
—Yo creo que se hace lo que se puede. Esto no es una cuestión mía, lo comparto con compañeros de comisión, yo no planteo una locura o pensamiento personal. Esto se tiene que encarar de otra forma. Que es necesario que el Presidente entienda que vamos a darle todo. Todo lo que haga falta. Pero tenemos que trabajar en conjunto, esto es una guerra, tenemos que trabajar todos en conjunto. No puede haber especulación. Estamos acá, esto es lo que nosotros vemos, acá sabemos que por acá va a colapsar. Pero es el Estado el que tiene que dar las normas. Es muy probable que las habitaciones que son individuales tengan que transformarse en habitaciones dobles si faltan camas. La gente lo tiene que saber, esto es una guerra. Estamos preparándonos con todas las alternativas, evaluando cuál es la máxima cantidad de respuestas que vamos a poder dar. Ojalá que lo estemos sobredimensionando. Ojalá.
—¿Cuál es un número hipotético de casos de coronavirus que se pueden atender al mismo tiempo?
—Es muy relativo porque hay que determinar… El 80% no requieren atención, entonces necesitamos que se vayan a la casa; y del 20% restante, un 15% van a tener que tener una atención intermedia y un 5% van a tener que tener una atención grave. Esto depende de los contagiados que haya. Hay una gran dispersión sobre la cantidad de camas disponibles en el sistema, nadie lo puede decir con claridad y de eso va a depender la gente al mismo tiempo. Pero tenemos que tener en cuenta una cosa: la capacidad instalada del sistema sanitario argentino funciona al 80%/85% promedio de su capacidad estandarizada en el año para atender las patologías que tenemos. Querría decir que si no achicamos lo que estaría sobreatendiéndose, quedaría sólo el 15% y eso sería un gran problema. Entonces, hay que trabajar en ver la forma de aumentar esa capacidad instalada. Por ejemplo, en aquellos lugares donde se pueda discutir si las habitaciones se pueden hacer individuales o dobles (normas que tienen que determinar los infectólogos y el Estado nacional), ver dónde podemos transformar consultorios en habitaciones y analizar la capacidad de disminuir las cosas que podrían pasar para que una vez que pase la pandemia poder ejercer la menor presión sobre el sistema de salud. Pero todo tiene un límite, de hecho lo estás viendo en Italia, que lo que está ocurriendo parece una película de terror, y la capacidad instalada está sobrepasada. Tenemos que desear que eso no ocurra pero nos tenemos que preparar como si fuese a ocurrir.
—¿Usted cree que la población tomó conciencia real de lo grave que es lo que se empieza a vivir y lo que probablemente se va a vivir?
—Creo que la población comienza a tomar conciencia más de lo que todos esperaban respecto a las cuarentenas, inclusive los jóvenes están teniendo más conciencia. Creo que lo que la gente tiene que terminar de entender y esto lo tuve mucho con conversaciones con médicos, y lo entiendo porque es una cuestión propia del ser humano, es que tenemos que ser muy solidarios. Es decir, toda esa gente que está sana, joven y obviamente tiene la angustia de contagiarse, tiene que entender que nos tenemos que preocupar por los mayores, por lo pacientes de riesgo porque ahí está el verdadero problema. En muchos momentos de mis entrevistas decía que la gente se acordaba del sistema de salud en dos oportunidades al año: cuando perdían la salud y cuando brindaban el 31 de diciembre. Y después no era un problema, nunca estuvo entre los problemas principales de la política. Hoy estoy seguro que es la máxima preocupación que todos tenemos. Pero la gente tiene que tener la conciencia de entender que yo me puedo quedar con fiebre en mi casa porque no pasa nada, porque así lo dice el protocolo, no lo invento yo. Tengo que evitar no contagiar y si contagio a una persona que tenga riesgo, para esa persona va a ser muy complicada porque el índice de mortalidad en ese caso llega al 15 por ciento; y tengo entender y tomar plena conciencia que la situación desde el punto epidemiológico es muy grave. Y es grave fundamentalmente porque necesitamos que el sistema de salud esté en las mejores condiciones para poder atender a sus pacientes. Para eso la única clave por la que se pide que el nivel de contagia disminuya, para que las instituciones tengan capacidad de atender los pacientes graves. Para eso todos los protocolos del sistema de salud tienen que estar destinados a agilizar esa situación, a provocar que no haya recursos en cosas, como está ocurriendo hoy en día con pacientes que se van a su casa después de tres o cuatro días, sin absolutamente nada en un recurso que es escaso.
—¿Hace cuantos años está en el mundo de la salud?
—30 años.
—¿Y alguna vez le tocó vivir algo parecido o semejante a esto?
—Ni por aproximación.
—¿Dónde está lo diferente?
—Bueno, principalmente para que se entienda, ¿no? Todos los sistemas del salud del mundo, todos están preparados en función a una estadística. A una estadística de nacimientos, de enfermedades coronarias, oncológicas. Así funcionan los sistemas de salud en el mundo. No se preparan para una cuestión que genera una masividad de atención como es una pandemia. Esta es la marca y la vital primera diferencia que tenemos. Cuando se habla de amesetar la curva del crecimiento de contagio. ¿Cuál es la principal causa? La principal causa es que los sistemas de salud tengan la máxima capacidad posible de atender los efectos que esto genere. Porque si no, no hay capacidad de atención. Porque empiezan a faltar los recursos, empiezan a faltar las camas, los respiradores, los profesionales, las enfermeras… No hay posibilidad de hacer frente a un aluvión. Ese es el concepto básico que se establece para decir “achatemos la curva”. Analizar en qué condiciones va a estar el sistema de salud y cuál es su capacidad para atender cuando se viene el gran problema.
—Imagino que para eso hace falta información. Usted preside una agrupación donde están incluidas las cámaras de todo el país de la salud…
—Así es.
—Imaginemos que el Presidente ya vio todo esto, pero usted le quiere decir algo más, porque él es el que dirige esta batalla…
—Él tiene que saber que nosotros estamos con la Argentina, que todo lo que armamos como empresarios a lo largo de los últimos 30 años es de él; que disponga él como le parezca todos estos recursos, pero que dirija -con mano férrea, dura y como se tiene que hacer en estos casos de extrema gravedad- cómo vamos a manejar los recursos que tenemos. Porque son los recursos que tenemos, no hay otros.
—¿No hay tiempo para comprar nada ya?
No hay tiempo. Escuché planteos: “voy a armar hospitales” y todo eso te va a llevar 60 días. Quiero que entendamos la velocidad con los que se han dado los acontecimientos. Desde pensar que el coronavirus no iba a ser un problema para la Argentina a que Argentina esté absolutamente cerrada pasaron 10 días. No tenemos capacidad y nadie tiene la menor idea de cuál es la velocidad. Entonces, lo que tenemos es lo que tenemos y tenemos que usarlo de la mejor manera posible. Y que la población y la política tenga en claro: esto no tiene ninguna mezquindad. Soy el primero que me corro del costado y dejo todo en manejo de quien corresponda si yo no lo hago bien o no estoy a la altura de las circunstancias. No hay especulación, solamente hay un intento de salvar la mayor cantidad de vidas posibles.