Todo lo que se edifica sobre bases débiles, es difícil que tenga asegurada la perdurabilidad. Esto generalmente ocurre en todos los órdenes de la vida. Y la política no está exceptuada. Es cierto.
Según publica diario El Chubut, cuando un partido no se ha constituido conforme a ideales superiores, o siguiendo lineamientos doctrinarios definidos, sino respondiendo a reacciones temporales o a impulsos personales originados por divergencias internas en los ya existentes, es muy poco probable que subsistan cuando sus creadores dejan de conducirlos. Máxime si lo consideraron como un bien propio y lo manejaron personalmente y arbitrariamente.
Como ocurrió con el Chusoto, el partido provincial formado por Mario Das Neves, cuando rompió relaciones con el kirchnerismo. Sus éxitos se sucedieron y se convirtió en el político más exitoso de la provincia. Pero a su muerte, ocurrida hace algunos meses, ha entrado en un cono de sombras del que consideramos que le es muy difícil superar. No sólo porque no ha dejado herederos políticos, sino también porque en estos momentos el Chusoto es considerado sinónimo de corrupción. De comprobarse los graves hechos que se investigan y que ya tiene presos a muchos de quienes fueron sus más importantes funcionarios, no cabe duda alguna que será obra de titanes ponerlo nuevamente de pie.
El estallido de la bomba que tan confiadamente manipulaba Diego Correa, con la anuencia del extinto gobernador, según indubitables pruebas acumuladas, despidió tantos perdigones que son muy pocos los funcionarios que no han sido afectados. Y, por ende, los abogados penalistas sean los únicos a los que no les falte trabajo en el Chubut.
En tanto, no obstante la pesada, pesadísima mochila que es en estos momentos el otrora exitoso Chusoto, en un exceso de admirable optimismo -como lo consideran muchos-, un grupo de adherentes al mismo han aparecido dispuestos a reorganizarlo, pero excluyendo a los procesados y a la viuda e hijos de Das Neves, que como era esperable, los calificaron de oportunistas y traidores.
Para los memoriosos, el final del Chusoto será idéntico al del Pach, que también nació por divergencias personales y que al fallecer su creador, el escribano Roque González, entró en una descomposición de la que nunca se recuperó.