Luis Novaresio, Beatriz Sarlo, Juan Andrés Fraire, Ricardo Teijeiro, Laura Rothberg y Elvecia Trigo señalan qué ocurrió en el país durante los primeros 30 días de aislamiento social, preventivo y obligatorio.
A las 00:01 horas del viernes 20 de marzo comenzaba en Argentina la cuarentena decretada por Alberto Fernández. La medida buscaba aplanar la curva de contagios, evitando un pico que desbordara el sistema de salud, y ganar tiempo para acondicionar hospitales, salas de internación y espacios para el confinamiento de pacientes con Covid-19. Especialistas de diferentes ámbitos evalúan qué ocurrió durante estas 30 jornadas. Entonces, había 128 casos positivos y 3 muertos a causa del virus. Hoy, el registro contabiliza 3.031 positivos, entre los que se contabilizan 145 fallecidos y 840 recuperados.
Luis Novaresio: ¿Es a todo o nada la cuarentena?
“Alberto Fernández recibió providencialmente la tragedia del coronavirus y eso le permitió empezar su gobierno”. La frase le pertenece a Jorge Asís y cuando fue pronunciada por televisión, en Animales sueltos, le valió al periodista innumerables reproches (y hasta insultos), acusándolo de querer hacer creer que no respetaba las muertes por Covid-19. Sin embargo, el autor de Flores robadas en los jardines de Quilmes tuvo razón.
El actual primer magistrado se puso el país al hombro ante la emergencia sanitaria, desplegó su capacidad de hacer política y consolidó su imagen personal y de poder. Desde el día de su asunción cabildeaba para despegarse de la idea de una presidencia bicéfala con Cristina Kirchner, un modelo que quería complacer a los K ortodoxos y a los desencantados del PRO moderados, y asistía como un bombero urgente para mitigar el incendio dejado por Mauricio Macri. Fernández se hizo Fernández cuando tomó por las astas el toro desbocado por el virus chino.
Nadie podrá quitarle el mérito de haber constituido un equipo de médicos notables que lo asesoran. No hay fisuras en su decisión “sanitarista” de declarar la cuarentena, cerrar fronteras y restringir libertades individuales como modo de aplicación de la única medicina concreta que hay contra el mal: quedarse en casa. Lo hizo bien.
A un mes de esa decisión, la pregunta es si debe seguir haciéndolo tan solo. El gobierno español o el italiano consultan a sus Parlamentos para extender la cuarentena y ver de qué modo deben hacerlo. El Congreso argentino está clausurado. La presidenta del Senado cerró sus puertas, sin dar la menor explicación. El presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, sobreactúa reuniones virtuales, pero sin una solo sesión del pleno. ¿Por qué el Presidente trabaja y el Poder Legislativo no? Inexplicable. ¿Y la Justicia? Haciendo honor a sus resabios monárquicos, cerró los Tribunales y apenas si deja una rendija para algunos casos excepcionales, a gusto y paladar de un par de jueces. Ni hablar de la oposición, que resume su actividad en charlas por Zoom o por teléfono. Pobreza llamativa, si no patetismo.
Esto hace que se produzca una concentración de poder preocupante en manos del Presidente. Preocupa no porque se dude de la buena intención de Fernández, sino porque la concentración de poder siempre, pero siempre, horada la división de poderes y la escena democrática. ¿Es a todo o nada la cuarentena? La crisis económica evidente que desencadena, ¿no merece escuchar otras voces?
El fin noble de cuidarnos de la pandemia no puede atropellar las normas del Estado de Derecho. Quizá la prohibición capitalina –ahora maquillada por el mejor ministro de Salud que se conoce, Fernan Quirós– de impedir a los mayores de 70 años salir a la calle sea el más expreso ejemplo. Se dice que no dejarlos moverse es para cuidarlos. ¿Hay un agravio mayor para el cuerpo y la psiquis de un adulto? ¿Piensan prohibir las chocolaterías para cuidar a los diabéticos o los autos para que no haya accidentes? Cosas que se aprenden en una tragedia inesperada: no hay gobernantes providenciales que deban sumar todo el poder, ni en casos extremos.
Impacta, sin embargo, la reacción ciudadana. En líneas generales, el cumplimiento de las restricciones es bueno. Incluso en sectores de carencias tan tremendas como el Conurbano bonaerense. ¿Hasta cuándo será así? Porque el bolsillo apremia y el encierro agobia.
Creer que con el miedo se puede disciplinar a la gente es un error. Eso explican los psiquiatras y los psicólogos sociales. El miedo inmoviliza al comienzo. Luego funciona como un obstáculo para ser saltado. Estamos en el momento bisagra para tomar buenas decisiones.
Juan Andrés Fraire: Opinión en función de datos
Al principio hacía gráficos, comparando lo que ocurría en Argentina con los números de otros países. Me di cuenta de que tienen un valor tremendo para mucha gente, porque resumen gran cantidad de información de una manera “objetiva”, aunque siempre implican un recorte de la realidad. Está bueno que cada uno pueda elaborar su opinión en función de datos. Necesitamos que los datos se publiquen de forma clara y sistemática, para poder comparar el progreso. Queremos que haya más transparencia.
Pienso que un dato clave, especialmente en el marco de la polémica por los tests, tiene que ver con el porcentaje de positividad: la cantidad de casos positivos en relación a las pruebas realizadas. Por consenso internacional, ese porcentaje no debería superar el 10%, ya que eso indicaría que se está sub-diagnosticando. En estos últimos días estamos por debajo de ese número, aunque estuvimos muy por encima durante varias jornadas. Luego hubo una reacción del Ministerio de Salud y una redefinición de “caso sospechoso”.
Pero este mes ocurrió algo más. La sociedad se está informando mucho y ésa es una ventaja para enfrentar este tipo de desafíos: tratar de entender y aprender qué se mide, por qué. Mirando el crecimiento de casos en Argentina, es evidente que el confinamiento surtió efecto: la tasa de nuevos casos está entre 80 y 160. Eso contrasta con países que tuvieron un crecimiento exponencial de casos. Hoy no hay dudas: en función de los números que estamos viendo, la cuarentena es algo necesario.
Beatriz Sarlo: Lo siempre igual
Estamos hartos de la pandemia. Ya se ha dicho todo, y la sensibilidad no puede encontrar nuevas metáforas quejumbrosas o terroríficas, ni esos rebusques cotidianos que encendían la imaginación las primeras semanas. Lo único que nos vuelve a la realidad es la muerte de alguien, conocido o desconocido. La muerte ha pasado a ser el suelo que sostiene nuestras nociones del presente y del futuro. Nuestra metafísica se reduce a dos preguntas: ¿Cómo evitar mi muerte? ¿Cómo llorar la de mi amigo?
Quizá la pandemia en los medios sea eso: la monótona repetición de lo siempre igual.
Sólo durante la dictadura militar hubo experiencias colectivas comparables. También entonces la muerte podía llegar en cualquier momento y, muchas veces, caerle a cualquiera al voleo. El recuerdo angustia, entristece y también indigna. Se discute sobre ese pasado. Pero algo así, esta amenaza probable pero no segura, a miles ya les sucedió una vez. ¿Ésta es la segunda? Hay dos diferencias. La primera es que en aquellos años setenta, los agresores eran humanos que se ensañaban con humanos. La segunda es que los medios de comunicación callaban sobre lo que estaba sucediendo y apenas algún cadáver encontrado al borde de una carretera o algún camión lleno de cuerpos lograban pasar a ser noticia de tercera página. Hoy los medios hablan. Y se nos plantea una cuestión inversa. En el transcurso de estos días, muchos pueden haber deseado que cambien de tema, que no insistan con las cifras, ni con los cuidados o las recomendaciones, que no acentúen, como si fuera novedad, lo que ya se sabe, porque minutos antes los mismos medios lo comunicaron con reiterativa eficacia.
Quizá la pandemia en los medios sea eso: la monótona repetición de lo siempre igual. Y probablemente, lo siempre igual que nos atrae cuando creemos necesitarlo, nos ahoga de angustia cuando esperamos justamente que termine. Nada hay más insoportable que no poder medir el tiempo. Embarcados en un viaje que tuvo un comienzo, sea cual sea el día de enero, de febrero o de marzo, desconocemos la duración del trayecto. Cuando se desconoce la duración, el tiempo amenaza con ser infinito. Sabemos que ese infinito no es probable, pero de todas formas lo tememos.
Laura Rothberg: Un femicidio cada 32 horas
El total de femicidios desde el 20 de marzo al 12 de abril fue de dieciocho. Catorce de ellos fueron femicidios íntimos a mujeres y otros cuatro, vinculados. Tomamos la decisión de llevar el registro de la cuarentena de acuerdo a los cortes de la misma, para poder analizar en un período similar los datos y tener el número más preciso posible. De ese modo, en el primer tramo, del 20 al 31/3, registramos 8 femicidios. Y en el segundo tramo, del 1º al 12/4, registramos 10 femicidios. Ahora el próximo corte de datos lo vamos a sacar el 26/4.
A un mes del aislamiento social, preventivo y obligatorio, se produjo un femicidio cada 32 horas. Respecto del vínculo de la víctima con el agresor, el 45 por ciento de los femicidios fue cometido por la pareja, el 22 por un familiar, el 11 por una ex pareja, otro 11 por desconocidos y otro 11 por personas conocidas. De los asesinatos cometidos en este mes de cuarentena, dos casos tenían iniciadas medidas judiciales y 4 habían hecho una denuncia previa.
Acerca de las formas en las que fueron asesinadas las víctimas, el 39 por ciento fue con arma blanca, el 17 quemada, el 17 a golpes, otro 17 por asfixia y un 10 por ciento de los crímenes fueron con armas de fuego. Recordemos que el pedido de auxilio a la Línea 144 aumentó en un 40 por ciento. Puede interesarte
Ricardo Teijeiro: Cambio de conductas
Es evidente que la curva desarrolló un crecimiento gradual. Hay un promedio de entre 80 y 120 nuevos casos por día. Muy lento y esperable. Para eso se decretó el distanciamiento social. Es obvio que en el transcurso de los días vamos a empezar a tener un crecimiento de casos, que podría incluso duplicarse o triplicarse. Lo importante es que nunca haya una demanda tal que el sistema de salud no la pueda soportar.
De acá en adelante, lo que sigue es una apertura gradual del distanciamiento social. Obviamente que en ese proceso habrá medidas especiales de protección para adultos mayores o quienes tienen mayor riesgo de tener complicaciones ante una infección del virus SARS-COV-2: pacientes con dolencias crónicas o enfermos con inmunosupresiones. Siempre habrá que hacer hincapié en el distanciamiento: no estar a menos de un metro y medio, la higiene personal, el lavado de manos, el cubre boca y nariz como protección social. Sin dudas habrá un cambio de conductas hasta que finalice esta circulación viral o disminuya drásticamente. ¿Cuándo será esto? Podría ocurrir al fi nalizar el invierno.
Elvecia Trigo: lo deseado, lo posible, lo indeseable
A más de un mes de la cuarentena, hay tres formas de evaluar el estado en que llevamos el aislamiento hasta ahora: lo deseado, lo posible y lo indeseable.
Lo deseado es lo que imaginamos pero a veces resulta imposible de concretar.
Lo posible, es decir, haberse acomodado y adaptado a la nueva realidad, aceptando que es para protegernos del contagio de un virus desconocido y potencialmente mortífero.
Lo indeseable, aunque humano, es que haya angustia, claustrofobia, depresión, mal humor, pánico, miedo a la muerte de un ser querido y temor a contagiar. Hay ideas negativas que persisten una y otra vez: la ira, el desgano y la lentificación e insomnio, que ponen en riesgo nuestra salud física y emocional si las reacciones son descontroladas. Puede haber también momentos donde nos invadan el aburrimiento, una furia extrema o el deseo profundo de rebelarnos contra el aislamiento y romper la cuarentena. Es importante reconocer si uno se encuentra en alguno de estos estados de ánimo “indeseables pero humanos”. A veces es difícil darse cuenta, y para ello está bueno el intercambio con amigos y familiares, además de contar con asistencia psicológica o médica online.
Conviene tener cuidado con esos momentos o estados emocionales, que podrían poner en peligro la convivencia más o menos armoniosa lograda con gran esfuerzo y todo lo instalado en la sociedad, que ha tomado conciencia de que la forma de cuidarnos es ésta.
Además, hay que pensar que la cuarentena va a seguir y va a ser un poco más larga todavía. Lo más importante también es que no se pierda de vista el objetivo: no contagiarse y no contagiar. Además, hay que prepararse para lo que viene: la continuidad de una cuarentena, tal vez más flexible. Una nueva realidad.
Fuente: Gente